La mañana siguiente en la Casa Blanca comenzó con un desayuno que prometía ser... interesante.
Ghinger Donovan entraba a la cocina presidencial con Sofía de la mano, la niña todavía medio dormida y arrastrando su oso de peluche favorito. Lo que no esperaban era encontrar al agente especial Marcus "Mack" Callahan, el hombre más temido del equipo de seguridad, intentando hacer pancakes con resultados catastróficos.
—Dios mío —murmuró Ghinger, observando la masa que se quemaba en la sartén—. ¿Eso se supone que es comida o un experimento fallido de química?
Mack se giró, luciendo un delantal que decía "Kiss the Cook" (manchado de harina y huevo) y una expresión que oscilaba entre la frustración y el orgullo herido.
—Oye, Donovan, estos son pancakes de especialista. Requieren precisión, paciencia y...
—¿Un extintor? —interrumpió Sofía, señalando el humo que empezaba a salir de la sartén.
Ghinger no pudo evitar reírse mientras rescataba el desastre culinario, apartando a Mack del fuego con un movimiento hábil.
—Mira, soldado, hay una razón por la que te dan armas y no espátulas —dijo, volteando los pancakes con una destreza que dejó a Mack impresionado—. ¿Qué haces cocinando?
Mack se cruzó de brazos, haciendo que los músculos de sus brazos se tensaran bajo la camisa ajustada.
—El presidente quiere pancakes especiales para Sofía hoy. Alguien tenía que hacerlos.
—¿Especiales? —preguntó Ghinger, levantando una ceja.
—¡Sí! Con forma de dinosaurio —explicó Sofía, abrazando la pierna de Mack como si él fuera su héroe personal.
Ghinger miró a Mack, luego a la masa irremediablemente quemada, y finalmente a Sofía.
—Bueno, entonces yo haré los pancakes. Tú... quédate ahí y sé bonito.
Mack abrió la boca para protestar, pero Sofía lo interrumpió:
—¡Sí! Mack es muy bonito.
El agente especial se sonrojó hasta las orejas, lo cual era un espectáculo raro para un hombre que usualmente aterrorizaba a políticos y periodistas por igual.
Justo cuando Ghinger colocaba un plato perfecto de pancakes con forma de T-Rex frente a Sofía, Victoria Grayson hizo su entrada. Apareció en el umbral como un huracán de Chanel, su vestido blanco impecable contrastando violentamente con el caos doméstico de la cocina. Su perfume caro algo floral y sofisticado chocó con el aroma a mantequilla derretida y jarabe de arce.
—¡Qué escena tan doméstica! —dijo, con una sonrisa que hacía que hasta el jugo de naranja se sintiera incómodo —¡Bueno que escena tan... pintoresca! —dijo Victoria, cada palabra goteando falsa dulzura —Me recuerda a esos comerciales de televisión donde fingen que la vida familiar es perfecta.
Mack se puso rígido al instante, pero Ghinger ni siquiera se inmutó.
—Señorita Grayson, qué... temprano —respondió, pasando otro pancake a Sofía sin mirarla. —Qué... inesperada visita ¿Perdió su GPS que la dirige directamente al salón. Este para desayunos VIP?
—Bueno, cuando uno es casi de la familia, no necesita invitación —replicó Victoria, acercándose a la mesa y mirando los pancakes con desdén—. Aunque, por supuesto, yo suelo desayunar algo más... refinado.
—¿Como "glitter"? —preguntó Sofía con inocencia, recordándole a Victoria su pequeña derrota del día anterior.
Victoria forzó una risa.
—Qué graciosa eres, cariño. —Luego, mirando a Mack—: Agente Callahan, no sabía que también eras... chef.
Mack, que todavía estaba recuperándose del comentario de "bonito", se aclaró la garganta.
—Solo cumpliendo órdenes, señorita Grayson. El presidente quería pancakes especiales para la señorita Sofía.
—¡Mack hace pancakes especiales! —intervino Sofía—. Bueno, intenta.
Ghinger ahogó una risa con su café, pero Victoria no estaba dispuesta a ser ignorada. Así que examinó los pancakes terminados con un arqueo de ceja crítica.
—Oh, qué encantador. Pero, Sofía, cariño, deberías saber que las verdaderas damas no juegan con la comida.
Ghinger, sin levantar la vista de su taza, murmuró:
—Las verdaderas damas tampoco se autoproclaman primeras damas antes de tiempo.
El silencio que siguió fue tan denso que se podía cortar con cuchillo.
—Qué ingeniosa eres, Ghinger. Me pregunto cuánto durará ese sentido del humor cuando...
Victoria palideció ligeramente, pero se recuperó al instante. Greyson abrió la boca para responder, pero Ghinger, con una sonrisa de ángel, le ofreció la taza humeante.
—¿Quieres café, señorita Grayson? —interrumpió Ghinger, levantando la cafetera con una sonrisa demasiado dulce para ser real.
Victoria, sospechando una trampa pero incapaz de rechazar el desafío, asintió.
—Por supuesto. Negro, sin azúcar.
Ghinger sirvió el café con una elegancia que rivalizaba con la de Victoria, pero justo cuando esta lo llevaba a sus labios...
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Editado: 23.04.2025