Un Desastre en Nueva York

Capítulo 5. Encuentro de amigas.

Jessa, como por un arte de magia, se dio cuenta de que tenía el número de una tan Lia, que había conocido en una de las discotecas de Nueva York. No le dijo nada sobre el pequeño incidente en que acababa de ocurrir en el despacho de su jefe, sino le pidió que le diera su dirección y sin mediarlo mucho, se dirigió directamente a su casa, anteriormente, pasar por una tienda de licores. Ahora llevando una maleta en una mano y en la otra una bolsa llena de alcohol que podría abastecer media población de Nueva York y una botella de Sprite, para equilibrar las bebidas, subía en el ascensor hacia el piso de su nueva mejor amiga. Al verla llorando, Lia, sin dudarlo, la invitó entrar y le ayudó con la maleta.

- ¿Qué dices que te ha pasado? - seguía la conversación Lia, que empezaron por teléfono y que no entendió del todo por los sollozos de su interlocutora, sacando una botella de ginebra de la bolsa.

- Tantas desgracias, tantas desgracias me han pasado esta noche, no te lo vas a creer querida amiga. - Le contestó devastada Jessa, quitando con los dientes el tapón de ginebra que se hallaba ante ella sobre la mesa

- ¿Es por aquel chaval con que estabas en la discoteca? Era un tipo rarito, no sé que encontraste en él, - la miró pensativa Lia.

- Lia, no lo entiendes, era el amor de mi vida, he pasado los mejores meses de mi juventud con él, lavándole los calzoncillos a mano, - contestó Jessa, acompañando su discurso con un sollozo.

La otra chica llenó las copas con ginebra y un poco de Sprite, enfriando la bebida con unos cubitos de hielo, pensando en lo absurdo que era  lavar a mano los calzoncillos de un hombre.

- ¿Pero qué pasó? ¿Me lo puedes explicar? - estaba impaciente por escuchar toda la historia la chica.

- Le dije que no era el hombre del que me había enamorado y él me dijo que estaba de acuerdo, que no me merecía y que tuvimos que dejarlo, porque él se sentía muy mal por no ser como tendría que ser, - se rompió a llorar Jessa, más convencida de su mentira que su amiga.

- ¿Así te lo dijo? -  Preguntó, tomando un sorbo su interlocutora incrédula.

- Te lo juro, así literalmente, - bajó la mirada Jessa, tomando dos sorbitos.

- ¿Y por qué te fuiste de su piso? ¿Por qué no has esperado un poco para encontrarte otra vivienda?

- Ya me conoces, soy tan orgullosa y además, no me podía aprovechar del pobre, si todo se terminó, se terminó. Me ofreció quedarme, pero ¿qué te voy a contar?, ya me conoces mejor que mi propia madre, - le soltó una risita nerviosa Jessa a la chica que vio solo dos veces en su vida.

- ¿Y dónde vas a vivir ahora? ¿Volverás a Dakota del Norte? - preguntó Lia, notando que había una trampa en toda esa situación y esperando que no la incluía.

- Pensé que ibas a dejarme vivir contigo, - la miró directamente a los ojos, metiendo una servilleta en la nariz casi hundiendo el brazo entero, limpiándose los mocos.

Ya lo entendió todo, entendió a qué se debía esa visita inesperada. Lia tensó la mente para poder inventar alguna excusa, pero ya no estaba del todo sobria y su cerebro se negaba categóricamente a funcionar.

- No sé, es que.., - no pudo acabar la chica en cuanto la otra la interrumpió, lanzándose hacia ella en un abrazo.

- Gracias amiga, ya sabía que podía contar contigo, - le dio dos besos a Lia, convencida de su triunfo.

- De nada, - la miró rendida la otra.

- No te preocupes, solo serán unos días, en cuanto me encuentre otro pisito, me largo de aquí. - La aseguró Jessa y se levantó a investigar el piso, donde iba a quedarse el próximo período de tiempo.

- Puedes dormir en esa habitación, - le enseñó la habitación de invitados Lia para que la otra no intente usurbar el espacio de la suya.

Jess, sin esperar la invitación de sentirse como en casa, se sintió como la copropietaria del piso y se dirigió con la maleta a la habitación indicada, mientras su amiga se retiró para irse a dormir, ya que tuvo que levantarse temprano para ir a trabajar.

Al día siguiente, Lia se fue a limpiar las oficinas, las mismas que Jessa pisó por primera y la última vez ayer. Al salir, despertó a su compañera de piso, que dicidió hacerse un desayuno que consistía en tres huevos fritos. Puso la sartén al fuego, rompió tres huevos y se fue a tomarse una ducha rápida que se prolongó unos treinta minutos más. La despertó de su relax el olor fuerte a quemado que salía de la cocina. Jessa se lanzó corriendo hacia la habitación llena de humo oscuro y vio algo negro en la sartén del mismo color. Tuvo que meterlo todo a la basura, ya que la sartén ya no se podía reanimar. Apagó el fuego y decidió que no tenía mucha hambre. Abrió la ventana para ventilar un poco la cocina y escuchó como alguien giraba la llave en la puerta. Lia vivía sola y no podía llegar a esa hora, acababa de irse hace poco más de cuarenta minutos. Por eso, como si fuera la protagonista de una película de acción, Jessa se agarró a una escoba y se dirigió hacia el pasillo a esperar al intruso. En cuanto se abrió la puerta,ella se lanzó heróicamente con la escoba hacia la figura que intentaba entrar y resultó ser su amiga Lia, que estaba llorando sin parar.

- No llores, Lia, no quería asustarte, - la aseguró Jessa.

- No es por ti, tonta, me acaban de despedir, - sollozó Lia.

- ¡Ay, dios! ¿Qué pasó? - la preguntó Jessa, preocupada si no era por lo que le había dicho al jefe el día anterior.

- Alguien le dijo al jefe que yo había dicho que era mucho superior que él y que pretendía ser la directora de la empresa, - no paraba de sollozar la chica.

-¡Ay qué horror! ¿Y quién es ese maldito cabrón que se lo dijo? - la miró nerviosa Jessa, esperando no ser descubierta.

- No lo sé, pero si me entero quién fue, lo mato, - le contestó rabiosa Lia.

- Y yo te ayudaré a acabar con él. Ven aquí mi querida amiga, tienes que tomarte algo.




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