Un Desastre en Nueva York

Capítulo 11. Problemas de vivienda.

- Te veo demasiado contenta, - pronunció Eliot al acercarse a Jessa que lo estaba esperando en la calle con la maleta en la mano.

- Ahora podrás estar con tu chica especial, - le contestó Jessa, satisfecha por esa coincidencia de circunstancias. - En caso de que el resto de las chicas especiales no tienen nada en contra, claro.

- ¿Ya te has enterado? - preguntó el joven, recogiendo su ropa y metiéndola en la maleta.

- Es muy difícil ocultar ese tipo de hazañas. Solo quería consultar, ¿cómo se siente ser un hijo de puta y mujeriego crónico?

- No sé, igual que ser una amiga zorra follanovios, - sin ni siquiera mirarla le contestó Eliot.

- ¿Ahora la culpa es mía? - se indignó Jessa.

- No fui yo quien se quitó toda la ropa, seduciéndote.

- ¿No estabas desnudo la primera vez que ocurrió?

- Me desnudé para ducharme, no para tirarte. En fin, ya no hay sentido en discutirlo. Me da igual.

- ¿Cómo puedes ser tan cínico? - sin divisar una pizca de arrepentimiento del joven, preguntó Jessa.

- ¿Sabes qué? Cuando estudiamos juntos, Lia era una chica muy popular y follaba solo con los machos de la universidad. Le regalaba flores y gastaba el último dinero en comprarle detalles, mientras me rechazaba y se reía de mí. Ahora con más de treinta años le cuesta encontrar un príncipe azul, mientras yo tengo una cola de las tías más bellas, esperando que les meta el pito en las vaginas, - pronunció Eliot, levantándose y acercándose a Jessa.

- ¿Ahora vas a intentar convencerme de que te hirieron los sentimientos con una historia lamentable de tu pasado? - Jessa hizo un paso hacia Eliot, encontrándose más cerca al cuerpo del joven.

- No me creas si no quieres, pero lo que te dije era verdad, realmente, me siento bien a tu lado.

Eliot cogió a Jessa de la cintura y la pegó hacia su pecho musculoso. Parecía que estaban solos en el bullicio de la ciudad y no notaban como pasaba gente, mirándo como dos jóvenes estaban en la acera a punto de besarse, rodeados de ropa por todas partes. Jessa cerró los ojos, lista para recibir una caricia de Eliot, que a pesar de ser descubierto, insistía en sus tiernos sentimientos hacia ella. Cuando sus bocas estaban listas a unirse en un beso húmedo y pasional, desde arriba se les cayó encima un cubo de agua apestosa.

- ¿Van a besarse debajo de mi balcón, hijos de puta? ¡Tomen esta! ¡Saboreen mis meados, cabrones! - les gritó Lia desde arriba, lanzando una carcajada maligna.

Los dos se estremecieron por dicha sorpresa desagaradable.Olían fatal y ninguno de los dos tenía donde tomar una ducha.

- ¡Eres una subnormal, Lia! - le gritó Eliot, aunque la chica a la que se dirigían estas palabras se escondió detrás de la ventana.

- Vámonos de aquí, porque es capaz de salir a la calle y montar un escándalo delante de todo el mundo, - lo tranquilizó Jessa, que no deseaba permanecer ni un segundo más en ese lugar.

Eliot se apresuró a recoger el resto de la ropa, con ayuda de Jessa y los dos se fugaron del lugar. 

- ¿Qué vamos a hacer, Eliot? No tengo donde vivir, - empezó la conversación Jessa, mientras iban andando con las maletas por las calles de Nueva York.

- Yo tampoco, no sé si alguno de mis amigos va a dejarme dormir en su casa y menos si vengo con una chica, - suspiró el joven.

- Bueno, he pagado la fianza por un piso de alquiler, - pronunció Jessa.

- ¡Qué bueno! Vamos allí, ¿qué esperas? - se alegró Eliot por la idea de que por fin podría quitarse de encima la peste a orina.

- Hay un problema, el piso estará listo para vivir solo en dos semanas, - aclaró Jessa.

- Ve a hablar con el agente y a ver si te deja alojarse más pronto, yo mientras tanto voy a preguntar a mis amigos.

- ¿Cómo crees que voy a convencerlo? 

- Eres una mujer muy atractiva, debes tener tus trucos, - le guiñó el ojo Eliot.

Así que después de cambiarse en el lavabo de un restaurante, escogiendo una mini falda y una blusa, Jessa le dejó la maleta a Eliot y se marchó rumbo a la agencia inmoviliaria, donde trabajaba Lewis Nickson, con la intención de convencerlo a darle las llaves del piso alquilado. Entró a la oficina y sin tocar la puerta, se adentró al despacho del agente inmoviliario que la había atendido aquella mañana.

- Buenas tardes, señor, Nickson, ya nos hemos visto hoy, pero me gustaría hacerle una consulta. - Se sentó Jessa frente al hombre.

- Buenas tardes, señorita Simpson, ¿algún problema? - se puso nervioso el joven que ya se iba a irse a casa.

- No, ninguno, solo quería pedirlo que me dejara las llaves de mi piso alquilado, - le contestó Jessa, dirigiéndole una sonrisa.

- Me parece que hemos aclarado este punto, el piso estará disponible en dos semanas. - Pronunció amablemente Lewis, notando un aroma raro.

- Ya lo entiendo, pero verá, me he quedado sin el lugar donde vivir, ¿a lo mejor hay alguna manera de arreglarlo?, - se levantó de la silla y se sentó en el borde de la mesa, dejando al descubierto una pierna, envuelta en la mini falda que apenas le tapaba el trasero.

- Lo siento, pero no hay manera de arreglarlo, - pronunció Lewis, alejándose en la silla hacia la pared.

- Creo que podría hacer algo por usted y usted por mí, - se acercó Jessa, jugando con la corbata del hombre e intentando atraerlo hacia ella, trando de la corbata al hombre y a la vez haciendo notar aún más la pestilencia que desprendía su cabellera mojada. 

- No puedo hacer nada por usted, ya se lo he dicho, - arrancó la corbata de las manos de la chica insistente y evitando el acercamiento de la morra maloliente hacia su fisonomía.

Jessa decidió no esperar más hasta que la providencia divina le ayude y se sentó encima del caballero, cogiendo el rostro del hombre en sus manos y acercándolo hacia el suyo. En cuanto se quedaban pocos centímetros entre sus bocas, el pobre hombre exclamó:




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