Había llegado cansado de tanto caminar, y cómo no, si su madre era una adicta a esas tiendas de descuentos navideños que se abarrotaba de gente. ¡Pero claro…! La señora debía hacer compras de último momento para aprovechar las ofertas.
«Pero lo importante es que llegamos sanos y salvos».
No, Axel no exageraba, siempre pensaba así porque no había lugar donde su mamá no se detuviera a hablar con alguien, era increíble la habilidad que tenía esa mujer para generar una conversación, aun cuando estaba asfixiada en un tumulto, peleándose por unas medias, o en una fila interminable para pagar. Valeria preguntaba por toda la familia, por la cena, por parientes, por las mascotas, pero para ser honestos, Axel sabía que su mamá era un ser maravilloso, pero pecaba de chismosita.
Ya estaba listo para esa noche, vestido tal como ella había insistido. Con ese suéter horrible que tenía la cara de Santa cubriéndole el pecho y el abdomen y como a Valeria no le bastaba con eso, el gordito sonriente llevaba luces que parpadeaban haciéndolo ver aún más ridículo. ¡¡No hubo poder humano que evitara semejante crimen con su cuerpo!! Ni porque le dijo que era “¡su cuerpo!” Y que él decidía qué ponerse. Aún tenía la risa macabra de su madre respondiéndole que ni en eso tenía autoridad hasta que no aprendiera de moda. Por supuesto, también agregó que toda la familia llegaría con su suéter ridículo (aunque su madre dijo navideño) y él debía unirse a ese espíritu de la época.
Quizás refunfuñar era parte de la edad, porque en el fondo, a Axel le gustaba sentir ese suéter, no iba a retraerse de que era ridículo, pero se veía bien y solo pensar que sus primos llevarían uno parecido, lo hizo sonreír.
Los gritos de su madre lo obligaron a despabilarse y bajar las escaleras. ¿Por qué siempre gritaba como si vivieran en una mansión?
«¡Axel, ayúdame a poner la mesa!»
«¡Hijo responde a tus abuelos!»
«Axeeel… revisa que santa tenga galletas».
Su casa era como si hubieran robado la Navidad solo para ella, su mamá se tomaba muy en serio eso de, “entre más adornos, mejor”. Incluso tenían un Santa gigante en la entrada que en sus regordetas manos sostenía un platito y él, era el encargado de mantenerlo lleno de dulces para los que pasaban. Aunque para ser sinceros… hasta ese día, Axel era quien se los comía para que ella no se sintiera mal.
La familia comenzó a llegar y los primeros fueron sus abuelos, que como buenos ancianos independientes no quisieron que Valeria fuera por ellos, no obstante, al verlos aparecer en medio de una montaña de regalos donde solo aparecían sus cabezas blancas, para aquel niño fue evidente que también hicieron una parada de obsequios de oferta.
—Tu mamá cada año nos sorprende con su decoración —exclamó pasmada aquella señora de sonrisa amplia, dejando todo lo que llevaba sobre la pila del pobre anciano a su lado—. A veces pienso que debería visitar el médico por esta exageración… ¿No lo crees, Axel?
Esa era su abuela Felicia, con su tono sarcástico tratando de molestar a su madre.
Axel empezó a reír auténtico junto a su abue, mientras esta lo abrazaba… Era la única que cuando lo acobijaba entre sus brazos le susurraba al oído, esa preguntaba que le calaba el alma. «¿Cómo estás?» Y él simplemente le respondía con un bien, pero a su manera le devolvía su abrazo y era su forma de comunicarse con ella.
Su abuela jamás lo presionaba, decía que no eran necesarias las palabras para demostrar lo que uno sentía y por eso siempre se veía feliz al verlos.
—Mamá, deja de decirle esas cosas, ya es suficiente con ver que es una mini versión tuya… y cada vez su sarcasmo es más filoso —rezongó su madre al salir de la cocina después de oírla.
—Oh, vamos, querida… acepta que estas luces te ciegan y estoy segura de que si entro al sanitario encontraré uno de esos adornos feos en el rollo de papel. —Valeria abrió sus ojos grandes como si hubiese sido atrapada y su abuela negó triunfal guiñándole un ojo a Axel—, Y ni te digo nada de este Santa, si llego a verlo en la oscuridad moriré de un susto. ¿Tenías que hacerlo tan real? ¿Y qué nos dices de esta idea de traer suéter navideño? Sabes lo que costó conseguir uno de la talla de tu padre… Mejor hubieras pedido que él fuera Santa y le alquilaba un disfraz.
Axel no pudo evitar carcajearse por la verborragia molesta y adrede de su abuela, pero al momento que su madre se giró para verlo enojada, viró su cuerpo dándole la espalda sin antes hacerle una seña a su abuela de que esa mujer, ya estaba cucu por tanto espíritu navideño.
—Ustedes son terribles juntos, mejor iré a ayudar a papá que sigue bajando regalos —exclamó haciéndose la ofendida y un tanto aniñada—, ¿Y yo soy la exagerada, mamá? ¿Eh? —cuestionó a su abue, alzando su ceja para regañarla.
Su abuela era igual de compradora compulsiva con los regalos, incluso traía de reserva alegando que podría haber visitas inesperadas y todos merecían tener un obsequio. Así que la locura venía de ella, pero era su hobby molestar a su mamá y así se entendían.
Mientras su mamá y su abuelo Aarón terminaban de acomodar todos los regalos bajo el árbol, la familia completa comenzó a llenar la casa. Algo que los caracterizaba era la puntualidad, su abuelo siempre decía que debían tener respeto por la otra persona y eso hablaba de nuestra educación al llegar temprano a una cita. Pero también, ninguno quería perderse un segundo de ese momento en casa de Valeria, sobre todo porque bastaba que llegara el último miembro para que esa mesa se colmara de platillos como si fuera la última cena.
La tarde noche continuó entre charlas de adultos y competencia entre primos para ver quién tenía el suéter más extravagante y luminoso. Una donde también sus tíos anunciaban la llegada de otro bebé, se felicitó el ascenso de su tía Vero y sus abuelos comunicaron que empezarían el año viajando. Habían planeado eso toda su vida y ya sus hijos tenían una familia, así que iniciarían ese viaje por todo el mundo o por lo menos, las ciudades que tanto anhelaban conocer.
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Editado: 23.12.2023