No tenía deseos de salir. Mi hija se enojó porque la dejé y ahora estoy bañado en bebida. Y la responsable está frente a mí. ¿Tenía que ser justo ella?
—Lo siento. No fue a propósito —dice, apoyando las manos en mi brazo, como si quisiera limpiar lo que ella misma hizo—. Alguien me empujó.
Tomo sus manos y las aparto con suavidad, aunque me tienta secarlas en su vestido.
—No me toque.
Ella retrocede con el ceño fruncido.
—No exagere, no tengo lepra.
Si supiera que eso es lo último que pienso.
—¿De verdad espera que me crea que fue un accidente?
Se cruza de brazos con gesto desafiante.
—¿Por qué no lo sería? ¿Cree que ando tirando bebidas a las personas que me caen mal? No soy tan vengativa.
¿Acaba de admitir que le caigo mal? Excelente, aunque no tengo idea por qué me molesta.
Sonrío de lado y doy un paso hacia ella.
—Le enviaré la factura de la tintorería.
Ella suspira, baja los hombros y deja caer los brazos al costado.
—De acuerdo. Mientras no mezcle esto con el trabajo y no me despida, puedo pagar la tintorería. Igual fue un accidente. No era a usted a quien tenía que lanzarle la bebida en la cabeza… —calla de golpe y gira la cabeza—. Disculpe, tengo un asunto que resolver.
Da media vuelta y se aleja. La sigo con la mirada, sin entender a qué se refiere con que yo no era el objetivo. La veo acercarse a una mesa donde un tipo bien vestido la espera con cara de inocente profesional. Ella dice algo, él levanta las manos para defenderse y, antes de que pueda pestañear, ella le arroja vacía un vaso en la cara.
El tipo se pone rojo, se limpia el líquido con furia y da un paso hacia ella. No sé por qué me muevo tan rápido, aunque mi cuerpo actúa antes que mi cabeza. Lo detengo antes de que haga una estupidez.
—¿Y usted quién es? —me lanza el hombre, igual de empapado y furioso que yo hace un momento.
—Alguien que no ejerce furia sobre las mujeres.
La señorita Rowan se zafa de mi brazo.
—No empiecen, por favor. Aunque admito que esto sería una buena escena para una novela —sacude la cabeza y apunta al tipo—. No vuelvas a dirigirme la palabra, Arnold. Eres un idiota. Si vas a coquetear con camareras mientras estoy en el baño, al menos asegúrate de que sean mayores de edad. Con razón tienes casi cuarenta y sigues soltero.
El hombre me lanza una mirada de odio, pero retrocede. No dice nada. Y mejor, porque no me aguanto otra provocación.
Así que no mentía. La bebida era para el novio infiel, no para mí.
—¿Acostumbra a lanzar bebidas sobre los novios mujeriegos? —pregunto, y apenas lo hago, me arrepiento.
Ella me mira, cansada, como quien ya se disculpó mil veces.
—No era mi novio, solo una fuente de inspiración —responde con desánimo—. Le pido disculpas, no fue nada personal. Y no, no suelo hacer esto. Esta vez me dejé llevar, así que no se sorprenda si lee una escena como esta en alguna de mis novelas. —Se acomoda el bolso al hombro—. Sabía que era mala idea salir. No debí dejarme convencer por mis amigas. —Hace un gesto hacia la barra—. Envíeme la factura de la tintorería. Buenas noches.
Se aleja sin mirarme. La observo irse, todavía procesando lo que pasó. No era el novio, pero estaba saliendo con él, así que no me sorprende su cara de decepción. El tipo no tiene gusto; Skyler Rowan es una mujer hermosa, aunque todavía no sé si su carácter acompaña al paquete.
La he visto en la oficina. Es amable, sociable y siempre suele estar de buen humor. Nadie habla mal de ella y es la única que no se deja intimidar por mí. Tal vez por eso me llama la atención.
«¿En qué piensas, Brody? Prometiste no fijarte en mujeres así. Se te meten por los poros y después te destruyen».
Sacudo la cabeza y vuelvo a mi mesa. Mi hermano Joel me observa divertido.
Estoy mojado, pegajoso, huelo mal y, probablemente parezco un trapo usado. Y aun así, mi cabeza está en su cabello rojo. Patético.
—Pensé que te habías ido. No me hubiera sorprendido. ¿Qué te pasó?
Paso una mano por el cabello mojado y niego.
—Estuve en fuego cruzado entre una mujer que pilló al tipo con quien salía coqueteando con otra. Vámonos.
Joel suelta una carcajada tan fuerte que varias personas lo miran. Me contengo de darle un golpe, porque es mi hermano y ya tengo suficientes problemas.
—La mujer tiene carácter si fue capaz de hacer eso. Mi ex me habría roto el vaso en la cabeza después de tirarme la bebida.
Ruedo los ojos. No sé por qué sigo escuchando sus dramas con su exmujer. Siempre cuenta la historia como si fuera la víctima, aunque todos sabemos que el responsable es él. Si se hubiera esforzado más en atenderla en vez de esconderse en el trabajo, Mika no habría pedido el divorcio. Claro, ese comentario me lo guardo, porque Joel no acepta consejos, mamá lo defiende y yo no tengo energías para otro debate familiar.