Un desastre elegido

4

Ha pasado una semana desde el café con Rinto.

Y hoy tocaba ver a su familia otra vez.

Me arreglo con calma tal vez demasiada porque si voy a ser un adorno en una negociación alfa, al menos seré el más bonito.

Kai Golpea suave mi puerta.

—Sora, ¿estás listo?

Me miro al espejo. Perfecto. Siempre perfecto.

—Ya casi —contesto mientras ajusto mi collar.

Abro y encuentro a Kai con su tablet y ese aroma cálido que siempre me calma un poco.

—Recibimos la ubicación —me informa—. La firma preliminar con los Minato será hoy por la tarde en el Hotel Kashiwara, sala de juntas norte.

—¿En la tarde? —finjo sorpresa, aunque es típico de los Minato hacer todo a ritmo de alfa dominante.

Kai asiente.

—Eso significa que lo están tomando en serio —responde Kai con tono seguro—. Papi y tú solo deben acompañar. Papá Rikuya se encargará de todo.

Eso de “solo acompañar” duele un poquito.
Pero sonrío igual.

---

El hotel es frío y demasiado elegante.
Caminamos por los pasillos alfombrados hasta la sala de juntas norte.
Y ahí está: el señor Minato, rígido, imponente, tradicional hasta el extremo.

Y curiosamente estaba solo.

Itsuki baja ligeramente la cabeza en saludo, impecable, sereno.
No se agacha.
No se hace pequeño.
Simplemente es correcto.

Entramos.
Se saludan.
Se sientan.

Yo ocupo el asiento detrás de Rikuya, perfectamente inútil pero perfectamente bonito.

La reunión empieza.
Y, claro, es tan aburrida como esperaba.
Números.
Cláusulas.
Porcentajes.
Compromisos.

Itsuki no habla, pero no parece incómodo.
Tiene esa postura tranquila que siempre usa: espalda recta, expresión neutra, manos cruzadas con elegancia.
Es el tipo de silencio que impone respeto, no lástima.
Después de diez minutos quiero bostezar.
Después de veinte, ya estoy planeando mentalmente mi outfit para mañana.
Después de treinta, empiezo a pensar en Rinto… y en esa manera torpe que tuvo de pedirme vernos solos.
Itsuki se inclina hacia mí.

—¿Estás bien? Pareces lejos.

—Los estoy escuchando atentamente —respondo con mi mejor sonrisa de inocencia absoluta.

Él casi suelta una carcajada.
Finalmente, el señor Minato despeja la garganta.

—Procedamos con la firma.

Y ahí es cuando siento un extraño cosquilleo.
Esto va en serio.

Rikuya firma con firmeza.
El señor Minato hace lo mismo.

El clic de la pluma al cerrarse marca el inicio de algo inevitable.

El contrato preliminar está sellado.

El señor Minato recoge su copia.

—Enviaremos detalles sobre la próxima cena familiar y la firma final. Será dentro de dos semanas.

Rikuya asiente profesional.

—Quedamos atentos.

Nos levantamos.

Itsuki se acomoda el saco y me regala una sonrisa suave, cálida.

—Todo salió bien —dice en voz baja, con esa calma que solo él tiene—. Podemos estar tranquilos.

—¿Tú… no te sientes raro por no decir nada? —pregunto, más por mí que por él.

Itsuki niega despacio.

—No era mi lugar para hablar hoy. Pero cuando sea necesario, lo haré.
—Me mira con ese brillo firme en los ojos—. Nunca dudes de eso.

Esa es la parte que siempre olvido:
Su silencio no es sumisión.
Es estrategia.

Yo asiento.

Salimos juntos del salón.
El aire del pasillo se siente más liviano.

Kai revisa su teléfono.

—La familia Minato fue sorprendentemente rápida. Está bien.

Itsuki sonríe un poco.

—Eso significa que no habrá retrasos —dice—. Y menos presión para ti, Sora.

Yo río suave.

—¿Presión? Yo estoy perfecto.—Lo digo con voz alegre, aunque por dentro… el limón empieza a picar.

Itsuki me revuelve el cabello.

—Sabes que no tienes que cargar con nada solo. Todos estamos contigo.

Lo miro.

Fuerte.
Sereno.

Y pienso que ojalá los Minato supieran eso.

—Vamos a casa —digo—. Ya quiero quitarme estos zapatos.

La firma había terminado hace un par de horas, pero yo todavía sentía el olor a tinta cara metido en la nariz. Ya estaba tirado en mi cama, viendo el techo como si fuera más interesante que todo lo que pasó hoy.

—Por fin —murmuré estirándome—. Si vuelvo a oír “beneficio mutuo”, juro que me desmayo.

Mi papi, Itsuki, pasó por la puerta con un vaso de agua.
—No fue tan terrible —dijo con esa calma que siempre tiene—. Y lo hiciste bien. No dejaste que te vieran aburrido.

—Porque me estabas pellizcando la pierna bajo la mesa —resoplé mientras agarraba el vaso—. Pensé que me ibas a hacer un hematoma.

—Funcionó —contestó él, encogiéndose de hombros como si pellizcarme fuera parte del contrato.

Yo iba a quejarme un poco más, pero mi teléfono vibró.
Una notificación iluminó la pantalla.
El nombre me paralizó.

Rinto.

Me senté de golpe. ¿Por qué me está escribiendo? Ni siquiera apareció en la firma…

Abrí el mensaje.

> Rinto:
¿Sigues despierto?
Necesito hablar contigo un momento.
En el restaurante del último piso del edificio donde firmaron.
Si puedes, ahora.

Mi corazón dio un salto tan ridículo que casi se me cae el agua encima.

—¿Qué pasa? —preguntó mi papi.

Bloqueé la pantalla rápido.

—Nada. Solo… me acordé de que tengo que entregar un formulario. Del trabajo. Uno de esos feos.

Itsuki me miró con esa cara de sé perfectamente que estás mintiendo pero no te voy a detener.

—No tardes. Y no camines solo de noche.

—Sí, sí —dije, ya buscando mis tenis como si el piso quemara.

Abrí otra vez el mensaje mientras me levantaba.
¿El restaurante del último piso?
¿En serio?
Ese lugar era bonito bonito, él lo sabría… no sé cómo, pero lo sabía.

¿Por qué quiere verme ahí?

Mi aroma se agitó solo, como si fuera culpa de alguien más.
Estúpido. Solo fue un café la semana pasada, nada para ponerse así.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.