Un Desastre en Nueva York

Capítulo 4. Reunión con el jefe.

Después de haber discutido unas cinco veces más con su ya ex novio, Jessa finalmente cogió la maleta y salió del piso, cerrando la puerta de un portazo. Ya iba a bajar por la escalera, pero aprovechó la oportunidad de permitirse el último caprichito, sacó el carmín rojo de su bolso, que solo le había traído mala suerte en estos últimos días, y pintó unas letras gigantes que en combinación representaban una palabra, iniciada por "PU" y acabada en "TA" sobre la puerta de la desagradable vecina que era la última gota en la ruptura con su novio. Contenta por su travesura, se dirigió hacia abajo a toda prisa. Con la maleta en la mano fue andando por las calles de Manhattan, pensando en celebrar el fin de su relación y el inicio de una nueva vida. Pero después de la reunión con su jefe, que creía que se iba a terminar éxitosamente. 

Al llegar a la oficina donde estaba localizada la empresa en la que trabajaba a distancia la joven, se dirigió hacia el ascensor. Al entrar, divisó unas miradas observándola detenidamente, lanzando risitas y quiños de ojos los unos a los otros. Jessa entendió estos gestos como una señal de triunfo entre los representantes del género masculino. Sin embargo, empezó a preocuparse por tanta atención, cuando el ascensor se llenó de más personas de otro género, que sin parar lanzaban unas carcajadas y se sururraban sobre algo detrás de su espalda.

- Es ella, el payaso asesino, - escuchó el bisbiseo Jessa.

Se giró hacia las caras divertidas que se encontraban detrás de su cuerpo, mirando algo en las pantallas de sus móviles y de paso lanzándole unas miraditas cortas a la chica que tenían delante.

No le dio mucha importancia a esta ocurrencia y al salir del ascensor,  se fue decidida al despacho de su jefe, que la estaba esperando desde hace unas cinco horas. La secretaria le dijo aguardar en una silla al lado del despacho, mientras tanto, mirándola a ella y de vez en cuando su teléfono móvil, apenas conteniendo la risa. En cinco minutos, su director pudo recibirla y Jessa, dejando la maleta al lado de la mesa de la secretaria que no le quitaba el ojo de encima, entró y vio al señor Smith, sentado en un sillón negro que parecía un trono de un magnate. La cara del señor Smith no expresaba absolutamente nada, ni desagrado ni demasiada alegría al verla, por lo tanto, la chica no sabía qué esperar de él.

- Siento el retraso, señor Smith, - empezó la conversación la joven, tomando la iniciativa,  - he tenido un inconveniente pero ya está solucionado. ¿Quería hablar de algo conmigo?

- Siéntate, Jessa, - le ordenó seriamente el hombre.

La chica tomó asiento con cuidado y lo miró expectante a su jefe, enseñándole su mejor sonrisa.

- Tienes algo rojo aquí, - le señaló los dientes señor Smith.

Era el carmín de esa noche, que anteriormente tenía esparcido por toda la cara y le entró hasta por la boca. Jessa sin pensarlo dos veces, metió un dedo en la boca y se limpió los dientes delanteros con él. Mientras su jefe hizo una mueca mitad de sorpresa, mitad de asco, la chica no paraba de sonreir.

- Ya está, - le aseguró la joven.

- Bueno, Jessa, - siguió su director, - últimamente tus campañas promocionales han mostrado un resultado bastante bueno, comparando con los resultados del gerente anterior que se encargaba del mismo trabajo.

La joven no se lo esperaba, pero la agradaban las palabras que le decía su jefe. Decidió interrumpirlo y aclarar más el punto.

- Es que necesito adaptarme un poco y se lo juro, en cuanto, aprenda todo sobre el funcionamiento de su empresa, le demostraré que puedo alcanzar unos resultados más elevados, incluso mejores que ahora. No soy tan buena en acciones, impuestos y todas estas cosas, pero lo estoy aprendiendo, hasta me he apuntado a un cursillo, - mintió la chica.

- Por supuesto, creo que eres una buena profesional, una chica dedicada a su trabajo, una buena especialista en el márketing digital y redes sociales en general.

- Ya he hecho un nuevo plan eficaz, ya verá qué buenos resultados traerá. - Insistía la chica.

- Sin lugar a duda, Jessa. Pero hay una cosa. 

La joven se tensó al escuchar este "pero" que salió de la boca de su jefe, la persona que le pagaba y por lo tanto era la única fuente de dinero en estos momentos.

- Tu tarea consiste en crear una buena imagen de nuestra empresa, pero tu comportamiento no te ayuda a cumplir este objetivo. - La miró fijamente, sin poder contener la sonrisa, acordándose de algo.

- ¿Qué quiere decir? - no entendía la chica.

- No podemos seguir trabajando juntos, lo siento. Subiste un contenido a las stories de Instagram de nuestra empresa que no debía haber aparecido nunca jamás.

- ¿Es por la maldita foto de esta noche? - lo preguntó nerviosa.

- Básicamente, así es. Por dios, ¿cómo se te ocurrió poner esa imagen tan absurda y grotesca en el perfil de nuestra empresa de finanzas? - se alteró el directivo, sin poder fingir que no estaba pasando nada.

- Lo siento, fue un error, por favor, deme una segunda oportunidad, no volverá a ocurrir, - lo suplicaba la chica.

- No es posible, lo siento, - le contestó categóricamente.

- Mi hermano se está muriendo de cáncer, necesito dinero para curarlo, - intentó jugar sucio Jessa.

- Que yo sepa, eres la hija única, - le contestó cortante el hombre.

- Pero si usted es amigo de mi amiga Lia que le dio mi recomendación. Me dijo que es una empleada importante en su empresa, más que usted, además. No estará muy contenta al saber sobre su decisión. - Intentó amenazarle Jessa con su amistad importante.

- Lia trabaja limpiando suelos en la oficina. Deberé pensar sobre su futuro en esta organización. - le contestó señor Smith.

Jessa estaba horrorizada, acababa de meter la pata y además traicionar a su conocida, que no era ninguna amiga suya, solo una amistad que conoció en una de las discotecas de Nueva York.




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