Un Cuento Antes de Dormir

II.

Pasaron varias semanas desde aquella reunión en casa de madame M., y en la capital de la Isla Madre se celebraba una fiesta que se había extendido por dos días. Los aliados de la familia De'Ath estaban celebrando su tercer aniversario de la conquista, puesto que era verdad que, el hecho de interponerse entre ellos sin un plan previo se consideraría como suicidio.

- ¿No crees que has bebido suficiente?

Mencionó la actual heredera de la familia De'Ath, la princesa Jaci, mirando a su hermano menor en una de las sillas, con una botella de licor de pera en sus manos y, en la larga mesa, gran variedad de vinos y licores.

- ¿No crees... que eres muuuyyy entrometida? – decía su hermano arrastrando las palabras.

Jaci le quitó la botella de las manos y le dio un gran trago, pero sin juntar sus labios a los de la botella. Bebió y tiró la botella al suelo, llamando la atención de las pocas personas que aún continuaban despiertas. Acto seguido salió del salón de banquetes para dirigirse al jardín trasero, a las barracas de los hombres encargados de la guardia.

Los días eran fríos, pero no tanto como para ver el vaho del aliento. En el almacén recogió su espada, "Ámbar", la que siempre usaba, de mango rojo borgoña con decorados verdes y filo de plata tan delicado y fino que con el simple hecho de ver su filo podrías salir herido. Cuando había magia, aquella espada reaccionaba a la sangre de su oponente, sin detenerse hasta que el contrario esté muerto y su alma era erradicada de todo medio real y espiritual, conocida como la muerte total.

Pero ahora, solo era otra espada, con filo mortal, pero sin la necesidad de sangre y la mortalidad definida que poseía. Limpiar su extensión lograba callar, por un instante, los gritos de dolor de todos aquellos que murieron en sus manos.

Al dar mediodía, se adentró en el bosque que marcaba los límites de Palacio. Todos quienes estaban dentro se encontraban bajo los efectos del alcohol, era el momento propicio y la hora acordada estaba cerca.

Entre todos los árboles cualquier persona se perdería, pero no Jaci, sabía la extensión del bosque como su propio cuerpo, mente y corazón; y este último nunca le fallaba. Una pequeña vertiente se iba haciendo cada vez más ancha mientras más caminaba en contra de su corriente, hasta llegar a una pequeña laguna.

Había rocas de gran tamaño y otras más pequeñas, todo le era tan familiar, con tantos recuerdos en cada espacio. "El amor se encuentra en donde uno menos lo espera" se decía Jaci internamente, un amor había florecido en ese lugar, ahí pasaron muchas cosas que se quedarán como el secreto eterno y receloso de aquel bosque, sus memorias vivirían eternamente en aquellas aguas cristalinas.

- ¿Terminaste de recordar? – una voz tan familiar, que Jaci sería capaz de reconocerla, aunque fuera sorda, hizo que se girara para verla.

Su cabello rojo borgoña, y aquellos ojos llenos de vida y magia no eran los mismos que la miraron hace algunos años atrás llenos de amor, ahora eran fríos y la magia tan amenazante hacia ella.

- No pensé vernos así. – dijo Jaci sosteniendo la mirada de Amery, tenía claro que a partir de ese momento ya no habría más amor.

- Tú me dejaste viva, ¿Qué esperabas? ¿Que no regrese a salvar a mi gente? – comentó Amery, acercándose a Jaci con fuego en sus ojos.

Jaci solo alzó los hombros despreocupadamente ante la presencia de Amery, ella estaba segura que nada le haría, la conocía, y también se conocía a sí misma.

Amery se separó un poco de Jaci, dejando un espacio prudente entre ellas.

- Como sea, me dejaste vivir, así que te preguntaré una vez ¿Estás conmigo o con ellos? – señaló con su cabeza en dirección a Palacio, eran claros los caminos y sus resultados, pero ambas ya no estaban en el mismo sendero. Ni caminando juntas.

Jaci esbozó una pequeña sonrisa triste, combinada con un suspiro cortado.

- Estoy con ellos, Ary. No elegí esto antes, no creas que lo haré ahora. Se convirtió en mi camino, y ya no tengo ruta de regreso.

Las palabras que Jaci pronunció en aquel instante marcó la diferencia entre ambas, su voz era segura, pero al decir lo último, los ojos de Jaci dejaron de ver los de Amery y voltearon hacia Palacio.

- Sabía que esa sería tu respuesta. – la expresión de Amery se tornó rígida, pero en sus ojos se veía la tristeza de aquellas palabras. – solo quería confirmar, eres muy cambiante.

- No tanto como tú, esta faceta tuya no la conocía.

- Porque no sabía que existía, hasta que las circunstancias se tornaron en estas.

Ambas se miraron un poco más, en un silencio que decía tantas palabras que solo ellas podían comprender.

- Entonces Jaci, la próxima vez que nos encontremos será en la guerra y nuestra batalla será hasta la muerte, recuérdalo.

- Lo sé. Y agradezco que mi vida finalice a tu lado.

Cuando las personas se aman, sus corazones intentan latir al unísono cuando están cerca y es algo que el alma sabe.

Ninguna de las dos se movió de su lugar, el viento hacía ondear sus cabellos, y era frío, hasta que un instante, un beso. Un beso de aquellos que se encuentra en medio camino, y no hay primeros ni segundos, fue el que encontró a Jaci con Amery. Sus labios se reconocieron con los contrarios. Siendo un beso con una tormenta de sentimientos en él. Estaba presente el amor que se tenían, el pasado que compartieron en ese mismo punto y que en sus corazones quedaron grabados con fuego; era un beso triste también, sabían que la próxima vez que se vean ambas morirían por sus espadas, era un beso de despedida cargado de amor y plegarias, en donde se mezclaron lágrimas saladas por todo lo que les esperaba.

El mundo se detuvo para verlas, para ver aquel amor que floreció, destruirse por la avaricia y el odio, pero que nunca les llegó. Ellas solo eran títeres de los planes que aquel Dios les dio para cumplir un destino, un propósito, en donde una vida juntas no sería posible.



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En el texto hay: gl, magia

Editado: 08.07.2024

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