Despacho de La Casa Blanca.
Cuando Ghinger llegó a la oficina privada del presidente. Sus miradas se cruzaron por una fracción de segundo, preguntándose qué demonios estaba tramando Ethan.
—Adelante —resonó la voz del presidente desde dentro.
Al entrar, lo encontró apoyado contra su escritorio, con una copa de whisky en la mano y una mirada calculadora.
—Tome asiento —ordenó, señalando el sillón frente a él.
Ghinger se sentó con naturalidad, cruzando las piernas con esa desfachatez que tanto lo exasperaba.
Ethan esbozó una sonrisa fría.
—¿Tanto te cuesta relajarte en mi presencia, Donovan?
Ghinger casi tose para disimular una risa. Ethan le lanzó una mirada de advertencia. Tomando un sorbo de su Whisky antes de hablar.
—Sabes, Ghinger, cuando te contraté, pensé que el mayor riesgo eras tú. Pero me equivoqué.
—¿Ah, sí? —ella arqueó una ceja.
—El verdadero peligro es lo que le haces a mi equipo —dijo, clavando mirada en aquellos ojos azules.
—Señor presidente, si esto es sobre Mark...
—Esto no es sobre Mark, esto es sobre que rompiste el protocolo —la interrumpió Ethan. —Protocolo 17: No involucrarse sentimentalmente con el personal.
Un silencio eléctrico llenó la habitación. Ghinger se inclinó hacia adelante, del escritorio desafiante.
—¿En serio tiene un protocolo para eso?
—Claro que no —admitió Ethan con un humor seco—. Pero debería.
De pronto, Ethan sacó un sobre y lo arrojó sobre el escritorio.
—Dos opciones: o deja esto... lo que sea que esté pasando entre ustedes, o Mark será reasignado.
Ghinger tensó la mandíbula.
—Eso no es justo.
—La vida no lo es, Ghinger —replicó Ethan.
Ghinger, sin embargo, no parecía impresionada. Con calma, tomó el sobre y lo hojeó.
—Interesante —murmuró—. Pero hay un problema, señor presidente.
—¿Cuál?
—Que esto no es real —dijo, mostrándole el papel—. El sello de seguridad es falso. Y usted nunca firmaría algo con tinta azul.
Ethan parpadeó, sorprendido.
—¿Cómo...?
—Sofía me dijo que le encanta jugar a los espías —sonrió Ghinger—. Y usted acaba de cometer el error número uno: subestimarme. Señor presidente. con todo respeto... ¿esto es un juego para usted?
Ethan la miró, desafiado por primera vez en su vida a alguien.
—Solo estoy protegiendo mis intereses.
—¿O es que le molesta que alguien más tenga su atención? —lanzó Ghinger, directo al corazón del asunto.
Ethan se quedó sin palabras.
La tensión en la habitación era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo.
Finalmente, Ethan soltó un resoplido irónico y se sirvió otro trago.
—Maldita sea, Donovan. ¿Nada te intimida?
Ella sonrió, sabiendo que había ganado esta ronda.
—Vuelvalo a intentar más fuerte la próxima vez, señor presidente.
Ethan la miró, reconociendo la derrota... por ahora.
—Salga de mi oficina.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Ethan murmuró para sí mismo:
¿Qué demonios estaba haciendo?
Había pasado dos semanas desde el último enfrentamiento con Ghinger. Dos semanas de verla intercambiar miradas cómplices, de escuchar risas ahogadas en los pasillos, de notar cómo el hombre más leal que tenía se derretía como un cadete novato cada vez que ella entraba en una habitación.
Y él... no podía soportarlo más.
—Señor presidente, la señorita Donovan está en la biblioteca — anunció su asistente por el intercomunicador.
Ethan apretó la mandíbula. Sabía exactamente lo que hacía Ghinger allí a las 11 de la noche.
—Apague las cámaras del ala este durante una hora— ordenó.
—¿Señor?
—Es una prueba de seguridad, Roberts. Y no se lo comente a Callahan.
Colgó antes de que pudieran cuestionarlo. Si iba a hacer esto, sería sin testigos. Y se dirigió a la biblioteca allí estaba, Ghinger recostada en el sofá de cuero, con un libro abierto en sus manos y una taza de té humeante en la mesa. Ni siquiera se inmutó cuando la puerta se abrió.
—Sabía que vendría — dijo sin levantar la vista.
Ethan cerró la puerta con un golpe seco.
—¿Ah, sí?
—Lleva dos semanas mirándome como si quisiera estrangularme o besarme — soltó ella, finalmente alzando esos ojos azules que lo volvían loco—. Aún no decido cuál opción es más probable.
Ethan caminó hacia ella como un depredador, deteniéndose justo frente al sofá.
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Editado: 23.04.2025