Un Desastre en Nueva York

Capítulo 16. Tony sin mojar.

Jessa abrió los ojos como platos. Pareció que había visto como mínimo a un animal exótico y como máximo algo que no existía. No sabía si su ex novio Adam le había mandado el mensaje por equivocación o si simplemente era un tonto del culo. Se lo dejó claro a Jessa, no quería estar más con ella, pero ahora pareció que quiso volver a ser novios con la chica.. 

- ¿Una segunda oportunidad? ¿Qué cojones?, - exclamó la joven sin darse cuenta que al lanzar este grito llamó la atención de todo el bar.

- ¿Qué pasa? - se preocupó Tony al escuchar unas palabras tan ínfimas salir de la preciosa boquita de una criatura tan elevada. 

- Que mi ex quiere volver conmigo, ¿te lo puedes imaginar? - le transfirió su indignación al joven.

- Mándalo a la mierda, - le dio un consejo más útil que podía el chico, aún interesado en mojar su parte íntima en la de Jessa.

- Si eso quiero hacer, pero no sé, me da pena. ¿Y si podemos volver a estar juntos? - dudó un instante la joven.

- Te echó a la calle por una tontería. ¿No te acuerdas cómo tuviste que buscar donde vivir con una maleta en la mano y más sola que un condón tirado?

A Jessa le sorprendió escuchar  el aforismo tan poco usual de parte del joven, pero la hizo pensar en que Adam era la razón de todo su vagabundeo posterior por los pisos de la gente que apenas conocía. Apreció la preocupación de su nuevo amigo, pero hizo según le decía su única neurona que le funcionaba con intermitentes. Tony no entendía la lógica de una mujer que no se podía ser descrita ni con un libro de diez tomos. En cuanto se alejó de la barra para atender a sus clientes que abundaban el bar, Jessa le mandó un mensaje al desgraciado de su ex.

- ¿Qué oportunidad? - contenía el mensaje de Jessa.

Empezó a mirar su WhatsApp para ver la aparición de Adam en línea. Pero no aparecía. En cuanto vio la deseada frase: “Está escribiendo” salió del chat y esperó ansiosa la aparición del mensaje en la pantalla de su móvil. Aguardó unos cinco minutos, pero no le llegaba nada.

- ¿Me está escribiendo un poemario o que le pasa a este idiota? - pensó la joven sin recibir ningún tipo de respuesta.

Traicionada por su curiosidad, entró al chat y al mismo tiempo le apareció el mensaje del joven, que decía que se estaba arrepintiendo y que la echaba de menos y que quería que volviera con él. 

- Mierda, - pronunció Jessa, defraudada por esa metedura de pata por su parte.

Revisó el mensaje al instante que era un gravísimo error en los asuntos tan delicados. Apagó el móvil y decidió dejarlo en visto durante un rato, segura de que así se ganaba más valor. Siguió con lo único que le quedaba en aquel momento, esperar que acabara su trabajo el dueño del local que no paraba de invitarla a más gin-tonics.

- ¿Estás lista para ir a casa? - consultó Tony lanzándole una sonrisa más encantadora posible, aunque no la animaba a la joven en absoluto.

-Sí, nos podemos ir. - Balbuceó la chica al llegar a la condición correcta.

Al pisar el suelo del piso de Tony, Jessa notó que había bebido demasiados gin-tonics, una reiterada vez. Su acompañante lo comprobó y decidió aprovecharse de la oportunidad, que a lo mejor no le iba a presentarse nunca. Cogió el cuerpo de Jessa en brazos y la llevó a su habitación.

- ¿Has pintado las paredes? - miró a su alrededor la chica levemente muy borracha que no entendía que se encontraba en la habitación de Tony en vez de la que había usurpado ayer.

- Eres tan graciosa, - sonrió el joven, pensando en que la cara seria de la chica indicaba a un sentido de humor muy refinado.

Tony empezó a acariciar el cuerpo de Jessa, intentando de este modo despertar en ella una pasión inabarcable la misma que estaba sintiendo él en aquel momento. Le masajeó las piernas, subiendo arriba hasta llegar con la mano hacia sus senos.

- Tengo calor, - le anunció la chica mareada, que estaba bajo efectos de los gin-tonics que se había tomado en el bar.

Ella no se encontraba muy bien, y lo último en que estaba pensando era en hacer intimidad con el joven, las toques del cual no sentía por falta de sensibilidad debido a las altas cantidades de alcohol tomado.

Tony, en cambio,  entendiendo sus palabras como una llamada a la acción y la reacción necesaria a sus masajes torpes, empezó a desabrochar los botones de la camisa de ella, liberándola de las prendas innecesarias. Al quitar la camisa del cuerpo que parecía el prototipo de una muñeca de madera, le bajó el pantalón a la joven, dejando al descubierto sus piernas un poco descuidadas y llenas de vello comparado con la piel de un lobo.

- Agua, tráeme agua con hielo, tengo sed, - suplicó la pobre borrachina.

El joven, decepcionado con su concubina que le dio la calabaza por segunda vez, se levantó de la cama y se dirigió hacia la cocina. No se iba a rendir, en cuanto Jessa iba a saciar su sed, Tony esperaba saciar su hambre, aunque solo en el aspecto sexual. Llenó un vaso de agua, sacó unos cubitos de hielo y se los echó dentro. Antes de traerlo a la bestia amaestrada que lo estaba esperando en la cama, decidió pasar un cepillo por los dientes, para amentolar un poco el aliento a algo medio corrompido. Al salir de la ducha, listo para meter su gancho desprovisto de cualquier atención femenina desde hace meses, oyó un rugido que salía de su habitación. Parecía un aullido de un animal salvaje abandonado en el medio del bosque y preparado para morir en soledad. Se lanzó con el vaso de agua al cuarto donde había dejado el cuerpo prácticamente sin vida de su compañera y la vio yacer inmóvil, ocupando todo el espacio de su lecho, torcido en una postura extraterrestrial. El rugido que se escuchaba era el ronquido que provenía de la boquita delicada de la bella dama. Tenía el pico entreabierto, sacando babas que corrían por una de sus mejillas, como si fuera un bebé que aún no había aprendido a controlar sus reflejos. Al ver esa caricatura que se extendió sobre su cama, Tony dejó de lado la idea de hacer el delicioso, ya que la escena que estaba viendo le provocaba más retorsión que deseo sexual. Se tomó un trago de agua helada que sostenía en sus manos y se dirigió a la habitación de invitados, dedicada anteriormente a su nueva compañera de piso. Se metió en la cama y maldiciendo a todo el ser vivo del género femenino, dio una docena de vueltas y se durmió enfadado con su cruel destino.




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