Un Desastre en Nueva York

Capítulo 8. La cita.

Lia esperaba que por lo menos iba a cenar un buen langostino acompañado con caviar negro, humedeciéndolo todo con un buen traguito de Chardonnay. Era la única condición por la que le podía perdonar el estrés tan desagradable al que se vio sometida por culpa de su amiga. Las dos chicas siguieron sus citas que iban a un paso firme en la dirección contraria al local acordado. En cuanto se dieron cuenta de que en vez de un restaurante de lujo se encontraban en la entrada de un Míster Chicken, miraron asombradas a los caballeros.

- ¿Pero no íbamos a ir a Per Se? - consultó Lia, referiéndose al restaurante donde se acordaron a cenar.

- Ah, no, - le contestó Jake, - les dimos la dirección de Per Se, porque era más fácil de encontrar, todo el mundo conoce dónde está.

- Bueno, ya nos está bien ese, - contestó Jessa sonriente, dirigida más por el hambre que por el sentido común.

Lia no se lo podía creer. Aparte de que no iba a cenar en uno de los restaurantes más caros de Nueva York, que era la única razón para aguantar a estos dos flipados, ahora resultó que la iban a llevar a un restaurante de comida rápida. Pero lo que más le dolió, era que su amiga estaba de acuerdo con ese plan. La joven se rindió y fue la última en entrar al dichoso restaurante, aún barajando la posibilidad de escapar sin que la pillaran. Jessa tomó asiento enfrente de Jake, mostrando a su amiga que este caballero era para ella, mientras Lia se sentó enfrente de su hermano granoso. Les trajeron el menú y las dos chicas estaban examinándolo detenidamente.

- Están muy guapas, - pronunció Jake, - aunque no se parecen a las chicas de las fotos, por eso nos costó reconocerlas.

- Tampoco se parecen ustedes a los chicos de las fotos que nos habían enviado. - Le contestó Lia, intentando convertir al chico en cenizas con su mirada.

- Todo el mundo sabe que en esa página nadie cuelga fotos reales, - Le intentó explicar Cris.- Ya habíamos pasado por eso, tuvimos muy mala experiencia, nos salían unas citas muy feas, pero ustedes están muy bien para su edad.

Lia se sintió indignada. ¿Ese individuo más bajito que el enano del Juego de Tronos y más feo que Picio le decía que le salían citas muy feas y además insinuaba que ella y su amiga eran viejas?

- ¿Qué edad crees que tenemos? - Lia fijó su mirada en Cris.

- No sé, - se tensó el chico, supo que esa pregunta era una trampa. Porque si le dices a una chica que se parece más vieja de lo que es en realidad, se ofende y si le dices que es más joven, igualmente lo hace. Así que dicidió no arriesgarse e inventar un piropo. -  Están muy bellas para su edad.

Mientras Lia seguía con el intercambio de palabras con los jóvenes, Jessa, después de que habían traído la comida, pareció haber desaparecido del campo de batalla. Lo único que la estaba interesando era saciar su hambre. Mientras los tres se pidieron unas porciones gigantescas de comida, Lia optó por unas pocas alitas con patatas.

- Entonces, ¿en qué trabajan? En la página pone que son empresarios. - Preguntó Lia, intentando mantener la conversación al ver que su amiga estaba muy ocupada mojando las alitas de pollo en el ketchup y devorándolas.

- Claro, somos empresarios, tenemos un negocio, - le contestó Jake al hacer un sorbo de Coca Cola.

Lia empezó a verle algo de sentido en toda esta cita, por lo menos, podría sacar algo de provecho. 

- ¿Ah, sí? - le dirigió una sonrisa brillante a los dos. - ¿En qué consiste?

- Vendemos periódicos. Los compramos a por mayor en un kiosco y luego los vendemos en la calle. Nos salen unos centavos por un periódico vendido, bastante bien en el período de la crisis, ¿verdad Cris? - le guiñó el ojo a la chica, intentando impresionarla con su gran invento.

- Pero no ganamos mucho, de momento, - se interpuso Cris, - por eso, esperamos que paguen la mitad de la cena porque no nos llega para pagar por todos.

Las dos chicas se miraron alucinadas. Decidieron quedarse solo para comer gratis y ahora resultaba que los pobres caballeros no tenían dinero ni para pagar la cena. Lia perdió la esperanza por completo. Empezó a comer en silencio, intentando por lo menos no dejar nada en el plato, ignorando las dos figuras que tenía delante. Eran unos chicos interesantes, pero no correspondían al tipo que estaba buscando. Vino aquí en busca de un hombre guapo y rico y se encontró con dos perdedores. Sin poder aguantar más el silencio, Lia soltó la pregunta clave:

- ¿Qué buscan en esa página de citas?

- Lo mismo que ustedes, - le guiñó el ojo Jake.

- ¿El qué? - permaneció expectante Lia.

- Hacer el delicioso.

- ¿Hacer el delicioso? - Lia se rompió en una carcajada. 

- ¿Quién habla del delicioso? - preguntó Jessa, distrayéndose de su actividad.

- Las fotos seductoras que nos habían mandado lo dicen todo. - Pronunció Jake sonriente, abriendo la boca en una sonrisa que consistía de los brackets que llevaban trocitos de pollo atascados entre ellos.

- Tengo que ir al lavabo, - sin poder tolerar más esa cita, pronunció Lia levantándose de la mesa.

La pobre chica quería escapar de allí lo más pronto posible, pero entendía que no podía dejar sola a su amiga que parecía estar hipnotizada por la comida. Se dirigió al aseo, pensando en un plan de escape. Decidió mandarle un mensaje a Jessa, diciéndole que se iba y que la siguiera. En cuanto salió al pasillo y sacó el móvil de su pequeño bolso, Jake se acercó hacia ella y la apretó hacia la pared.

- Ya entendí tu plan, nena, aquí me tienes, - susurró con una voz sensual Jake.

- ¿Qué plan? - lo miró atónita Lia.

- Sé que no quieres lastimar a tu amiga, está locamente enamorada de mí, pero está claro que los dos, ni tú, ni yo podemos ocultar más nuestra pasión, venga, que te haré ver el cielo, nena, - se aproximó más a la chica, que le lanzaba una mirada de terror desde arriba.




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