Jonathan
Siento la mirada de muchas personas como si yo fuese un fenómeno.
¿Acaso ver a un hombre cargar un bebé en un canguro, llevar otro en un coche y una de la mano es extraño?
Las mujeres se detienen y me observan, los hombres me miran de arriba abajo con burla y yo sigo caminando con mi familia tratando de ignorarlos.
Suelto un suspiro y verifico la dirección.
Max se pudo recuperar bien, pero la cuenta del hospital me dejo muy mal. Pagué casi 800 dólares por dos días que estuvo más lo que tuve que gastar por mis hijos.
Apenas me queda dinero para encontrar un nuevo lugar y después de ahí no sé lo que voy a hacer.
Cierro y abro los ojos varias veces cuando mi vista se nubla.
No sé cuánto tiempo llevo sin poder dormir bien.
Mis hijos duermen a mi lado, no he podido hacer que duerman en sus camas o cunas y se la pasan dando vueltas toda la noche.
Cuando duermo siento sus pies en mi rostro o sus manos golpeando mi mejilla.
Me pongo en la orilla sin poder moverme hasta que el más pequeño le da por subirse encima y dormir en mi pecho.
Así ha sido desde que mi esposa me dejó.
Paso la mano por mi rostro y sigo caminando hasta que llegamos a un edificio en una esquina de tres pisos. Con cuidado de no soltar a mis hijos, pasamos la calle.
—¿Qué es este lugar?
—Vamos a ver un departamento—Ella me mira desde arriba con sus ojos azules claros como los míos.
—Bien.
Empezamos a caminar de nuevo esperando que nos dejen quedarnos por lo menos un tiempo porque ya no tengo dinero. Debo encontrar trabajo lo más pronto posible.
En el pequeño e incómodo departamento que nos alojamos ahora el encargado me amenazó con llamar a la policía y que me denunciara por maltrato porque los niños lloran mucho y ahora mis hijos viven con pánico al igual que yo.
—Buenos días, quisiera saber del departamento que están arrendando—Le pregunto a una señora que me mira de arriba abajo.
—Claro, por aquí—Dice abriendo la puerta para que mis hijos y yo entremos—La encargada no está, pero me pidió el favor de mostrarlo.
—Gracias— Caminamos por un pasillo y abre la puerta haciéndose a un lado para dejarnos pasar.
Abro la boca al ver el lugar, es lindo y se siente acogedor.
Está amueblado, teniendo todo lo necesario.
Saco a Max del coche y se va a inspeccionar el lugar con su hermana mientras yo camino mirando todo alrededor.
Tiene dos habitaciones amplias, sala comedor, cocina, un baño con tina. Todo es increíble y hogareño.
Debe de ser costoso.
Rayos, ¿Y ahora qué hago?
—Papi, me gusta este lugar—Sally viene corriendo con una sonrisa.
A mí también, pero no sé si pueda pagarlo.
—¿Qué le parece? —pregunta la mujer parada desde la puerta.
Abro la boca para decir algo y una voz en el pasillo hace que la mujer se disculpe y salga. Me quedo observando alrededor mirando con anhelo este lugar.
—Hola, disculpen, soy Zuleima, la encargada del edificio—Me doy la vuelta al escuchar esa voz y mi corazón se detiene al encontrar a la mujer más hermosa que he visto en mi vida.
Su cabello es oscuro, lleva colecta y su rostro es perfecto y angelical sin una gota de maquillaje. Sonríe mostrando dos hoyuelos que hacen que me trague un gemido y sus ojos verdes son como dos esmeraldas que brillan con intensidad.
—Ho-la—Mi voz apenas sale audible.
La chica me mira de arriba abajo haciendo que mi cuerpo cosquille ante su chequeo, deteniéndose en mi hijo menor que duerme en mi pecho y baja la mirada hacia los dos que se esconden detrás de mis piernas.
—Hola—Su voz se suaviza y entra al departamento.
De inmediato mis hijos se tensionan escondiéndose más detrás.
—Hola—Vuelvo a decir—La chica me mira por un momento y sonríe antes de bajar la mirada.
—¿Qué tenemos aquí? —Pregunta agachándose un poco para ver a mis hijos—Soy Zuleima, pero pueden decirme Zule.
—Niños, saluden— digo tratando de que salgan de su escondite, pero es imposible—Lo siento.
—No te preocupes, es mejor que sean así con los desconocidos—Se incorpora —Y bueno, ¿Qué te pareció el departamento?
—Está increíble, pero…
—¿Acaso a tu esposa no le gustó? —Pregunta y mis ojos se abren.
—No, ella…
¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo hablar?
Carraspeo tratando de hallar volumen en mi voz.
—Está muerta—Dice una pequeña voz a mis espaldas.
—Oh—Sus ojos se abren y baja la mirada —Lo siento mucho.
—Gracias—Susurro.
—¿Entonces les gusto el departamento?
—Este lugar es perfecto, pero no sé si pueda.
—¿Por qué? —Frunce el ceño.
—Debe de costar un dineral.
—Papi, yo quiero quedarme—Sally sale de su escondite y me mira con ojos de cachorro.
No, mi niña, no me hagas esto.
—¿Por qué no dejas que papi y yo conversemos un poco? —Le dice la chica—¿Ya conociste el patio?
—¿Hay un patio?
—Sí, y un columpio—Los ojos de mi hija se iluminan y sale detrás de mis piernas.
Me sorprendo cuando la chica extiende la mano y Sally se acerca y se la da, luego Max sale detrás de mis piernas y toma la otra mano y salen por el pasillo.
Salimos al pasillo y caminamos hacia la parte de atrás donde hay una puerta con ventana y la luz del sol entra por ella. Al llegar al fondo me doy cuenta de que hay una habitación al lado izquierdo y veo unas lavadoras.
Zuleima abre la puerta y el aire puro se siente en el ambiente. Un patio en medio de muros altos y un enorme árbol con un columpio colgante.
—¡Mira, papi! —Señala mi hija y se suelta de la chica.
—Baja con cuidado—Le dice Zule y mi hija toma la mano de su hermano y bajan con cuidado para correr hasta el columpio.