Jonathan
De nuevo los gritos.
Lloriqueos.
Sally empieza a lanzar todo al suelo y su hermano Max la imita mientras el pequeño está llorando a los gritos en su asiento.
Cierro los ojos.
Cuento hasta 10.
Y luego hasta 100.
—Sally, cariño. No hagas eso—Pido con un susurro.
—¡Papi malo! — Si mi hija supiera que cada vez que me dice así es como si fuese un puñal directamente a mi corazón.
—Cariño, por favor.
—¡No!
No sabemos cuánto tiempo nos va a tomar en este lugar así que todo está empacado en cajas, inclusive los juguetes y Sally no le gusto tener sus juguetes guardados.
Me levanto al ver que mi niñita se ha puesto roja por el llanto y tomó la caja abriéndola para esparcirla por el suelo. De inmediato el llanto va cesando, pero quedan sus pechitos subiendo y bajando haciendo hipo.
—Lo siento mi amor, siento ser malo—Me arrodillo abrazando a mi hija mientras ella recuesta su pequeña cabecita en mi hombro—¿Quieres comer algo? —asiente con la cabeza—¿Cereal? —Se separa y me mira a los ojos tocando mis mejillas con sus pequeñas manos.
—Papi no es malo.
—Gracias—Le sonrió y besó mi mejilla antes de irse hacia sus juguetes.
Tom empieza a estirarse queriendo estar en el suelo, lo cargó y lo dejó junto a sus hermanos quienes jugaron con sus juguetes.
No he podido conseguir trabajo o bueno, no he podido buscar trabajo porque no tengo con quien dejar a mis hijos.
No conozco a nadie en esta ciudad y no me puedo confiar en cualquiera se haga cargo de ellos. Además, está de que mis hijos son muy quisquillosos y no permiten que nadie se les acerque.
Incluso cuando estábamos en el pueblo, a mis padres y hermanos les costaba interactuar con ellos.
Por eso no puedo darme el lujo de dejarlos con cualquiera.
Necesito hacer algo, el dinero se me está acabando y no puedo seguir permitiendo que mi familia desde el pueblo me siga girando dinero.
Mis padres tienen una pequeña granja y mis hermanos ayudan en ella, pero también hacen otro tipo de trabajos como de construcción y ganadería. Cada uno tiene su familia y no me puedo dar el gusto de estarles pidiendo dinero.
Los ahorros se acaban y de estarme mudando de un lugar a otro ha hecho que el dinero se acabe más rápido.
Masajeo mi frente, acabamos de llegar a este lugar y ya hemos tenido problemas con los vecinos, especialmente con el conserje, un hombre que parece odiar a los niños.
—Papi, Max está caliente—Me levanto ante el comentario de mi hija y cuando cargo a mi hijo me doy cuenta que está ardiendo de fiebre.
—Dios mío, estás ardiendo.
Max tiene las mejillas rojas y sus ojitos apagados.
Pensé que era por el llanto.
Comienzo a caminar de un lado a otro sin saber que hacer, mis hijos se han enfermado antes, pero he tenido a mis padres a mi lado para ayudarme con la situación y es la primera vez que lo hacen estando solo con ellos.
Le doy el jarabe que tengo y lo dejó sobre nuestra cama.
¿Debería bañarlo?
Empiezo a quitarle la ropa cuando Max rompe en llanto incontrolable y vuelvo a vestirlo para llevarlo a urgencias.
Tomo la pañalera, mi billetera, el coche y el canguro.
Meto a Tom en el canguro, a Max en el coche y llevo las cosas de mis hijos.
Bajamos del elevador y tomamos un taxi, mi hijo no dejaba de llorar y Tom ha empezado a hacer mojones asustado.
Dios mío por favor que no sea nada grabe.
llegamos al hospital y me bajo con mis hijos desesperado, a veces no puedo controlar el coche, el canguro y el bolso y terminó tropezando.
—Señor, no puede traer a niños al hospital.
—Mi hijo, está con fiebre—Una enfermera se acerca y observa a Max antes de tocarlo y lo carga, Max empieza a querer soltarse de sus brazos llorando con más fuerza y yo sigo la enfermera quien ignora el berrinche de mi hijo.
—Sabe que traer a niños puede hacer que pesque algún virus, es peligroso.
—Lo siento, es que no tenía con quien dejarlos—digo con voz angustiosa.
—¿Dónde está la madre?
—Muerta—Responde Sally por mí y de inmediato el rostro de la enfermera se suaviza.
—Lo siento, venga siéntese que yo me hago cargo del niño.
—El…—Mi voz se apaga queriendo romper en llanto —No le gustan los extraños.
—Entonces quédese cerca mientras traigo al médico—Asiento y me acerco a mi pequeño quien tiene el rostro cubierto de lágrimas y levanta sus manitos para que yo lo cargue.
Tengo a Tom en mis brazos y es difícil hacerlo así que me acerco y le arrullo. Sally mira alrededor nerviosa y el pequeño de mis hijos ha empezado a llorar al ver a su hermano hacerlo.
—Vaya escándalo—Dice una mujer entrando al cubículo—¿Qué es lo que pasa?
—Mi hijo, está enfermo—Me mira de arriba abajo y su mirada cambia.
—¿Madre?
—Es viudo doctora— Quiero rodar los ojos ante la sonrisa de la mujer que cambia de inmediato, se disculpa y empieza a revisar a mi hijo.
Tanto Tom y Max se callan, la doctora le manda a hacer exámenes mientras esperamos sentados en una silla al lado de la cama.
Tengo a mis dos hijos sentados en cada pierna y Max en la cama se ha quedado dormido después de darle medicamentos y la fiebre se le ha bajado.
Mis pequeños se han quedado dormidos sobre mí, me recuesto en la silla tratando de estar más cómodo, pero es imposible ya que soy bastante grande y alto y apenas cabe mi trasero.
Lo bueno es que varias enfermeras han estado pendientes de mis hijos y le han traído gelatina a mis pequeños, cosa que les encanta. Algunas frutas que ignoran y pudines que si se comen.
—Señor Smith—La doctora corre la cortina ingresando al cubículo.