—¡Quita tu mano de su cuerpo o te la corto!
Parecía que hablaba muy en serio, hasta yo me asusté.
Derek apartó su mano con rapidez.
—Y él..., ¿quién es?
Su voz temblaba.
—Es mi tío.
—Segura que no es un mafioso.
Murmuró cerca de mi oído.
—No te preocupes—sonreí por el comentario—es solo que él no está acostumbrado a verme con nadie.
Yo también hablé bajo.
—Ya veo.
No parecía muy seguro.
Dominick se acercó amenazante, nos miraba con demasiada frialdad.
—Soy Derek, un compañero de escuela.—se presentó apresurado. Creo que mi tío lo tenía muy intimidado.
—Dominick, la persona a cargo de esta niña.
Y de nuevo con lo de niña, es que no se cansa.
Lo miré con enojo, creo que hasta torcí los ojos pero no objeté con palabras.
—Disculpe señor, yo solo la acompañaba.
Dominick lo miraba analítico y frío. Le ofreció la mano de forma inesperada y Derek alzó la suya con recelo. Dominick se la estrechó pero apretó tan fuerte que el pobre chico se retorció un poco con disimulo.
—Es suficiente—interviene y Dominick lo liberó. Derek subió a su bicicleta y se fue enseguida.
—No tenías que tratarlo así.—le reproché.
—Cómo querías que lo hiciera, lo invitaba a tomar el té.
—No seas iróníco.
—Respétame jovencita, soy tu tío.
—Pero no eres mi padre para que te comportes así, es el primer amigo que traigo a la casa y tú lo intimidas.
—¡No quiero que vuelvas a traerlo!
—Sí lo haré, el sábado viene a recogerme para ir a un concierto.
—No tienes edad para salir sola con un chico en la noche.
—No haré nada malo, ¿no confías en mí?
—No confío en él—rebatió
—Déjame ir, lo necesito—supliqué
—Tanto te gusta que súplicas.
—Sí, es el chico más atractivo y popular de la escuela.
De repente su expresión cambió de irá a decepción.
—Ya me habías hablado de él, no sabía que eras tan superficial.
Lo que él pensara de mí ya no me importaba, el caso es que tenía que alejarme de él. Habían muchas barreras entre nosotros y para colmo él me consideraba solo una niña.
—¿Me dejarás ir?—insistí.
El frunció demaciado el seño y apretó los puños.
—Lo pensaré.
Me dio la espalda y se fue. Lo observé guardar el carro en el porche. Luego lo seguí y guardé mi bicicleta. Ambos entramos a la casa en silencio, yo lo seguía mientas miraba su ancha espalda bien definida. Tenía una figura perfecta para mi gusto, alto y delgado, con una musculatura definida pero no exagerada.
Se quitó la corbata y la lanzó sobre el sofá junto a su chaqueta. Traía una camisa azul muy clara que le quedaba hecha a la medida. Cada movimiento que hacía denotaba una parte de su musculatura, me sentía como una perra en celo, no podía apartar mis ojos de su espectacular figura y comenzaba a sentir un calor sofocante. También quise quitarme la blusa del uniforme y lanzarla al sofá.
De pronto sus ojos claros se encontraron con los míos.
—¿Estás bien?
—Sí, ¿porqué?
—Estás roja y sudas mucho.
—Hace mucho calor.
Reaccioné y salí casi corriendo rumbo a mi habitación. Entré y me saqué la ropa a tirones de lo cual me arrepentí porque la hice pesados. Esta fuerza fuera de lo común, en ocasiones como esta, me costaba controlarla. Me metí al baño y abrí solo la llave de agua fría. Me sentí aliviada a medida que mi cuerpo se enfriaba.
¿Qué me pasa?, esto no es normal, se que dicen que los adolescentes son hormonales pero no creo que sea hasta el punto de perder el control.
—Es por mi causa, recuerda que soy un lobo.
—Sí, todo es tu culpa.
—Lo siento.
La tristeza en su voz me dolió.
—Yo también soy culpable—rectifiqué, Leyla también sentía, no podía seguir desquitando con ella mi rabia y mi frustración, no era justo—estoy demasiado sensible, soy yo quien debe disculparse.
—Sé que no soy deseada por ti, soy como un parásito que invadió tu cuerpo pero no es mi culpa, siempre he estado aquí contigo...
—Lo sé, eres parte de mí, solo dame más tiempo para acostumbrarme.
Me puse solo una bata y bajé, no se porque razón tenía tanta hambre. Me encontré con Dominick a mediados de la escalera, ambos íbamos en dirección contraria.
—¿Qué haces así?
Me miró de arriba a abajo. Solo había enojo en su expresión.
—Me acabo de duchar.
—Para la próxima vístete correctamente, ya no eres una niña.
En qué quedamos, ¿soy o no soy una niña?
—Lo tendré en cuenta—dije y lo esquivé para seguir mi camino, las tripas me estaban sonando.
Me preparé toda la carne que me apeteció y me la comí medio cruda.
Tenemos que alimentarnos bien, no se lo que pasará esta noche. Escogí un parque que está alejado de las personas y es bastante boscoso. Tenemos que irnos temprano, hay que estar allá antes que salga la Luna.
—Rayilunsel.
La voz de mi tío me sacó de mis pensamientos compartidos.
—Pareces un animal salvaje comiéndo. No sé cómo puedes comerte eso así, ni que fueras un león.
Me sentí avergonzada, estaba actuando por instinto y con poco razonamiento. Parece que la cercanía de la luna llena me ponía en este estado un poco irracional.
—Tengo mucha hambre—respondí sincera.
—Es obvio—sonrió con afecto—te ves muy tierna.
Narra Dominick
Rayilunsel actuaba muy extraña, desde que se perdió en la selva aquella noche desafortunada, no había vuelto a ser la misma. A veces me parecía un tierno animalito salvaje, como ahora, al verla comer con tantas ganas. Ni siquiera notó mi presencia, tuve que llamarla para que lo hiciera. Miré sus carnosos labios y me tensé, la sonrisa se me congeló. Recordé su beso en la playa y otra vez quise escapar. No podía contener el deseo de besarla y eso no era sano.
¡Ella es una niña, tu sobrina! Me recordé para ver si así regresaba a la cordura. Las palabras que me dijo en la playa regresaron a mi mente.
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Editado: 18.04.2021