Las puertas del teatro están abiertas de par en par cuando llega. Personas entran y salen, moviendo utilería.
En unas semanas se presentará la obra de San Valentín, escrita por Milo y protagonizada por Jed, si es que no muere esta noche. Al menos puede respirar sabiendo que Milo está a salvo.
Sale del auto dejando el bate adentro. Toma una respiración profunda y se prepara para entrar.
Al entrar, se choca con alguien y suelta un quejido.
—Lo siento —murmura una disculpa apresurada la otra persona—. Vaya, Holly, hola —la saluda en cuanto la reconoce— Perdón, feliz cumpleaños —se hace a un lado y continúa su camino. Lleva un par de telas en los brazos y algo que parece una espada atrapada en su axila.
Holly voltea a ver a Rosa por un segundo antes de regresar a su misión principal. Tiene que encontrar la siguiente nota. Y asegurarse de que ninguno de sus amigos haya caído víctima una vez más.
La gente se mueve de un lado a otro, lo que dificulta su búsqueda. Pero todas son caras reconocibles, nadie a quien no haya visto antes.
Siente un toque en su espalda, lo que la hace voltear alarmada pero se relaja cuando ve quien es. La señora Cecil, su antigua profesora, le sonríe con una expresión de amabilidad, tan característica de ella.
—Hola, Holly. Es un placer verte, has crecido mucho.
—Hola, profe —sonríe de vuelta, a pesar de lo tensa de la situación en la que se encuentra. Ella siempre le ha provocado una sensación inexplicable de calma.
—Veo que Milo y Jed no están contigo, me pidieron que les diera el día libre para celebrar tu cumpleaños —su expresión se torna en algo de preocupación, junta las cejas y frunce un poco los labios—. Pero parece que no es así. Ya les he dicho que pueden disfrutar de su romance sin ocultarme nada pero parece que no aprenden.
—No es eso, profe. Ellos están conmigo, solo… pasaron cosas —desvía la mirada, clavándola en los tacones de aguja de Cecil.
—Eso parece. Como sea. Ten un lindo cumpleaños, querida.
—¡Espere! —llama cuando Cecil empieza a alejarse, quien se detiene sobre sus pasos y vuelve a mirarla—. Yo… quería saber si ha visto algo raro por aquí.
—¿Raro? —su rostro se tuerce en confusión—. Bueno, ahora que lo mencionas, ví a un hombre entrar hace no mucho. Nunca lo había visto antes, pero pensé que venía a ayudar con los preparativos.
Holly siente que su respiración se entrecorta. Es una pista. Tal vez siga por aquí, tal vez pueda atraparlo y recuperar a sus amigos.
—¿Sigue aquí? ¿Lo vio irse? —pregunta esperanzada.
—Pues, he estado muy ocupada. No le presté atención. Pero tal vez aún esté aquí. Puedo ayudarte a buscarlo, si quieres. Aunque tengo la agenda muy apretada. De todos modos, puedo hacer una excepción por tu cumpleaños.
—¡Sí! Ay, muchísimas gracias, me sería de mucha ayuda —Holly le da un abrazo efusivo que se gana una risa por parte de Cecil.
—Sigues siendo una niña, después de todo.
Se separan y Cecil apoya una mano en su espalda, guiándola por el teatro.
—¿Cómo era este hombre?
—¿Es algún juego? ¿Algo de resolver acertijos? Te encantaban los acertijos —desvía la pregunta.
—Sí, algo así. ¿Entonces? ¿Cómo era?
—Bueno, era un hombre alto. Aunque algo encorvado, me parece. Creo que tenía barba. Y tiene el pelo negro, como el tuyo. No le ví bien la cara, así que no puedo ayudarte con eso —hace una pausa y frunce el ceño mientras piensa—. Llevaba una gabardina café, algo desgastada. Y pantalones negros o gris oscuro.
—¿Por dónde lo vio exactamente? —pregunta, haciendo notas mentales de la descripción.
—Por el escenario, creo que se agachó para recoger algo en un momento. O eso me pareció.
Se agachó. La nota. Debe haber dejado la siguiente nota cerca del escenario.
Camina a paso rápido en dirección al escenario, con Cecil siguiéndola detrás suyo. Evita a las personas en el camino, chocando con una que otra en el proceso.
Están a unos cuantos metros cuando ocurre. Un grito resuena por el teatro, expandiéndose por la acústica. Viene justo de detrás del escenario.
Sin pensarlo mucho empieza a correr. Oye los tacones de Cecil aumentar el ritmo detrás suyo y se pregunta vagamente cómo puede caminar con eso puesto.
Se detiene. Un chico, Marcus, si no recuerda mal, tiene una expresión de horror en el rostro. Sostiene una escoba entre las manos y mantiene la mirada clavada en el piso.
Holly sigue su mirada y ve lo que lo tiene tan horrorizado. Se agacha para verlo bien y entiende todo.
Siente una sacudida en el estómago. Es un piercing. Reconoce ese piercing. Pero eso no es lo que le genera tanto horror a Marcus. Si fuese solo un piercing no habría gritado. El problema es lo demás.
El piercing está unido a un pedazo de cartílago, como si hubiese sido arrancado a la fuerza. Holly está casi segura de que es el piercing de la nariz de Milo, ese que tanto le gusta a Jed.
Tirada poco más allá está la siguiente nota. Holly le echa un vistazo. Se da cuenta que nadie más le está prestando atención, todos están centrados en la espeluznante escena y su implicación.
Piensa en cómo acercarse y recogerlo sin hacer sonar las alarmas. No puede simplemente hacerse con un piercing ensangrentado así como así, necesita inventarse algo.
Holly suelta una pequeña risa, que hace que Marcus apriete más fuerte su escoba y voltee a verla extrañado.
—¿Qué te ríes? Esto da miedo, Holly —su voz suena más aguda de lo normal, delatando su obvio miedo.
—Oh, no te preocupes. Debe ser solo una broma de Jed, me dijo que tenía una "sorpresa" para mí —hace las comillas en el aire y rueda los ojos—. Típico de él. Seguro Selene lo ayudó a conseguir sangre falsa. Y estoy segura de que ese es el piercing de Milo.
Marcus afloja un poco el agarre sobre la escoba y suspira de alivio.
—Así que un chiste, ¿eh? Típico de Jed, todo un bromista —suelta una risa nerviosa.