Un deseo sorpresa

Capítulo 9: Skyler

Miro mi manuscrito y exhalo con fuerza. Tengo algunas escenas sueltas, ideas a medio cocinar y un título tentativo, pero falta lo esencial: la pareja. Mi vida amorosa es tan inspiradora como un sándwich de pan viejo.

Guardo el documento y decido irme a casa, tal vez para escribir un poco más, o tal vez solo para quitarme los zapatos y sentarme en el balcón con una copa de vino hasta que el sueño haga su trabajo.

—Oye, iremos a tomar algo al bar de siempre. ¿Vienes? —pregunta Donny desde su escritorio.

Abro la boca para decir que no, pero luego pienso que tal vez me vendría bien distraerme un rato. El vino puede esperar; la autocompasión también.

—Claro. —me levanto y agarro mis cosas.

—¡Señorita Rowan! —la voz del jefe hemorroide me congela antes de dar un paso.

El aire parece volverse más denso. Donny gira la cabeza y me lanza una mueca de compasión.

—No sabía que seguía aquí.

—Tampoco yo. Lo vi salir y no sé cuándo regresó —respondo resignada.

Brody Campbell sale de su oficina con ese andar firme que grita: «tengo el control de todo». Su mirada pasa de Donny a mí, midiendo cada movimiento. No necesita levantar la voz; el silencio hace el trabajo por él.

—Necesito hablar sobre el manuscrito —dice, seco como siempre.

—¿Ahora? —mi voz suena más débil de lo que quisiera.

Él no responde de inmediato. Se limita a clavarme la mirada unos segundos que parecen minutos. Luego asiente.

—Sí.

Donny baja la cabeza, ya acostumbrado a no respirar cuando Brody está cerca.

—Donny, ve adelantándote. Ahora te alcanzo —le digo con una sonrisa forzada.

—Claro, Sky. —mira a Brody— Buenas tardes, señor.

El jefe se gira y yo lo sigo a su oficina. El eco de sus pasos suena demasiado firme y seguro. Por dentro ruego que sea rápido y, si hay suerte, agradable. Aunque eso último sería un milagro.

Me limité a corregir el manuscrito técnicamente, sin meter mis opiniones, como me pidió. Igual, tengo curiosidad de saber quien es el autor. El archivo ni siquiera tiene título, así que si algún día se publica, no sabré cómo rastrearlo.

Y si se publica, me enojaré. Porque él dijo que mi manuscrito carecía de sentimiento, y este que me tocó corregir me pareció tan emocional como una guía telefónica. Da igual que el autor se inclinara al thriller; si algo sé, es que incluso los asesinatos necesitan alma.

Cierro la puerta. La oficina está vacía, todos huyeron apenas terminó la jornada. Yo podría estar bebiendo una cerveza con mis compañeros y no aquí esperando al hombre que inspira miedo hasta a la cafetera.

Brody Campell se apoya en el escritorio con brazos cruzados, y me observa. El silencio se estira. Yo me quedo parada, sin saber si sentarme o hacer una reverencia.

—Lamento haber interrumpido sus planes. —Su tono es más bajo que antes, casi… humano.

—No se atormente. Era solo para tomar algo y olvidar que existimos un rato. Puede unirse cuando guste.

¿Acabo de invitarlo? Bien, Sky. Brillante. Como si él fuera a mezclarse con simples mortales. Brody prefiere que le teman antes que lo consideren humano.

Él me observa en silencio. No responde. Solo me mira, con ese gesto que mezcla curiosidad y control. Siento que está decidiendo algo que no entiendo.

—¿Qué opina del manuscrito que terminó de corregir? —pregunta al fin, rompiendo la tensión.

Parpadeo, sorprendida por el cambio de tema.

—¿Quiere saber mi opinión? Me pidió que no opinara.

Él se aclara la garganta y camina hacia la ventana. La luz se refleja en su reloj y por un segundo parece menos jefe y más hombre. Su movimiento capta mi atención más de lo que debería. No lo mires, Sky. No mires... demasiado tarde.

No es mi culpa. Soy escritora. Cualquier fuente de inspiración es válida.

—Ahora le estoy pidiendo que me la diga —dice, girando hacia mí. Sus ojos son una mezcla de autoridad y curiosidad.

Intento adivinar si esto es una trampa laboral o una prueba psicológica.

—¿Mi trabajo corre riesgo?

Él rueda los ojos, y casi juro que sonríe un poco.

—No, su trabajo no corre riesgo. Mientras cumpla plazos y haga bien las correcciones, no tiene nada de qué preocuparse. —Hace una pausa, bajando la voz—. Le pregunto porque es una de las pocas que conoce el contenido y porque suele ser sincera. El autor no está conforme con la historia.

Lo observo unos segundos. Es extraño verlo dudar, como si la armadura que siempre lleva tuviera una pequeña grieta.

—La historia es buena. Tiene suspenso, ritmo y un detective interesante. Aun así, le falta emoción. Se narran los hechos, se profundiza en su vida, pero no se siente nada. Como si el autor contara una historia que no le importa. Solo en una escena, cuando el protagonista llega a casa y descubre que su esposa se fue, sentí algo. Ahí hubo dolor real. El resto... fue solo texto.




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