Un Desastre en Nueva York

Capítulo 17. Incidente en el bar.

Jessa se despertó con un desastroso dolor de cabeza. No entendía donde se estaba encontrando, el lugar no le sonaba. Echó el vistazo a la habitación y en su memoria aparecían trozos de acuerdos de la noche de ayer. Forzó su cerebro inútil que le presentó un regalo inesperado. Se acordó de las manos sudorosas de Tony que la estaban tocando la noche anterior. ¡Qué asco! No quería tener nada con él, ni siquiera si se iba a olvidar del proceso. Se miró y divisó que no llevaba camiseta, solo unas medias negras. ¿Medias e en pleno verano?. No podía habérselas puesto. Eso lo tenía claro. Ese loco le había puesto unas medias ayer por la noche, pero Jessa no entendía la razón. ¿A lo mejor era un psicópata que vestía sus víctimas antes de violarlas? Tensó un poco la vista y se dio cuenta que no eran las medias. Eran sus piernas peludas, cubiertas de vello negruno. 

La situación resultaba ser aún más desagradable. Tony le quitó el pantalón. Eso significaba que la había violado, ya que la chica no sintió nada. Era probable que no podría haber sentido nada ni si la hubiera pisado un tren, tan borracha se encontraba. Sin embargo, Jessa decidió ponerle fin a los acosos de su compañero y  decidió dirigirse al bar. Tomó la primera pastilla que vio en el cajón de la habitación de Tony que estaba al lado de la caja de unos condones cubiertos de polvo, descansando en silencio sin ser usados desde el primer día de su adquisición. 

Puso el pantalón tejano y se dirigió a paso firme hacia el bar. Mientras se aproximaba hacia el local, notó un revolcón en su estómago. Parecía que allí estaba formándose una tormenta, a la que no quería hacerle caso. Pensó que se debía al exceso de alcohol tomado ayer y también a su baja calidad. Vi muchas veces como Tony mezclaba la ginebra con algo, era probable que la mezclaba con el agua del grifo que no estaba segura ni para lavarse el culo con ella, pues uno se iba a traer más microbios al usar el agua de la tubería de Nueva York que dejarse el trasero cagado.

Al entrar y divisar la figura del chico en la barra que estaba sirviendo un bocadillo y una cerveza a su cliente, Jessa, sin perder ni un segundo exclamó:

- Te he pillado, puto violador.

La confesión tan sincera llamó la atención de medio bar y además de los transeúntes que querían entrar pero negaron hacerlo por los motivos obvios. Los ojos del pobre Tony parecían dos océanos, no por su color, sino por el tamaño que adquirieron al escuchar esa frase providencial, que en su opinión no tenían nada que ver con sus antecedentes penales.

- ¿Estás loca? ¿Qué dices? - Intentó apaciguar la vehemencia de su nueva amiga el joven. 

- Me he despertado en tu cama sin el pantalón y sin la camisa, ¿creíste que no me iba a enterar? - le escupió Jessa que estaba peleando con dos tormentas en su interior, una de su ser femenino herido y otra de su estómago que estaba a punto de explotar.

- Te traje a casa casi sin vida, tan borracha estabas  te ayudé a desnudar para ponerte a dormir. No te hice nada. - Contestó Tony, poniéndose colorado como una remolacha. 

Divisó que las miradas de todos sus clientes vagaban de la figura de la chica que estaba a punto de cagarse, hacia la figura del dueño del local, que probablemente era un delincuente.

Jessa ya no podía contener más la avalancha que estaba rugiendo en su interior y se dirigió corriendo hacia el lavabo. Se olvidó de que Tony era un empresario muy precavido y guardaba las llaves de los lavabos en la barra, para que los mendigos o la gente que entraba sin pedir nada no utilizara sus servicios. En cuando alcanzó la puerta y se agarró de la maneta para abrirla, como un rayo la atravesó la horripilante providencia de que la puerta estaba cerrada, pero ya no tenía tiempo para volver a por la llave.

- Tony, tráeme la llave, por favor, - suplicó la chica, arrodillada en la puerta del lavabo del bar. Si iba a levantarse, su culo, hecho todo un volcán dormido, se despertaría y sacaría toda la lava guardada a la superficie.

- Soy un violador, ¿te has olvidado? - contestó el joven, enfadado con las palabras que le había dirigido anteriormente su amiga.

- Por favor, Tony, ten compasión, - rogó la chica en un aullido.

- ¿Y eso? - no pensaba ceder Tony, sin imaginarse las dimensiones de la catástrofe que se avecinaba.

-  ¡Que me voy a cagar aquí mismo sobre tu suelo recién lavado, joder!

Al escuchar esa amenaza, el chico agarró la llave y se lanzó hacia donde se encontraba Jessa arrodillada, lista de defecarse allí donde estaba. Por suerte, él llegó a tiempo y pudo salvar a su compañera de un desastre. Sin embargo, en cuando ella se aproximó hacia la barra, notó como todas las caras se dirigieron hacia ella, sin poder contener unas risas histéricas. Hecha toda una furia, salió del bar. Pero al hacer unos pasos, se dio cuenta que no tenía la llave para volver a casa. Entró de nuevo, llamando la atención de todo el público.

- ¿Has dejado algo aún? - sin esperar que empezara la conversación le dirigió la palabra Tony, acompañada con las risitas de sus clientes.

- Necesito la llave, - se aproximó hacia la barra la chica, diciendo casi en un susurro.

- ¿Qué llave? ¿Otra vez quieres al lavabo? - exclamó Tony para que lo oyera todo el mundo.

- No, la del piso, - concretó la chica.

- No has dicho las palabras mágicas, - siguió el espectáculo Tony.

- Joder, ¿me das la llave o no? - se enfadó Jessa.

- Por favor, dilo, - insistió el joven.

- Dame la llave, por favor, - se rindió ella.

Tony, con una mirada de superioridad, le dio la llave a Jessa, que en cuanto obtuvo lo que estaba buscando, dio una vuelta y salió del local.




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