Iba abrazada a sí misma en el carruaje, sin terminarse de creer todo lo que había pasado, llorando su mala suerte.
Había confiado en él, le había entregado su amor.
¿Cómo había podido ser tan estúpida para creer en sus promesas de amor? ¿Acaso las señales de que él no se comprometeria nunca con ella no estuvieron ahí siempre? ¡Y las había ignorado todas! Se habia negado a verlas.
Y para colmo de males, como si su corazón destrozado no fuese suficiente castigo a tanta ingenuidad de su parte, había sido raptada por un ejercito de soldados franceses, que ahora la llevaban en carruaje cautiva a quién sabe donde.
Lloro amargamente sin poderse creer su mala suerte. La habían engañado, traicionado y a esas alturas estaba incluso hundida socialmente.
Ya nunca más podría volver a Londres. Pues aunque no le ocurriera nada en ese viaje, nadie creería que volviera con su dignidad intacta. Y eso si de verdad regresaba intacta.
Sintió escalofríos de solo pensarlo. Recordaba muy bien las pocas conversaciones que le había escuchado a su padre y algunos caballeros, todos ellos consideraban que una dama cautiva por franceses sólo les era útil para una cosa: satisfacer sus instintos carnales y salvajes.
De sólo pensarlo se sentía enferma, con nausas. Tenía que escapar de allí como fuera. No podía quedarse a esperar a ver lo que le harían en cuanto llegarán a donde quiera que la llevarán. Sin embargo, no tenía ni idea de donde estaba y como hacer para huir de aquellos soldados.
Lloro durante lo que le pareció un eternidad, suplicando a Dios, que si existía, se apiadara de ella.
***
-Con un demonios Arnaud, haced el favor de deteneros ya.-exclamó Adrien.
Adrien Dammartín, capitán del tercer regimiento de Francia, era el amigo mas cercano que Arnaud hubiese tenido en toda su vida.
En ese momento se encontraba sentado en un sillón frente al escritorio de Arnaud, molesto de verlo andar dando vueltas sin sentido.
Aun así nervioso y cansado, Arnaud hizo caso omiso a las palabras de su amigo. Por más que lo intentará, sabía que no lograría calmarse. Al menos no hasta que no la viera atravesar esa puerta y la tuviera entre sus brazos.
-Si me hubiese dejado ir a mi en lugar del cabo Pierre ya la tendría aqui.
Arnaud detuvo su andar de golpe ante la constante insistencia y necedad de Bastien por exponerse. Volviéndose a mirarlo exasperado.
Sebastien Le Pen, mejor conocido por todos sus amigos intimos como Bastien, aunque en realidad Arnaud creía que sólo tenía un amigo: Alan; era uno de los hombres a su cargo, pero por sobre todas las cosas para él, Bastien, era un niño, adiestrado y mejor capacitado que muchos soldados de edad adulta, cierto, pero un niño al fin de cuentas, de quien él se sentía responsable.
El muchacho estaba furioso, no tenía la menor duda y todo debido a que cuando planificó el rapto de Tatiana, su amada, Arnaud habia decidido que él no participaría en ello, no iría a Londres. Y dado que aun a pesar de su corta edad parecia dispuesto a exponer su vida ante el peligro, le enojaba que lo excluyera de aquella misión tan importante.
Sin embargo, no había querido arriesgarse. Estaba el hecho de que temía que al dejarlo ir, algo le pasara; e incluso el mayor de sus problemas, era que el Capitán Claude Calixte había presentado una demanda para hacerse con él, y mientras eso estuviera en proceso, Arnaud no podía disponer de Sébastien como uno de sus hombres al servicio.
-Ya hemos discutido eso.
-Y sigo insistiendo que fue un error.-replicó Bastien mirándole con intensidad y molestia.
Siendo tan solo un niño, Bastien tenía la capacidad de intimidar a cualquiera con sus penetrantes ojos cobalto y esa intensidad y seriedad que le caracterizaban. A cualquiera menos a Arnaud, Adrien y su inseparable amigo Alan.
Suspiro irritado, pasandose las manos por el cabello alborotandolo.
-No voy a repetirlo Sébastien. Te di la orden de quedarte y tu deber es obedecer sin replicar.-dijo mordazmente.
-Arnaud...
-¿Qué? ¿Entonces se supone que no puedo expresar lo errado que creo que estáis Capitainne?-interrumpió al capitán Adrien.
Un hecho que sólo él era capaz de hacer. Nadie en su sano juicio replicaba o interrumpía a su capitán o a ningún otro.
-¡Sébastien basta!-gritó.
El muchacho apretó sus manos en puños sin dejar de mirarle a los ojos.
-Bastien.-le llamo Alan acercandosele-Vamonos Bastien.
Arnaud lo miro reflejando su molestia. ¿Por qué demonios Sébastien no tenía la sensatez de Alan? Eran tan unidos y diferentes al mismo tiempo. Sébastien era arriesgado, sin temor alguno; y Alan era prudente y evitaba los riesgos innecesarios, o al menos todos aquellos que no incluyeran a su amigo. Pues si algo era demasiado peligroso y aún así allí estaba Sebastien, Alan estaría allí también.
-Estais todos alterados-añadio Adrien levantandose de su asiento-será mejor que hagas caso de Alan y esperéis a calmaros todos.
Arnaud fue el primero en volverse a su escritorio e ignorarlo. Estaba cansado, lo último que deseaba era discutir con ese terco e irritante niño. Todo lo que deseaba en ese instantes era ver llegar a Tatiana.
-Merci capitainne.-se despidió Bastien, marchándose furioso de allí.
-Capitainne...
-Ve.-respondió sin mirarlo.
Acto que Alan interpretó como su permiso para seguir a su amigo.
-Se le pasara.-tranquilizó Adrien una vez solos.
-Me preocupa su intensa atracción hacia los peligros.
-Es un soldado Arnaud.
-Es un niño...
-Es un soldado.-le dijo con voz severa, haciendole mirarlo-Te guste o no, su vida siempre estará en riesgo.
Se tiro sobre su sillón pensativo y melancólico. Adrien tenía razón, y aún así dolia saber que no podía protegerlo de todos los peligros que le conllevaba la vida que había elegido a tan temprana edad.