Un desastre de papá

Capítulo 7

Jonathan

Respiro hondo tratando de contener mis nervios, de nuevo mis hijos se quedan dormidos sentados en el comedor y Zule me da una mirada de advertencia.

Estoy ansioso y quiero decirle que se vaya, pero sé que debo empezar a cambiar las cosas.

—Niño, es hora.

—No quiero papi, vamos a dormir—Susurra Sally haciendo un puchero.

—Cariño, ¿Acaso no quieres ir y ver los juegos? —Mi hija niega con la cabeza.

—Solo quiero quedarme con mi papi—Zule da una mirada pidiendo ayuda.

—Tesoro, vamos por un momento y…

—¡Dije que no! —Está a punto de explotar y me tensiono.

—Sally, cariño, vamos a ir, te guste o no—Trato de hablar determinado, pero estoy a punto de rendirme.

Mi hija me observa con esos ojitos llenos de lágrimas, es como si fuera la peor persona del mundo.

—Vamos, bella, yo te peinaré y te haré un lindo peinado.

Me sorprende que mi hija no estalle a gritos, solo baja la mirada llena de tristeza.

—Hubiera sido mejor que los bañaras, así se hubiese despertado y no tendrían tanto miedo,

—¿Tan temprano? —Pregunto —Podrían enfermarse—La veo suspirar antes de retirarse y alejarse.

Me pongo el canguro antes de levantar a Tom y ponerlo sobre mi pecho, armó el coche y Max ya se ha quedado dormido en él y Sally aparece con una bonita cola.

Me siento muy mal, mi hija ni siquiera me mira.

Al sentir siento la opresión en mi pecho, mi pequeña va cabizbaja mientras salimos del edificio. Zule trata de ponerle conversa, ella simplemente no responde y se queda callada todo el camino. Por suerte queda a dos cuadras donde vivimos y veo que es un lugar hermoso.

Tiene espacio suficiente para que los niños corran, juegos y juguetes.

Al ver esto mi hija levanta el rostro y poco a poco se recompone y sus ojos se iluminan. Levanto la mirada y veo como mi vecina me sonríe mientras caminamos hacia la guardería.

Zuleima se acerca a una mujer mayor quien le sonríe y nos hace pasar por un pasillo y vemos varios salones, al asomarme son pocos niños en cada salón y tiene de todo.

Lo que me gusta es ver que tiene seguridad en todo, son pequeños salones de clases con juegos incluidos y los niños están sentados en silencio haciendo manualidades.

—¿Qué tal si te quedas en este salón? —Le pregunta a Sally—Son los niños de tu edad.

—¿Y mis hermanos? —Es lo primero que pregunta mi pequeña.

—Ellos irán a los salones de ahí y ahí—Señala —Podrás verlos cuando quieras, pero van a estar con sus juegos.

—¿Y papá?

—Iremos a conversar a esa oficina—señala una puerta—También puedes ir a buscarlo cuando quieras—Sally asiente antes de soltarse y una mujer vestida con delantal le abre con una sonrisa. Mi hija duda por un momento antes de tomar su mano y entrar al salón, observa varias veces por encima de su hombro asegurándose que esté aquí.

—Ven, dame al pequeño—La señora no me da tiempo, ella misma saca con cuidado a mi hijo menor y se lo da a otra mujer—No te preocupes, ella lo acostará en una cuna mientras duerme.

—Pero…—Me pongo nervioso cuando se lo lleva, no estoy seguro de que sea una buena idea que Tom despierte solo en un lugar ajeno, sé que se pondrá a llorar.

—Ahora vamos con el de medio—Otra mujer llega y se lleva a Max, quien había empezado a despertar, pero se había quedado quieto y solo observando en el coche.

Me acerco a la mujer que lo mete en un salón y Max está a punto de llorar, doy un paso para ir por él, pero la mujer mayor toma el codo deteniéndolo.

—Es que…—Me señala con la cabeza para que vuelva a mirar y mi hijo está sentado en el suelo junto a otro niño mirando con curiosidad unos cubos para armar.

—No se preocupe por ellos, sus hijos van a estar bien. Las personas que lo acompañan son profesionales.

—Pero…

—Vamos, Jonathan, tenemos que hablar con la señora Stuart—Dice Zule.

Aprieto mis labios y sigo a las dos mujeres, pero sin dejar de mirar sobre mi hombro esperando encontrar el llanto de mis hijos.

Entramos a una hermosa oficina donde hay dibujos pegados en la pared y fotografías de muchos niños. La mujer señala el asiento y lo hago mientras me remuevo nervioso.

—Zuleima me ha hablado de tu situación y lamento todo lo que te ha pasado.

—Gracias—digo un poco incómodo.

—Es importante que sepas que cuentas con nuestro apoyo, de que no estás solo.

—Gracias.

—También sé que no tienes empleo por el momento y nunca lo tendrás al estar al cuidado de los niños, pero eso no debes de preocuparte ahora, no pensamos cobrarte un solo peso por el cuidado de tus hijos.

—¿Qué? ¿Por qué? —Digo incrédulo —Un lugar como este debe costar mucho dinero.

—Lo es, pero ayudamos a los padres en difícil situación—La señora Stuart entrelaza sus dedos—Muchos padres no tienen cómo pagar la mensualidad en un lugar como este, con excelente enseñanza y cuidado hacia sus hijos. Muchos de nuestros pequeños vienen de padres solteros, viudos o huérfanos y sabemos que la situación económica con un niño no es buena, requiere muchos gastos y somos conscientes de lo difícil que es, por eso tratamos de ayudar no solo a los niños, sino también a los padres.

—Yo… no sé qué decir.

—Señor Smith, sé que ha sido difícil para usted, pero ya no está solo. Deje que nosotros nos encarguemos en el día de sus hijos y usted se encargue de conseguir un trabajo. No debe de preocuparse por ellos, está en buenas manos.

—Son los mejores—Dice Zule—Todos son profesionales.

—¿Pero cómo se mantienen si no reciben pagos?

—El jardín obtiene ayuda de muchas personas que están dispuestos a donar el dinero para que siga funcionando, por eso no debe de preocuparse.

—Muchas gracias, la verdad es que no sé qué decir. Hace mucho que he estado solo con mis hijos que…—Mi garganta se cierra haciendo que sienta deseos de llorar.




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