Un Desastre en Nueva York

Capítulo 14. Problema resuelto.

Durante la noche, Eliot no se acercó a Jessa ni una vez, durmiendo alejado de su cuerpo, que no le molestó a la chica en absoluto, debido a que estaba dormida como un tronco. Sin embargo, por la mañana, en vez de un beso, la despertó un empujón de parte del joven.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué me estás empujando? 

- Tenemos que hablar.

Esa oración no le gustaba a ningún ser vivo del planeta y menos a Jessa, el cerebro de la cual procesaba esa frase y se la devolvía a su dueña un poco modificada, como "no puedo soportar verte más." Sin embargo, a diferencia de todos los casos cuando escuchó esas tres palabras, ahora no había ninguna razón para temer, en la humilde opinión de la joven.

- ¿De qué quieres hablar? - se despertó enseguida Jessa.

- Creo que sería mejor que te buscaras otro lugar para vivir. - Le dijo Eliot, desviando su mirada de la joven despeinada.

- ¿Es por lo de ayer? No es lo que piensas, es tu madre que fumó en casa, tiene una caja llena de puros y se los fuma como si fuera un inhalador de hierbabuena. Tuve que seguirle el juego a ella para no hacer el escándalo. Pero créeme, no es como piensas que es, es muy astuta, mucho.

Tanta sinceridad por parte de la chica no provocó ningún efecto positivo en el joven. Al revés, se sintió ofendido por las palabras pronunciadas por Jessa que intentaba hacerlo creer que su madre era una mala persona, además de mentirosa, cuando en realidad, solo quería ayudarle a superar su adicción. Eliot ya había tomado la decisión de separarse de la chica y lo que ella acabó de pronunciar solo reforzaba la seguridad de que su decisión era la adecuada.

- Es igual, Jessa. Nuestra relación empezó mal. Los dos no hicimos lo correcto al haber engañado a Lia, tu amiga y mi ex novia. Ahora tengo unos malos recuerdos de lo que le hicimos y no creo que podamos tener un buen futuro, empezando así. Espero que comprendas y cuando regrese hoy del trabajo, ya habrás abandonado el piso de mi madre.

La chica no se lo podía creer. El hombre que un día antes le dijo que ella era especial para él y que no estaba en contra de tener relaciones sexuales con ella, engañando a su novia, ahora le decía que lo sentía mucho y que no debían estar juntos. Se rompió a llorar desconsoladamente, mientras el chico intentaba tranquilizarla, dándole unas leves palmaditas en la espalda. 

- No llores, ¿vale? Tengo que irme a trabajar. Eres una chica muy atractiva, inteligente y simpática, seguro que te encontrarás a alguien que te valore y te pueda hacer feliz.

Esas eran las últimas palabras que escuchó de la boca de la persona que la había traído hasta allí. En cuanto Eliot salió por la puerta, la dichosa mujer apareció de su escondite, con una sonrisa que expresaba un alto placer. Había escuchado toda la conversación y estaba contenta por el éxito de su maligno plan de deshacerse de la joven. Jessa, al ver a la razón de todos sus problemas, no pronunció nada, limpió las lágrimas y fue a recoger las pocas cosas que tenía en el piso. En cuanto la maleta estaba lista, la chica la cogió, la metió en el cuarto de ducha y se encerró allí. La señora no le dio mucha importancia a este gesto, ya que su plan ya fue cumplido y quedaba poco para que la intrusa se fuera de la vida de su hijo para siempre. Se quedó esperando en la cocina, encendiendo un puro que tenía escondido detrás del armario. Se sentó en una silla, puso las piernas sobre la mesa e hizo una calada honda, a la espera de la aparición de otra novieta de su hijo aniquilada. Sin embargo, se tensó cuando Jessa abrió el agua a tope y empezó a gastarla como si tenía la intención de sacar todo el líquido que se suministraba por la tubería. 

- Sal ya, malparida, me vas a gastar todo el agua, - le chilló la mujer, tocando la puerta de la ducha.

- Antes de irme, voy a limpiar toda su maldad de la que está saturado mi cuerpo, - le contestó victoriosa Jessa, sin ni siquiera intentar aflojar el chorro potente de agua.

- Ya sabía yo que no le servías a mi hijo, maldita zorra, no te lo mereces. Solo sabes gastar, inútil.

- La idea de echarme la culpa por el humo me ha encantado, pero ¿usted no tiene vergüenza? - le gritó la joven a través de la puerta.

- ¿Pensaste que mi único hijo no me iba a creer sino a ti, la putilla de la calle? Me voy a fumar mis puros y nadie me lo prohibirá. Ya no podrás persuadir a mi hijo de que yo fumé.

- Así no tendrá nietos tan deseados si le va a estropear todas las relaciones a su hijo. - Siguió el contraataque Jessa.

- Que se jodan los nietos, odio a los niños y más a las zorras que me trae mi hijo, no se quedará con ninguna de ellas.

Contenta por haber escuchado bastante, Jessa apagó el agua, cogió la maleta y sin decirle nada a la mujer, le echó una sonrisa complacida y se fue del piso. En cuanto cerró la puerta, envió la conversación grabada a Eliot en un WhatsApp, bloqueó su número y lo borró de la lista de sus contactos. No iba a quedarse con el hijito de su puta madre, aunque se lo pidiera arrodillado. Como de habitual, decidió celebrar el fin de otra relación terminada en el mismo bar donde pasó la tarde anterior. Contenta de ver a su nuevo amigo, se sentó en la barra y se pidió un gin-tonic.

- ¿Finalmente te han echado del piso? - preguntó el joven poco sorprendido por ver a Jessa en el bar.

- ¿Cómo lo sabes? - lo miró confusa la chica.

- A no ser que has sacado tu maleta a pasear, te estás mudando. - Le señaló su acompañante rosa que estaba al lado del cuerpo de Jessa.

- Eres un detective, - le sonrió la joven, - podrías abrir una agencia de investigaciones.

- Ya estoy bien con abrir un bar.

Ahora Jessa lo miró con otros ojos. Al enterarse de que no era un simple camarero, sino el dueño del bar, el joven le ha parecido más atractivo de cara y su mundo interior ahora aparentaba ser más interesante.

- ¿Así que es tu local?




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