No hay duda de que el destino tiene un sentido del humor muy particular.
Mi jefe resulta ser el padre de la niña que ayudé, el hijo de mi casera y el hermano de mi vecino.
Excelente. Todo perfectamente enredado, como si la vida quisiera convertirme en su payaso personal.
¿Y ahora qué se supone que hago? ¿Salgo corriendo como si estuviera huyendo de la ley? ¿Finjo que me muero? ¿O empiezo a rezar con la esperanza de despertar de esta pesadilla?
En serio, ¿por qué me pasa esto a mí?
Encima estoy vestida con mi uniforme de ermitaña profesional, una camiseta vieja y agujereada que perteneció a mi abuelo y mis anteojos remendados con cinta adhesiva. No podría verme peor, pero tampoco me importa. No tengo intención de impresionar a nadie. De hecho, lo ideal sería espantar a mi jefe y a mi vecino al mismo tiempo. Aunque, siendo sincera, a mi vecino no parece importarle mi aspecto y dudo que su hermano pueda sentirse atraído por mí. Su madre mencionó que no está interesado en mujeres, así que quizá sea gay, o un viudo que amó tanto a su esposa que decidió mantenerse fiel por el resto de su vida.
Salgo de mis pensamientos para enfocarme en la situación actual.
—No salgo con tu hermano. Trabajo con él. Es mi jefe —aclaro con la voz firme.
Joel, o Joe, nunca recuerdo bien su nombre, asiente con una sonrisa. Mi jefe se aclara la garganta, incómodo.
—¿Qué es eso de la mami falsa? —pregunta el vecino.
Ojalá pudiera retroceder el tiempo. Si no me hubiera metido en ese asunto, no tendría que dar explicaciones ahora.
Exhalo despacio y me resigno.
—Ayudé a Raia y fingí ser su madre por un momento. No tenía idea de que era tu hija —miro a Brody, intentando mantener la compostura.
—Yo tampoco sabía nada —responde él—. Ni siquiera que le alquilaste la casa a mi madre.
—Mundo pequeño —interviene el hermano riendo—. Entonces no hay nada entre ustedes.
—Solo cuestiones laborales —confirmo.
—Genial. Entonces puedo invitarte a salir sin problema. Si tuvieras algo con mi hermano, estarías prohibida. Tengo códigos.
Entrecierro los ojos. Admiro que sea directo; sin embargo, eso no cambia nada.
—No me interesa.
Me mira con una mezcla de asombro y diversión. Que no me vaya a considerar un reto.
—¿Es por lo que dijo mi hija? No le hagas caso, le agradas.
—No, no es por eso…
—Ya dijo que no, Joel. No le interesa. Acéptalo y déjala en paz —interrumpe su hermano, serio.
—Llevo bastante tiempo separado, y a diferencia de ti, no sirvo para estar solo. Me gusta compartir mi vida con alguien. No te metas en mis asuntos —responde Joel, con un tono cansado.
—No te vendría mal aprender a estar solo. Deberías enfocarte en tu hija.
Mientras discuten, los observo con atención. Es curioso lo parecidos que son y lo distintos al mismo tiempo. Ambos son altos, de hombros anchos y con esa presencia que llama la atención apenas entran a una habitación. Comparten la misma mirada intensa y la mandíbula bien marcada, pero ahí se acaban las similitudes.
Brody es controlado, serio, con ese aire responsable que parece cargar el peso del mundo en los hombros. Joel, en cambio, es más relajado, expresivo y claramente guiado por la emoción del momento, aunque se nota que su hija le importa de verdad. Si los viera sin conocerlos, pensaría que son polos opuestos obligados a compartir el mismo ADN. Y, aunque no quiera admitirlo ni bajo tortura, Brody me parece mucho más atractivo. Tal vez sea su forma de mirar, o esa calma tensa que esconde detrás del traje. O tal vez simplemente porque no debería parecerme guapo, y eso lo vuelve peor.
Ambos siguen discutiendo, echándose en cara cosas que no entiendo. Podría irme, pero el drama familiar frente a mí es demasiado interesante para ignorarlo.
Raia, mientras tanto, sigue jugando con Calcetín, completamente ajena a la tensión.
—Bueno —rompo el debate—, los dejo. Voy a peinarme y a regar mi planta, esperando que el perro no destroce nada después del paseo. Suerte.
—Espera —dice Joel con una pausa—. Olvida lo que dijeron mi hija y mi hermano y acepta salir conmigo. Solo una cena, sin pretensiones ni expectativas. Puede ser aquí, cuando Lindsay no esté, o en algún lugar público.
Justo lo que me faltaba. Acepté tener una cita con Adam tras la insistencia de Lexy y ahora mi vecino no piensa rendirse. Cuando pedí hombres para inspirarme, no imaginé que el universo tomaría la petición tan literal.
Miro a Brody, que está tenso. Le molesta la actitud de su hermano, y aunque me cueste admitirlo, esta vez estoy de acuerdo con él.
Joel acaba de divorciarse, y ya dejó claro que no sabe estar solo. No pienso convertirme en su premio consuelo ni en su distracción. Y por más que su hija me caiga bien, no estoy dispuesta a lidiar con hormonas adolescentes.
—Otra vez digo que no. Gracias.
—¿Qué? —dice Joel, incrédulo.
Brody abre los ojos, sorprendido también.
—Pareces buena persona, Joel, pero no creo que sea buena idea. Tu hija está pasando por una etapa difícil y no quiero complicar las cosas. Y, aunque admiro tu sinceridad, no estoy interesada porque creo que deberías buscar un terapeuta, no una mujer con quien salir. Estar con alguien solo para no sentirte solo nunca termina bien. Deberías querer estar con alguien porque realmente lo deseas, no por necesidad. Aprovecha este tiempo para enfocarte en ti y en tu relación con tu hija. Te aseguro que, cuando lo hagas, verás todo con más claridad.