Observo y escucho a mi hermano y a mi sobrina pelearse mientras bebo de mi cerveza con calma.
Me duele la cabeza de solo escucharlos y no quiero ni imaginarme en esa situación con Raia dentro de unos años.
Lindsay al menos tiene a su madre, pero Raia no tiene madre. Mi madre no sé si sería la mejor opción.
Tal vez Lindsay, para ese entonces, haya madurado y pueda ser la guía para mi hija porque dudo que haya alguna mujer en mi vida que ocupe el papel de madre para Raia.
Skyler viene a mi mente porque mi hija ya dejó claro que la quiere como madre, y me cuesta negar que ella me atrae por su personalidad tan particular. Me parece guapa incluso con los anteojos pegados con cinta.
Ella es como es, no intenta impresionar, y eso me resulta más atractivo.
No me gusta imaginarla saliendo con mi hermano. Él no la conoce, solo le parece guapa y, como él mismo dijo, no le gusta estar solo. Skyler no es alguien con quien puedas salir solo para no estar solo.
Me alegra que ella se negara y espero que se mantenga firme, porque estoy seguro de que mi hermano no se rendirá, en especial cuando lo rechazan.
Así fue con su exesposa. Ella no estaba interesada en él; aun así, él no se rindió y buscó la forma de acercarse hasta que lo logró y la conquistó. No supo mantener ese interés con el tiempo, pero lo obtuvo.
Me pone enfermo imaginar a Skyler en esa situación. Ella merece más que un hombre que pone sus deseos por encima de los de su pareja.
Joel levanta una ceja y señala a su hija.
—Puedes odiarme, Lindsay, no me importa, pero no saldrás con ningún chico.
—No voy a salir con él. Vamos en grupo. —Cruza los brazos y rueda los ojos.
Mi hermano niega despacio.
—Te escuché cuando hablabas con tu amiga, esa la del peinado raro, y le decías que esperabas que Kevin fuera porque te gusta mucho.
La cara de Lindsay se pone roja al instante. Se tapa el rostro con las manos.
—¡No escuches conversaciones privadas!
Joel suspira y se pasa una mano por la cara.
—No es mi culpa que me ignores y no te des cuenta de que estoy a dos pasos de ti.
—No es justo. Mamá me dio permiso. —Le lanza una mirada desafiante.
—Tu madre dijo que accedía si yo también estaba de acuerdo, y no es así. —Apoya las manos en la mesa, firme.
Lindsay niega con la cabeza y lo mira mal.
—Era más fácil cuando se odiaban a muerte y no se hablaban.
Pasa la mano por su cabello, frustrada, y yo le doy otro sorbo a mi cerveza.
—Hicimos una tregua por ti. No puedes manipularnos.
Ella baja de la banqueta refunfuñando.
—¡Te odio!
—Ódiame, pero no saldrás a una cita ni besarás a ningún Kevin. —Joel levanta la voz.
—¡Soy mujer desde hace meses y puedo besar! —grita antes de entrar en la habitación y cerrar la puerta de golpe.
Joel me quita la cerveza de la mano y le da un trago sin pedirme permiso.
—¿Qué es eso de que ya es mujer? No, no puedo con eso. Es demasiado. Que Mika se ocupe de esa parte.
Ese comentario me hace pensar cuando Raia pase por eso y no tenga una madre con quien hablar.
Sin embargo, sigo firme en no buscar una mujer solo para darle una madre a Raia.
Como dijo Skyler, no está bien estar con alguien por necesidad o propósito, sino porque se quiere estar.
Y ahí voy de nuevo pensando en ella. No importa cuántas veces la espante de mi mente, siempre regresa. Y ahora ya la estoy tuteando.
Joel deja la botella sobre la mesa y me mira con cansancio.
—Que esto te sirva para cuando lidies con Raia adolescente.
—No creo que ella vaya a ser tan intensa como tu hija. —Le devuelvo la mirada—. Raia es tranquila. Tu hija nunca lo fue.
Se rasca la cabeza y sigue bebiendo.
—Necesito algo más fuerte.
—Yo no te acompaño en esa. —Me pongo de pie y estiro el cuello—. Ya estuve un rato haciéndote compañía. Me voy. Tengo que pasar a buscar a Raia.
Él sonríe, con ese gesto de medio lado que anuncia problemas.
—En lo de mi vecina. Esa mujer me gusta.
Lo miro serio.
—Apenas la conoces.
—Es guapa, incluso mal vestida y despeinada. —Ríe—. Me gusta su personalidad. Es graciosa, independiente y no teme decir lo que piensa. Una mujer con carácter.
—No es una mujer con quien puedas tener una aventura. —Exclamo con los dientes apretados, controlando los celos que me niego a admitir en voz alta.
—¿Y quién dijo que quiero una aventura? —Levanta las manos, como si se defendiera—. Yo nunca fui hombre de aventuras. Tuve dos novias antes de mi exesposa. La primera de dos años y la segunda de tres.