Un desastre perfecto

¿Qué opinan de sus padres?

Kai – 18 años (Alfa)

A mis dieciocho años todavía me sorprendo cuando me veo al espejo y veo el rostro de papá Rikuya.
La misma mandíbula, la misma postura recta, la misma mirada seria que intimida sin querer.
Fisicamente soy casi una copia suya, y de niño eso me hacía sentir… especial, supongo. Como si tener su imagen significara que algún día podría ser tan fuerte como él.

Pero crecer con dos papás es darse cuenta de que la fuerza viene de dos lugares.

De papá Rikuya heredé lo duro.
Pero de papá Itsuki heredé lo humano.

Lo más loco es que de niño yo pensaba que papá Itsuki era frágil.
Ahora sé que era todo menos eso.

Recuerdo una vez, cuando tenía quince años y tuve mi primer ataque de ansiedad por los exámenes. Sentía que iba a defraudar a todos. Papá Rikuya me dio un abrazo fuerte, de esos que te hacen sentir seguro… pero fue papá Itsuki quien se sentó conmigo, respiró a mi ritmo, y me dijo:

“Ser alfa no significa cargar el mundo solo, Kai.”

Lo dijo con tanta calma, con tanta verdad, que me rompió en llanto.
Y él me sostuvo sin juzgar.

Yo soy físicamente como papá Rikuya, sí.
Pero emocionalmente… soy hijo de Itsuki también.

Papá Rikuya es mi referente.
Papá Itsuki es mi equilibrio.

Y cada día agradezco haber salido mitad de ambos. Ellos son el molde de la persona que quiero ser.

---

Ren – 13 años (Alfa, mellizo mayor)

Dicen que Sora y yo somos una mezcla perfecta de nuestros papás.
Yo tengo la mirada seria de Rikuya y la sonrisa suave de Itsuki.
Sora tiene los rasgos delicados de Itsuki pero la presencia firme de Rikuya.
Es divertido cómo funcionó.

Pero creo que mi visión de ellos cambió el día que me metí en problemas por defender a Sora.
Un muchacho lo estaba molestando por ser Omega y yo no lo pensé dos veces.
Terminé golpeándolo no fue mi mejor decisión y llamaron a casa.

Los dos papás fueron.

Al llegar, papá Rikuya tenía esa cara de “estoy furioso pero primero debo entender”.
Papá Itsuki tenía esa calma peligrosa que da más miedo que cualquier grito.

Cuando escucharon la historia, Rikuya soltó un suspiro y dijo:

—No quiero que golpees, Ren… pero hiciste lo correcto al no dejar solo a tu hermano.

Y luego papá Itsuki se agachó frente a nosotros y añadió:

—Proteger está bien. Perderte a ti no.

Ahí entendí que ellos son un balance perfecto.
Que uno me enseña a ser fuerte sin perder la cabeza,
y el otro, a ser fuerte sin perder el corazón.

Mis amigos dicen que mis papás son “lo opuesto”, pero no lo son.
Son lo mismo expresado de dos formas distintas.

Y yo… yo quiero seguir siendo esa mezcla de ambos.

---

Sora – 13 años (Omega, mellizo menor)

Siento que soy el que más se parece a papá Itsuki.
Físicamente tengo su cabello rubio y esa sonrisa suave que siempre logra calmar a cualquiera, pero también heredé la nariz recta de Rikuya y su forma tan característica de fruncir el ceño cuando algo no me parece.

Pero por dentro… soy más como papá Rikuya.

Aunque soy omega, igual que Itsuki, no soy tan sensible emocionalmente como él, ni tengo su forma delicada de procesarlo todo.
Tengo la impulsividad contenida de Rikuya, su paciencia dura, esa manera silenciosa de soportar más de lo que dice.

A veces mi cuerpo, por ser omega, me exige demasiado.
Se agota, se satura, se quiebra un poco.
Pero mi mente… mi mente funciona como la de Rikuya:
resiste, observa, analiza, se pone de pie incluso cuando quisiera dejarse caer.

Y aun así, papá Itsuki siempre está ahí.
Él me entiende desde otro lugar: desde la experiencia.
Sabe leer mis feromonas, sabe cuándo mi pecho está tenso o cuándo me estoy guardando demasiado.

Lo sorprendente es cómo Rikuya complementa eso.

Muchos creen que los alfas no comprenden a los omegas.
Pero él sí.
Vaya que sí.

Cuando tengo un mal día, Rikuya no me presiona.
Me da espacio, me mira sin juzgar, y luego pone su mano grande y cálida en mi espalda hasta que mi sistema entero empieza a regularse.
Y funciona.
No porque me trate como frágil, sino porque me trata como alguien fuerte que a veces también necesita sostén.

A veces pienso que mis dos papás se equilibran tanto que uno sostiene el alma y el otro el cuerpo, y juntos me enseñaron a no avergonzarme de ser omega.

De pequeño creía que los omegas estábamos destinados a ser los “protegidos”.
Pero Rikuya y Itsuki me demostraron que no, que somos valiosos, fuertes, necesarios, incluso peligrosos si lo decidimos.

Yo no sería quien soy sin ellos.
Y aunque muchos digan que físicamente soy la copia de Itsuki…
por dentro sé que soy el reflejo más claro de Rikuya.

---

Ayla – 8 años (Omega)

Todos dicen que físicamente soy la que menos se parece a mis papás.
Y sí, es verdad.

Tengo el cabello rubio como papá Itsuki, pero no tengo su forma de ojos, ni la nariz pequeña de papá Rikuya, ni los rasgos fuertes de Kai, ni la combinación perfecta de mis hermanos mellizos.

Mi aroma tampoco se parece a los demás.
Papá huele a pino, papá Rikuya a café, Kai a caramelo, Ren a mezcal y Sora a miel con limón…
yo soy rocío frío, como una brisa suave.

A veces pensé que era rara.

Pero cuando se lo dije a papá Itsuki, él me abrazó tan fuerte que casi me quedo sin aire.

—Ayla —me dijo—, los vínculos no empiezan en la sangre. Empiezan en el corazón. Y tú naciste aquí —puso su mano en su pecho—, mucho antes de que yo te conociera.

Me sentí tan feliz que lloré un poquito.

Porque puedo no parecerme a ellos…
pero soy su hija.
Lo sé porque papá Rikuya me carga como si fuera su tesoro,
y porque papá Itsuki me mira como si fuera la luz más bonita que entró a su vida.

A veces, cuando estamos todos juntos en el sillón, pienso:



#1419 en Novela romántica
#414 en Otros
#188 en Humor

En el texto hay: omegaverse, confusion, chicoxchico

Editado: 23.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.