Un desastre de papá

Capítulo 6

Jonathan

Realmente era impresionante ver a mis hijos calmados sin llantos sentados en la mesa comiendo unos deliciosos panqueques que había preparado Zuleima.

El de Sam era un corazón y los de Max y Tom una carita feliz.

Los niños habían quedado tan asombrados por la figura que no dudaron en empezar a comerlos, especialmente porque todos seguían a la mayor.

—¿Entonces estás buscando guardería? —Pregunta Zule.

—Yo no quiero ninguna guardería—Se queja Sally y estoy seguro de que está a punto de llorar.

—Es la guardería de una amiga—Dice.

—¡No quiero!

—Tiene una piscina de pelotas, una resbaladilla y columpios. Muchos juegos.

—¿Tiene juegos?

—Sí, y por lo que veo también te gusta dibujar, ¿No es así? —Mi hija asiente entusiasmada—Tienen mesas de dibujos y hacen manualidades.

—¿Manoade?—Pregunta mi pequeño entre balbuceos Max.

—Sí, los hacen corlear, también jugar con cubos, haciendo figuras con fichas y rompecabezas.

—¡Yo quiero! —Grita Sally y sus hermanos.

Una vez más me sorprende que mis hijos cambien de opinión

—Suena bonito, pero…

—¿Pero?

—¡Yo quiero! —Grita Sally golpeando la mesa —¡Papi malo!

—Cálmate Sally, no le digas esas cosas a tu padre, ¿O el de verdad es malo? —Mi hija baja la cabeza y niega con la cabeza—¿Entonces estás diciendo una mentira? —Mi pequeña abre los ojos y su mirada se llena de lágrimas—Debes pagarle al frasco.

—No tengo dinero—Cruza los brazos.

—Toma—Zule saca una moneda y se la pasa a mi hija, ella se baja del asiento y corre para depositarlo en el frasco.

Tengo un enorme frasco vacío lleno de monedas, cada vez que se me sale una maldición, una grosería o una mentira hay que depositar una moneda en ella. Por supuesto todas han sido mías, es la primera vez que mi hija pone una.

—No puedes volver a decirle a papá malo, porque no lo es—Mi hija asiente y vuelve a sentarse en el asiento—¿Ahora qué tal si vamos al patio un rato mientras converso con papá?

Ayudó a los pequeños y Sally tomó la mano de Zule para salir de la casa. Las sigo y cuando llegamos al patio trasero mis hijos corren a jugar mientras nosotros nos sentamos a unos metros.

—Ahora, sí, dime, ¿Qué pasa? —Respiro hondo antes de mirarla.

—Imagino que un lugar como ese debe de costar dinero y la verdad es que no me queda mucho—Desvió mi mirada hacia mis hijos­—Debo de conseguir un trabajo, pero…

—Pero si estás con tus hijos va a ser posible—Termina por mí.

—No sé qué hacer—Paso la mano por mi rostro desesperado.

—¿Por qué no vas y miras el lugar? Sé que con Doroti se puede llegar a un acuerdo. La conozco y sé que te ayudará.

—No lo sé, yo…

—Sé un poco optimista, verás que todo va a salir bien.

—Es que…

—Debes empezar a soltarlos algún día, como dices, necesitas trabajo y ellos no pueden estar encerrados, deben aprender cosas, estudiar.

—Lo sé.

—Vamos mañana, solo inténtalo.

—Está bien, gracias.

Nos quedamos un rato viendo a los niños jugar hasta que se retiró primero y luego yo lo hice con mis hijos.

Lo bueno es que los niños estaban agotados y se quedaron dormidos temprano, yo limpié lo que más pude hasta que volvieron a despertar formando de nuevo el caos en el departamento con el desorden.

Zule quedó en venir por mí y los niños en la mañana, pero fue un problema porque era demasiado temprano para ellos. No sabía qué hacer, no dejaron que los limpiara bien por su mal humor de haberlos despertado y estaban irritables.

Traté lo menor posible llevarles la contraria como obligarlos a comer panqueques y les serví cereal, lo único que impidió que hicieran un berrinche es porque iríamos al jardín.

Mis hijos pensaban que era como ir al parque, solo iríamos un rato y volveríamos a casa.

Aún no sabía lo que iba a pasar y esperaba que todo saliera bien, aunque tenía mis dudas y cada minuto que pasaba me sentía nervioso, ansioso y varias me replanteaba si era buena idea.

Estuve tentado en cancelar todo y quedarme con mis hijos en el departamento, tenía miedo que si iban a ese jardín algo les pudiese suceder.

Dejarlos con extraños no me gustaba, pero sabía que debía empezar a soltarlos.

Sin duda esto sería lo más difícil que he hecho.

Zule llegó puntual, mis hijos estaban casi quedándose dormidos, sentados en el comedor mientras desayunaban.

—¿No están listos aún? —Observa a mis hijos frunciendo el ceño.

—Sí.

Aunque no se bañaron, pude limpiarlos y me acerco a mi hija tratando de hacerle un peinado, pero Sally ya luce molesta y manotea mi mano para que no le toque el cabello.

Son las 7:30 de la mañana y suelen levantarse a las 10 u 11.

—Bien, entonces vamos.

Tom empieza a sollozar cuando lo levanto de la silla y se recuesta en mi pecho queriendo quedarse dormido, lo dejo por un momento en el coche mientras me pongo el canguro y lo meto haciendo que se acomode y se quede dormido de inmediato. Subo a Max en el coche y se acomoda con su manta y su dedo en la boca para hacer lo mismo que su hermano.

—No quiero ir, quiero dormir—Sally empieza a sollozar mientras se frota los ojos.

—Tienes razón, cariño, lo podemos dejar para después—Zule abre la boca, pero no dice nada.

Saco a Max del coche y lo llevo dormido hacia la habitación, Sally corre para acostarse al lado de su hermano y pongo a Tom contra la pared y las almohadas pegada a ellas.

Me quedo observando por un momento a mis hijos sintiéndome mejor al verlos dormir tranquilos y todo peso que tenía en mis hombros ha desaparecido.

Al salir me encuentro con Zule y maldigo internamente.

—Lo siento, es que…—Levanta la mano interrumpiendo.

—No voy a juzgarte, no soy nadie para hacerlo, pero debes aprender a soltarte de ellos y enseñarles que no tienen el control. Algún día tendrás que hacerlo y va a ser más difícil para ellos.




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