La madrugada envolvía la Casa Blanca en un silencio tenso cuando Ghinger cerró la puerta de su habitación con un golpe seco, dejando a Ethan al otro lado. Su corazón latía como un tambor de guerra.
No podía creerlo. ¿Acababa de elegir quedarse? ¿Solo porque Ethan Hamilton la miró con esos ojos de tormenta y le pidió que no se fuera pondu hija?
—¡Estúpida!— se regañó en voz baja, hundiendo las uñas en sus palmas.
Pero en el espejo del baño, su mejilla todavía ardían del roce de su aliento.
A las 6:00 AM, Ghinger entró a la cocina con Sofía de la mano, decidida a fingir normalidad.
—¡Pancakes de dinosaurio!— anunció la niña, corriendo hacia la mesa donde Mack ya esperaba con café y expresión de piedra.
Ghinger lo miró. Él desvió la vista.
—Buenos días— dijo ella, demasiado dulce.
—Señorita Donovan— respondió él, demasiado formal.
El aire se espesó.
Hasta que...
Ethan apareció en el umbral, traje impecable, corbata azul marino y ojeras que delataban su noche en vela.
—Señor presidente— Mack se puso de pie de golpe, derramando café sobre informes clasificados.
—Relájate, Callahan— Ethan se sirvió una taza, fingiendo no notar cómo Ghinger tensó los hombros. —Hoy solo somos tres adultos que...
—¿Que qué?— interrumpió Ghinger, cruzando los brazos. —¿Que comparten desayuno después de casi destruir una amistad de doce años? Señor presidente.
Silencio mortal.
Hasta que Sofía, con syrup hasta en las cejas, declaró:
—Ustedes son más dramáticos que mi telenovela.
—¡Esto es ridículo!— Ghinger estalló.
Después del desayuno, Ghinger dejo a Sofía en sus tareas, fue al jardín Ethan la siguió.
—Porque me sigue señor presidente, será que puede dejarme en paz.
—¿Y si te dijera que no puedo dejar de hacerlo?— Ethan la agarró del brazo. —Anoche, después de dejarte, fui con Mark y nos tomamos un whisky como hombres civilizados
Ghinger se quedó sin aire.
—¿Y?—
—Y que me dijo que si te lastimo, él mismo me entierra en el Jardín de las Rosas— Los labios de Ethan se curvaron en algo peligroso. —Pero también dijo que... merezco intentarlo.
Victoria eligió ese momento para aparecer, con un vestido rojo escarlata y una sonrisa de víbora.
—Qué escena tan conmovedora— dijo, mirando cómo Ghinger se separaba bruscamente de Ethan. —Lástima que las empleadas siempre se crean el cuento de hadas.
—Señorita Grayson— Ghinger sonrió, mostrando todos los dientes. —Qué oportuno... justo cuando iba a decirle al presidente esas tres palabras que tanto teme.
Ethan se puso pálido.
Victoria se inclinó como un halcón.
—¿Interesante Ghinger?
—A y otra cosa señorita Greyson, estaba a punto de renunciar pero, el presidente hablo conmigo —Ghinger le pasó rozando el hombro. —Buen día, señor presidente.
Ethan la siguió dejado a Victoria en medio del jardín.
—¡Donovan!— Ethan la siguió hasta el pasillo, atrapándola contra la pared. —¿Estás jugando conmigo?
—No—Ella le tocó la corbata, ajustándola con fingida dulzura. —Solo recordándote que aunque elijas el hielo... yo siempre tengo fuego de sobra.
Y cuando se alejó, Ethan Hamilton, líder del mundo libre, supo que acababa de ser declarado la guerra más peligrosa: la del corazón.
El sol de la tarde se filtraba por las cortinas del Despacho Oval, iluminando los documentos esparcidos sobre el escritorio que Ethan no había tocado en horas. Su mente estaba en otra parte en el modo en que Ghinger lo había mirado antes de marcharse, como si él fuera un rompecabezas que no valía la pena resolver.
Tres golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos.
—Adelante.
Pero no era su asistente. Era Victoria.
—Parece que tu niñera te dejó plantado otra vez— dijo, deslizándose dentro con la elegancia de una pantera.
Ethan no se inmutó.
—No es asunto tuyo, Victoria. Lo que tenga que ver con la niñera de mi hija.
—Todo lo que pasa en esta Casa Blanca es asunto mío —replicó ella, apoyándose en su escritorio. —Especialmente cuando afecta tu imagen.
Ethan levantó la vista, sus ojos fríos como el acero.
—¿A qué viniste?
Victoria sonrió, sabiendo que tenía su atención.
—A salvarte de ti mismo.
—Tienes dos opciones —dijo Victoria, deslizando un sobre manila frente a él. —O controlas esta situación… o alguien más lo hará por ti.
Ethan abrió el sobre. Fotos. Fotos de él y Ghinger en la biblioteca. Fotos de Mack mirando a Ghinger como si fuera el sol.
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Editado: 23.04.2025