Un Desastre en Nueva York

Capítulo 1. Noche de explicaciones.

La joven le echó más vodka al zumo de naranja para que hubiera más equilibrio en su bebida, o sea, veinte por ciento de zumo y ochenta por ciento de líquido de aguardiente. Eran las proporciones perfectas para poder mantener la negociación de alta importancia con el hombre que estaba sentado enfrente de ella. Él llevaba puesto un traje impecable que consistía de unos cazoncillos con imágenes de elefantes y dos calcetines de diferentes conjuntos, que le daba un toque de misterio a la vestimenta del señor. Él apenas podía divisar los contornos de la mujer que le estaba explicando algo, meneando los brazos efusivamente. Adam había bebido más de la cuenta y el equilibrio para los componentes de su cóctel que le parecía el más adecuado eran el noventa y nueve por ciento de alcohol con el uno por ciento de zumo de naranja que básicamente era una gota que llegó hasta su bebida por equivocación.

La chica se levantó, cogió con una mano el vaso con el líquido inspirador y siguió con su monólogo, era un monólogo, ya que su interlocutor ya no estaba en condiciones para contestarle nada comprensible.

- No digo que no cumpliste mis expectativas o al revés, creo que el problema es de los dos. - Siguió su soliloquio, apoyándose sobre la silla. - Hemos pasado dos años sin vernos, hablando por mensajes de WhatsApp, una herramienta bastante útil para conocerse pero a la vez muy engañosa. Me enviabas mensajes, diciendo que tenía el cuerpo de Cindy Crawford en sus mejores años, era más trabajadora que el presidente del gobierno y mi inteligencia superaba la de Einstein, pero al conocerme, según lo que me vas diciendo cada día, parece que mi apariencia es comparable con la de la prima del Quasimodo, soy más vaga que la chaqueta de un guardia y mi intelecto es inferior al de un simio. 

El hombre intentó balbucear algo, pero de esforzarse demasiado el sonido le salió por otro agujero, saturando con su pestucia el aire que ya no estaba muy fresco en aquella pequeña habitación.

Ella en cambio, consideró este gesto como una aprobación de sus palabras y siguió con la explicación.

- Te entiendo perfectamente, claro. Te mandaba unas fotos pasadas por treinta filtros, que al enseñárselas a mi madre ni ella era capaz de reconocerme, te decía que estaba ocupada las veinte cuatro horas, mientras me echaba seis siestas seguidas y te mandaba citas de los grandes pensadores, atribuyéndolas a mi autoría. Así que el que quiso engañar salió engañado. La decepción nos salió por los dos lados, tú me convenciste de que era una mujer excepcional y yo te demostré que no te había sido del todo sincera.

El hombre tomó otro trago y lanzó un hipo, que le produjo una sacudida a la mujer. La silla, sobre la cual estaba apoyada la figura de la chica no aguantó más presión y se cayó, llevándose consigo al suelo el cuerpo no controlado por su propietaria. La chica se pegó con su labio inferior contra el suelo, que le abrió una herida. La joven no le hizo caso a tal inconveniente, limpió con la mano la sangre que le salía del labio y la mano la limpió con su camisón que llevaba puesto en aquel momento.

Pareció que el golpe le provocó un efecto de providencia divina, la chica se levantó y animada pronunció:

- Me voy a la discoteca, Adam, y no intentes persuadirme en lo contrario.

El hombre soltó otro hipo y le lanzó una mirada vacía hacia la mujer, parecía que tenía un poder de mirar a través de los objetos, ya que no estaba del todo claro, dónde exactamente dirigía su mirada, si era la mancha de sangre en el camisón de su novia en un lugar picante o la pared donde se estaba moviendo una mosca. Sus ojos aparentaban vivir dos vidas diferentes y mirar en las direcciones opuestas.

Al final, Jessa, salió de la cocina y se dirigió hacia el tocador para retocar un poco el maquillaje. Lo que le salió al cabo de diez minutos de vaciar los tubos de cosmética, parecía como mínimo un maquillaje teatral y como máximo el maquillaje de un payaso asesino. Como el último retoque, marcó sus labios con el carmín rojo, saliendo un poco de los contornos naturales de sus labios, dándoles así un tamaño levemente aumentado, más o menos pintando el corazón de una diana desde la nariz hasta la barbilla, que le escondía la herida recién hecha. Estaba perfecta, se hizo una selfie y la publicó de inmediato en sus stories de Instagram, pasándola por todos los filtros, que lamentablemente, no salvaban la situación, anunciándole sobre su salida brutal a todos los usuarios de la red que tenían el honor de seguirla. En total eran diez seguidores, no mucho, pero había que empezar por algo, ella esperaba que alguien de ellos iba a unirse a ella, pero no había demasiados voluntarios. Entró a la cocina y le preguntó a Adam cómo la veía ahora, a la reina de la noche, pero gracias a dios, el pobre hombre se durmió y no pudo vislumbrar la mezcla de la pintura de una fiesta de terror combinaba con el retrato del culo de un gorilla, dibujado en el rostro de Jessa. 

Hecha toda una diva, ella salió por la puerta descalza, llevando puesto el camisón manchado de sangre que parecía una marca menstrual, llevando el móvil en la mano.

 




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