Un desastre de papá

Capítulo 9

Jonathan

Llegamos al jardín y mi corazón late de prisa esperando ansioso la salida de mis hijos, cuando lo hacen veo que salen los tres juntos y me acerco a abrazarlos.

—¡Papi! —Grita Sally soltando la mano de la maestra y empieza a llorar —¡¿Por qué te fuiste?! Nos abandonaste—Sus palabras duelen.

—No es así cariño, mira que estoy aquí.

—¡No! —Sally no deja que la toque y sus hermanos al verla llorar empiezan a hacer lo mismo.

—Lo siento, estaba bien hasta que lo vieron—Dice la maestra pasándome a Tom—Pero no se preocupe que es normal, los niños suelen no recordar a sus padres hasta el momento de salida y es cuando se llenan de nostalgia y empiezan a llorar creyendo que los abandonaron, pero con unos días no será así, ya verá.

Asiento sin responder.

Tom se remueve tanto que me cuesta ponerlo en el canguro, tampoco deja que Zule se acerque y solo Max se deja acostar en el coche. Sally está más calmada, pero sus mejillas están rojas y llenas de lágrimas. Tiene los brazos cruzados, signo de que está enojada.

Caminamos de vuelta a casa, por más que Zuleima les trata de dar conversación, ninguno responde, parece que también están molestos con ella.

—Gracias—digo de prisa tratando de llegar al departamento.

—Jonathan, recuerda todo lo que te dije—asiento, pero no digo nada y entró con los niños.

Lo primero que hace Sally al ver todo ordenado es correr hacia las cajas de juguetes y vaciarlos en la sala y los lanza por todos lados, Max se baja del coche y Tom hace lo mismo y yo me quedo sentado sin decir nada viendo cómo terminan acabando con todo el orden que hice esta mañana.

No puedo disciplinarlos cuando ellos están furiosos por pensar que los abandone, empiezo a pensar

Dejo que descarguen su ira, es lo mejor. Cuando veo que se van calmando les doy su cereal y se van a hacer la siesta donde se quedan dormidos de inmediato.

Regreso a la sala y veo el desorden pensando si recogerlo o no. Al fin y acabo, cuando despierten harán lo mismo, así que no hay mucho que hacer.

Debes darle disciplina, recuerdo sus palabras.

¿Pero qué pasa si ellos nunca la han tenido? ¿Cómo hacer que lo hagan ahora cuando hacen lo que quieren?

No creo que tenga oportunidad de algo, mis hijos ya están perdidos.

Yo estoy perdido.

La siesta parece hacer olvidar a mis hijos que están molestos conmigo y eso me hace relajarme un poco. En la tarde juegan con sus juguetes y después decido llevarlos al parque para compensar un poco el disgusto y llevarlos a comer helado, mis hijos están felices y al llegar a casa me siento muy cansado, pero ellos deciden ir al patio a jugar un rato.

Estoy a punto de negarme, quiero sentarme en el sillón y descansar un poco, pero decido darle un poco más de gusto a mis hijos.

Cuando llegamos a casa estamos rendidos, los limpio con paños húmedos y toallas calientes, cepillo sus dientes y a dormir.

Esta es otra odisea, cuando duermen cansados suelen moverse mucho.

Al final terminó durmiendo en el incómodo y duro suelo.

La alarma suena y me siento como si un camión hubiese pasado por encima de mí. Me levanto y me doy una ducha antes de levantar a mis hijos.

De nuevo es una pelea para dejarse limpiar y cambiar de ropa. Sally me golpea el rostro diciendo el mal padre que soy haciendo que me sienta mal. Los siento en el comedor y mi pequeña se niega a comer su cereal.

—Cariño, por favor.

—No, tú nos abandonas, no nos quieres como ella.

Sé que habla de su madre, puesto que ella nunca le dio amor y cariño y es por eso que me siento mal cuando mi hija piensa que soy igual a ella.

—No mi amor, pero debes empezar a estudiar como niña grande.

—¡Dije que no! —Grita y toma el plato lanzándolo al suelo.

—¡Sally! — Mi voz sale un poco dura y me arrepiento cuando los ojos de mi hija se empiezan a llenar de lágrimas.

—¡Papá Malo! —Sale corriendo y me froto la cara sin saber qué hacer.

Unos toques a la puerta llaman mi atención y la abro para encontrarme a Zule parada mirándome con cara de preocupada.

—¿Está todo bien? —Pregunta y niego con la cabeza.

—Sally está molesta, dice que la voy a abandonar—Susurro sintiendo deseos de llorar.

—A veces los niños pueden ser crueles con sus palabras, pero no puedes dejarte llevar por eso—Toma mi mano—Sabes que las cosas no son así, tú no lo vas a abandonar.

—Yo… ¿Por qué mejor no lo dejamos hoy en casa? —Pregunto desesperado.

—¿Qué pasa si mañana pasa lo mismo? —Pregunta —No puedes dejarte manipular de tus hijos, recuerda, tú eres su padre, tú eres el que manda, no ellos.

—Pero…

—Es tu decisión, pero recuerda que podrías perder el cupo—Dice y se da la vuelta para salir del departamento.

Si pierdo el cupo no tendré quien me ayude con mis hijos.

No tengo cómo pagar una niñera, no tengo trabajo y el dinero se está acabando. No puedo perder esta oportunidad.

—Sally, es hora de ir a la escuela.

—¡No!

—Sally, si no vamos no tendrás televisión.

—¡Papá malo!

Cierro los ojos tomando coraje y me doy la vuelta para organizar a los menores. Mis hijos lloran al escuchar a su hermana llorar y cuando están listos busco a Sally quien luce despeinada por haberse arrancado las coletas. Me acerco y tomo su brazo, Sally grita y me golpea con sus puñitos y aun así la saco del departamento.

En todo el camino grita, me golpea y me muerde la mano.

No me duelen sus puños, pero sí sus mordidas y las cosas que me dicen.

Al llegar al jardín mis hijos terminan enloqueciendo y gritan, se retuercen y hasta Sally termina en el suelo pataleando gritando hasta que le cuesta respirar.

—Déjelos, señor Smith, es normal. Nosotros nos encargaremos.




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