Un Desastre en Nueva York

Capítulo 3. Fin de la relación.

Jessa se dirigió andando hacia la casa de su novio que debería ya haberse ido a trabajar. Mientras se arrastraba los pies por las calles llenas del bullicio de gente, sentía un tremendo malestar y un incalmable dolor de cabeza. No había ni una persona que no hubiera fijado su mirada en ella. Alguien lanzaba un grito de asco, otros de asombro y algunos la miraban indiferente, pensando que era una actriz de una película barata de terror. La chica, en cambio, se dirigía a paso firme hacia el edificio donde vivió los últimos dos meses con el chico que había conocido en un chat de ligues. Al llegar finalmente al edificio, subió al cuarto piso y en cuanto quiso abrir la puerta se dio cuenta de su gran error, no tenía la dichosa llave. Forzó un poco sus neuronas y se acordó de que la tenía la vieja vecina de enfrente, por si acaso. Jessa convencida en su futuro triunfo y en la rápida solución del problema, tocó el timbre de la puerta de la señora mayor, pero aunque escuchó que ésta se acercó hacia la puerta, nadie le respondía. La joven lo tocó una vez más, pero seguía sin respuesta. Después del quinto intento, le dio una patada al enorme trozo de madera, gritando furiosa para que la maldita vieja que la estaba mirando por la mirilla, le abiera la puerta.

- Sé que está allí y me está mirando, abra la puerta, necesito la llave. - Sin ser muy cortés, exclamó la joven.

- Vete de mi casa, desgraciada, o llamo a la policía, - por fin anunció sobre su presencia la mujer.

- Soy su vecina de enfrente, la novia de Adam, tiene la llave de su piso, ¿acaso no me reconoce?

- Sí que te reconozco maldita, eres una de las ladronas que vi por la tele el otro día, asaltaste el banco. ¿Tienes el descaro de venir hasta mi casa llevando puesta la misma máscara que el otro día en el banco?

- ¿Qué máscara? - no comprendía la joven a la mujer que se refería a su maquillaje excéntrico.

- Ahora mismo voy a llamar a la policía, lárgate, miserable.

- Pero soy yo, Jessa, su vecina. Necesito la llave, tengo una reunión urgente.

- Eres una malparida, ya llamo a la policía.

Jessa, apoderada del enfado contra la señora que le estaba intentando atribuir un robo y calidades que estaba segura que no le pertenecían, empezó a golpear la puerta como una loca, estropeando el enmueble.

La mujer mientras tanto no estaba perdiendo el tiempo y llamó a la policía que llegó nada más pasar unos diez minutos. Mientras la chica seguía con su tarea, no notó como se acercaron hacia ella dos agentes espabilados que en cuanto la alcanzaron, le doblaron los brazos y se las esposaron, llevándosela al coche.

- No, por favor, tengo que ir a hablar con mi jefe, es muy importante, no pueden hacerme esto, vivo aquí, esa maldita vieja guarda la llave del piso, la voy a denunciar, suéltenme, - no paraba de quejarse Jessa, mientras los agentes la llevaban por las escaleras.

- Una loca menos, - pronunció la astuta vecina y cerró la puerta con una llave.

Mientras la joven permanecía en el calabozo de la policía de Nueva York, esperando que alguien venga a buscarla y pagar la fianza para que la liberaran después de hacer la destrucción en el edificio donde vivía con su novio, una drogadicta que compartía con ella el pequeño espacio no paraba de mirarla. Jessa no ocultaba su nerviosismo, se estaba mordiendo las uñas y al interceptuar la mirada de la mujer, le hizo una pregunta no exento de lógica:

- ¿Qué miras?

La mujer, sorprendida por su atrevimiento, soltó una carcajada, mostrando sus perfectas encías, ya que la mayoría de los dientes estaba ausente.

- ¿Has pasado la noche en un carnaval? - le respondió con una pregunta la mujer.

- No, intenté pedirle la llave a una señora, la llave del piso donde vivía, pero esa me denunció. - Cotestó Jessa.

- No es de extrañar, si pareces un payaso barato del circo africano. - Dio una risita histérica la drogadicta.

- Anda que tú, puta drogadicta loca, ¿pero te has visto? - exclamó la joven

Esta conversación altamente intelectual fue interrumpida por uno de los agentes que le ordenó a Jessa a salir del cuarto.

- La están esperando, venga conmigo.

Al salir, la chica vio a su novio que se estaba disculpando con uno de los policías por el comportamiento de su concubina. 

- Lo siento tanto, no sé como ha podido hacerle esto a la pobre mujer.

- No se preocupe, ahora debe tener fuerzas y prepararse para lo peor, - le contestó el oficial, aunque el chico no entendía el sentido de estas palabras. Hasta que vio a su novia aproximarse hacia él. No era exactamente la chica que consideraba serla. Era un monstruo despeinado, con el carmín rojo esparcido por toda la cara, ojos ennegrecidos por la mascarilla de pestaños, un nudo gigantesco en vez del pelo, que más parecía un nido de una familia de pájaros, llevaba un camisón de dormir con una mancha de sangre que parecía una marca menstrual y además toda llena de vómito. 

- Me alegro tanto de verte, Adam, sabía que ibas a venir por mí. - Se lanzó hacia el chico Jessa. Este, en vez de contestarle, la cogió del brazo y se la llevó de la comisaría sin poder contener la vergüenza. La metió en el coche y se dirigieron hacia la casa.

- Sé que me porté muy mal, lo siento. - Siguió la chica.

- Intentabas romperle la puerta a la señora Williams, tienes que disculparte con ella, - dijo seriamente Adam.

- Que va, esa vieja no quería darme la llave, pero si es tan importante para ti, me disculparé.

- Sí es muy importante, aunque ya nada podrá aliviar la situación vergonzosa por la que me has hecho pasar hoy, ¿ahora cómo voy a mirarle a los ojos al verla?

- Espero que no salga más.

El chico la miró decepcionado, entendiendo que ella no comprendía lo que significaba todo esto para él.

-  Lo más importante es que estés aquí, conmigo, apoyándome, Adam, - siguió su discurso Jessa, - has venido a por mí y eso habla mucho de ti. Te dije muchas estupideces ayer, pero no era lo que realmente estaba pensando. Seguiremos siendo una buena pareja, ya verás, - se acercó hacia la rodilla del joven su brazo para acariciarla, pero Adam la quitó irritado.




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