Un Desastre en Nueva York

Capítulo 9. Tercero en el piso.

Lia estaba decidida a cambiar su vida y no tardó mucho en encontrarse un nuevo trabajo. Sabía no solo hacer brillar cualquier tipo de superficie, sino también entendía mucho de contabilidad que era su carrera universitaria, nunca aplicada en la vida real. Así, al mandar unos cien currículum aplicándose a los trabajos en los que tenía cero experiencia, recibió una respuesta positiva, con ayuda del mismísimo dios. Ese dios se llamaba Eliot, era su compañero de la universidad que hace años estaba enamorado de Lia y, al ver su nombre entre las solicitudes para el puesto que estaba buscando para la empresa, donde trabajaba en los recursos humanos, le llamó enseguida. Lia aceptó la propuesta de ir a una entrevista y no reconoció a su compañero, que anteriormente era una criatura sumamente defectuosa y poco agradable. Nunca tuvo éxito con las mujeres, por su aspecto poco agraciado, además toda la universidad creía que estaba destinado a morirse virgen. Sin embargo, se convirtió en un hombre extremadamente atractivo, como si fuera un gusano que se transformó en una mariposa, pero en hombre. Al verse solo una vez, Lia no solo encontró un nuevo puesto bastante prestigioso, sino también un novio.

Jessa, sin poder tolerar la traición de su amiga acerca de su gran plan de convertirse en unas Sugar Babies, aunque de bastante avanzada edad para ese papel, decidió buscarse algo también, pero no le salía nada digno de sus habilidades y potencial profesional. Hubo solo una propuesta en llevar las redes sociales de una agencia de bodas y sin tener más opciones, Jessa la aceptó. De nuevo tuvo que trabajar desde casa, lo que la agobiaba, pero más la agobiaba a su amiga que la tuvo que aguantar durante todo el día en casa, viéndola comerse toda la alimentación comprada por la dueña del piso.

- ¿No quieres buscarte algo para trabajar en la oficina? - la preguntó Lia, intentando no insinuar nada en concreto.

- Ya tengo un trabajo, de momento, no veo muchas ofertas. ¿Te molesto? - la miró con los ojos del gato de Shreck Jessa.

- No, qué va, - le contestó Lia, reprimiendo el deseo de tirar su amiga por el balcón. - Mi novio Eliot quiere vivir conmigo, no sé si no te vamos a molestar.

- No, para nada, yo tampoco les voy a molestar, estaré tranquilita en mi habitación y ni van a notar mi presencia. - Aseguró Jessa.

- Claro, - pronunció Lia, imaginando más a la otra muerta que tranquilita. 

Alguien tocó la puerta y Lia fue a abrirla. Era su novio Eliot con una maleta en la mano, listo para reunirse con su nuevo amor.

- Jessa, es Eliot, mi novio. Cariño,  Jessa es mi compañera de piso que se va pronto. - le dio un beso a Eliot Lia.

Para Jessa la noticia de que ella ya se iba resultó ser una novedad. Pero no le dio mucha importancia a ese aviso y se lanzó a saludar a su nuevo compañero. Llevaba puesto un albornoz de seda y unas braguitas escondidas debajo de él. Al acercarse a Eliot, por un arte de magia el albornoz se abrió y se cayó al suelo, dejando el cuerpo desnudo de Jessa al descubierto. Sin saber qué hacer, Jessa se pegó con su pecho al cuerpo del novio de su amiga, que estaba mirándola incrédula. Lia enseguida cogió un trapo de la mesa y se lo echó en la cara de su amiga.

- Tápate, por dios, - exclamó Lia.

- Lo siento, ha sido sin querer, - cogió el trapo Jessa y salió de la cocina a toda prisa, enseñando el culo casi desnudo.

- No le hagas caso a mi amiga, siempre le pasa algo, - se disculpó Lia, besando su novio y a la vez maldiciendo mentalmente a su amiga inoportuna.

Sin esperar la llegada de la noche, Lia y Eliot se dirigieron a la habitación, entregándose a la pasión. Jessa en ese momento, estaba en el cuarto de al lado, envidiándole a su amiga por su extraordinario hallazgo de novio. Se metió en la cama, esperando la llegada de un día nuevo, tapándose las orejas con la almohada que no le ayudaba a esconderse de los aullidos pornosos que provenían de la habitación de la dueña del piso.

Llevaban una semana viviendo los tres juntos y los gritos de éxtasis que salían cada noche de la habitación donde dormían Lia y Eliot no cesaban. Jessa no podía pegar un ojo, ni los tapones de oídos le ayudaban a esconderse del ruido insoportable que producía la parejita de novios que parecían más dos conejos que tuvieron que cumplir el plan de inseminación de un año en una semana. Por un momento, pensó en mirar los pisos en alquiler, ya que la envidia a su amiga se transformó en una sensación de agresión y estrés que no le dejaba vivir tranquilamente. Así que se metió en Internet a buscar anuncios de alquiler, anotó un par de números y decidió hacer unas llamadas a primera hora del día siguiente.

Por la mañana, Jessa fue despertada por el ruido del agua que provenía de la ducha, pensó que era su amiga que se estaba aseando como lo hacía habitualmente antes de salir a trabajar. Durmió muy mal esa noche y decidió contarle la buena noticia a Lia de que iba a buscar hoy un piso y probablemente dejarlos a solas a explorar en busca de unas mejores sensaciones otras habitaciones del piso en tranquilidad. Se puso su albornoz de seda y se dirigió hacia la ducha y, sin tocar la puerta, ¿por qué iba a tocarla si no estaba cerrada? entró y vio detrás de la mampara transparente la figura de un hombre desnudo, enjabonándose el cuerpo. Él podría seguir con su tarea tranquilamente sin notar la presencia de Jessa que lo estaba observando inmóvil. Ella podría haber salido de la ducha sin hacer ningún tipo de ruido y el incidente podría haber sido terminado en aquel mismo momento. Pero, como era de sospechar, decidió complicarse la vida y lanzó un chillido. Eliot, que no se lo esperaba, se estremeció y se cayó, deslizando sobre el suelo húmedo de la ducha. Jessa volvió a lanzar otro chillido, esta vez de preocupación por la vida del joven.

- Deja de chillar, coño, ven a ayudarme, - le dijo Eliot, que no podía levantarse por su cuenta.




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