Un Corazón Distinto

C A P I T U L O 9

Bueno, luego de encontrarme con la hermana del rey, enfrentar al rey y bailar, llegué a mi cuarto dejando toda la ceremonia allá fuera, me sentía cansada. Me dormí y ahora estoy tratando de calmarme, hacerme la de "sin sentimientos".

Después de todo lo que pasó ayer, hoy en la mañana me vi necesitada a pedir permiso con el "don rey", tenía ganas de ver a mis padres y arreglar las cosas con mi padre, aunque mi madre no me ame, yo la extraño. Sin que su amor materno despertara me enseñó cosas de la gente o como puede ser la gente, lo que tú quieres tienes que ir tú mismo, no esperes a que alguien vaya por lo que deseas, también me enseñó a crear mi carácter aunque en ocasiones sea inmadura...

—Señorita Petit, sus padres ya están presentes -hablan detrás de la puerta interrumpiendo mis pensamientos.

—¡Que entren!

Corro hacia el mueble que está pegado a la pared con ventana y hacerme la desinteresada.

—¡Pero que lindo cuarto! -comenta mi madre.

—Paulette...

Dirijo mi mirada a mi padre que solo me observa esperando alguna cercanía. No sé como sentirme, me siento un tanto incómoda pero igual quiero arreglar las cosas por lo tanto tendré que tragarme mi orgullo.

—Padre -me levanto dirigiendome a él-. Pido perdón por lo que hice, no quería alejarte de mi, mentalmente estás conmigo y carnalmente me proteges, eres lo único que tengo... -susurro. Mis ojos comienzan hacer opacados por las lágrimas.

—Me dolió pero si deseas mi perdón... perdonada estás, al igual que tú, también pido perdón por no protegerte y poner antes mis miedos que a ti.

Lo que mi corazón deseó tanto sentir, está ocurriendo ahora. Necesitaba oír esas palabras y que por fin mis pensamientos callaran una vez por todas. Es algo tan satisfactorio dejar todo lo que te lastimó gracias a tus padres y estar viendo que reconocen su error y pide perdón. Me sana tanto que tal vez él no se da cuenta.

—Está bien, deseo no estar lejos de ti, papá.

—Y yo deseo ser un buen padre para ti y no hacer que te alejes de mi.

Me acerca y lo rodeo con mis brazos mientras que él besa mi cabeza, suelta un suspiro realmente largo para luego apretarme más a él. Lo extrañaba tanto, lo necesitaba mucho, más de lo que pedía mi corazón.

—¿Y el rey? -interrumpe mi madre.

—No lo sé... ¿Por qué? -me separo de mi padre para ponerle un poco de atención a mi progenitora.

—Digo, eres las concubina, estaría bien que quedaras embarazada de él, tener un heredero por parte de él te daría algo más de... poder.

—Pues que lastima que no tenga ningún heredero de él.

—Luego hablaremos de eso. ¿Cómo te encuentras? -se acerca mi madre con sus aires de vanidad y superioridad.

—Bien. ¿Tú ?

—Los años no me pesan, sigo viva. ¿Te tratan bien aquí?

—Pues ya comienzan las competencias de poder con las concubinas

—¿A qué te refieres? -pregunta mi padre.

—Pues un soldado que es mi amigo me a dicho que mi nombre ya anda en las malas lenguas, en conclusión; me quieren sacar de aquí.

Mi padre abre los ojos completamente y mi madre suelta carcajadas.

—¿Por qué? -habla preocupado.

—Porque el rey a puesto varias veces sus ojos en mi, según. No quiero creerme nada aunque lo creo, de verdad pero se me hace tonto pelear por alguien que solo utiliza a las mujeres como quiere.

—No hables así del rey, estamos bajo su techo...

—Ya lo sé madre pero de verdad me es... molesto.

—Tienes razón, si el rey es así entonces no pelees por algo que no vale la pena ni mucho menos si no te llama la atención.

Es lo que amo de mi madre, esos consejos para estar preparada ante las batallas de las jóvenes de mi edad. Esa autoridad con la que habla mi madre y da los consejos.

—En lo absoluto -toma palabra mi padre-. Deja que ellas mismas se ahoguen con su propio veneno, ellas mismas harán que se vayan de aquí, tú tranquila, si la abeja está cerca de ti pero no te hace nada, no la molestes, sino te va a picar si la ahuyentas porque para ellas es una amenaza.

—¿Y yo qué soy?

—Cariño, es obvio, eres la abeja. Tú estás tranquila y cerca de ellas y no estás haciendo nada pero si ellas te ahuyentan tú picas, pero horrible.

Mi madre hace un gesto que me da risa. Aunque no entienda mucho este consejo lo tomaré en cuenta y lo meditaré.

El día pasa junto con mis padres que conviví demasiado, mi madre no estuvo a la defensiva hoy ni mucho menos me lastimó con sus palabras, la aprecio un poco más.

—Espero verlos pronto.

—¡Claro que me verás pronto! Este lugar es hermoso, hasta yo quiero servir aquí. Bueno no, no, no.

Observo a mi madre que comienza a caminar hacia fuera del palacio retractandose.

—Con ansias esperaré el día de volver a verte...

—Y yo a ti papi

Lo abrazo tan fuerte y llena de amor hacia él que llega el momento de soltarlo y darle un beso en la mejilla para luego alcanzar a su esposa que se adelantó unas dos cuadras.

Camino hacia los aposentos del soberano para darle las gracias, me siento satisfecha y agradecida pues con la pelea de ayer o enfrentamiento, accedió mi pedido.

Subo las escaleras entretenida sin pisar las rayas...

—"Y yo a ti papi"

Me volteo y veo a Alessio que me alcanza con una sonrisa.

—¿Qué?

—Mi papi, amo a mi papi.

—¡Oye, no me remedes!

—¡Ay, extraño a mi papi!

—¿Me estuviste espiando?

—No, solo escuché esas palabras. Me tocaba inspeccionar.

—Si claro, cuando te conviene te toca inspeccionar. -vuelvo a tomar paso subiendo las escaleras para volver a tomar las escaleras del tercer piso.

—¡Oye! No me digas chismoso, hoy es jueves, los jueves me toca inspeccionar. -defiende.

—Si, claro.

Llego al pasillo para doblar...

—¿A dónde te diriges?

—A los aposentos del rey, me encuentro agradecida con él.

—¿Y eso? ¿Por qué esa actitud con él?

—Permitió dejarme ver a mis padres aunque lo haya ofendido, según él.



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En el texto hay: rey, victoriana, concubina

Editado: 19.04.2024

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