Un Destino MÁgico

UN FIN DE SEMANA MAGICO

Cuando llegué a casa después de mi primera semana en la universidad, mi madre me recibió con una sonrisa cálida. Me abrazó con fuerza, como si en ese gesto quisiera transmitirme todo su apoyo. Carmen, mi querida nana, apareció enseguida y me rodeó también con sus brazos, llena de orgullo.

—¡Mira qué grande estás, mi niña! —dijo Carmen, acariciándome el cabello.

—Y más sabia —añadió mi madre, guiñándome un ojo.

Nos sentamos a cenar en el comedor, bajo la luz tibia de la lámpara antigua. Mi padre estaba allí también, pero apenas dijo palabra. Su silencio pesaba, aunque yo trataba de concentrarme en ellas.

—¿Qué tal tu primera semana? —preguntó mamá, sirviéndome un poco más de ensalada.

—Increíble —sonreí—.Mi profesor es magnífico, tiene ese toque de misterio que te ayuda a seguir adelante.

—Sabía que te encantaría —dijo mamá, con esa mirada tranquila que siempre me reconfortaba—. Siempre llevaste el pasado en la sangre, Maya.

—¡Desde pequeña desenterraba "tesoros" en el jardín! —rió Carmen.

Solté una carcajada, recordando aquellas tardes de verano, cubierta de tierra hasta las cejas.

—¿Y ya hiciste alguna amiga? —preguntó Carmen, curiosa.

—Algunas —dije—. Hay gente muy distinta, pero hay un par de chicas con las que me llevé bien enseguida. Sobretodo mi compañera de habitación.

Asentían con entusiasmo, como si cada pequeña noticia fuera un triunfo compartido.
Mientras hablábamos, sentía a mi padre mirándome de reojo, pero no dijo nada. Sabía que para él todo aquello era una pérdida de tiempo. Sin embargo, en ese momento, solo me importaba la felicidad que veía reflejada en los ojos de mi madre y Carmen.

Me prometí que seguiría adelante, por ellas, por mí, y por todo aquello que alguna vez soñé ser.

De repente la voz grave de mi padre tomó la conversación.

—¿Piensas que desenterrar huesos en la arena te ayudará en un futuro?—dijo, con un tono mordaz—. Me parece un desperdicio de tiempo y dinero.

El silencio cayó como una losa sobre la mesa. Sentí cómo mamá y Carmen contenían la respiración.

—Yo elegí este camino, papá —respondí, tratando de mantener la voz firme.

Él soltó una risa seca, sin humor.

—Elegiste una fantasía. Algún día entenderás que en el mundo real, los sueños no pagan las cuentas. Y cuando eso ocurra, no esperes que te salve.

No dije nada. Clavé la vista en el plato, sintiendo el peso de sus palabras, pero también el calor de las miradas de mi madre y Carmen, que me sostenían en silencio.

Esa noche, mientras cenábamos en silencio, decidí que jamás dejaría que su amargura definiera mi vida. Tenía un sueño, y pensaba luchar por él, aunque eso significara enfrentarme al hombre que siempre había querido controlarlo todo.

Estaba tumbada en la cama, mirando el techo. Las palabras de mi padre seguían dándome vueltas en la cabeza, como un eco molesto que no me dejaba en paz. "Elegiste una fantasía . Algún día entenderás que en el mundo real,los sueños no pagan las cuentas.Y cuando eso ocurra,no esperes que te salve." Cada palabra suya era una daga, punzante y fría. ¿Por qué no podía entenderlo? ¿Por qué no podía ver lo que significaba para mí? Sentía que él nunca iba a aceptar lo que yo realmente quería, y eso me pesaba más de lo que quería admitir.

A veces, me preguntaba si estaba haciendo lo correcto, si mi sueño de ser arqueóloga era algo que realmente valía la pena. Pero, entonces, pensaba en todo lo que ya había hecho, en cómo el pasado me llamaba, cómo había conectado con las historias antiguas y las civilizaciones perdidas.En está semana conecté con la magia de lo antiguo y además tenía algo que hacer investigar sobre la ciudad de Petra. Un peso en el pecho me ahogaba.

Me giré en la cama, tratando de ahogar esos pensamientos, pero era imposible. Sentí que necesitaba hablar, expresar todo lo que me estaba rondando la cabeza, aunque no supiera con quién. Entonces, lo pensé por un momento: Nereo. Lo conocía apenas, pero algo en él me hacía pensar que no me juzgaría. Mi madre lo había contratado para acompañarme, para asegurar que todo estuviera en orden mientras me instalaba, y aunque había algo distante en él, me dio la sensación de ser alguien que escuchaba sin emitir juicios, sin opinar de más.

No sabía bien por qué, pero decidí escribirle. Era como si necesitara algo o alguien para no perderme en mis propios pensamientos.

Saqué el teléfono y, con los dedos un poco temblorosos, comencé a escribir:

"Hola Nereo, soy Maya. Espero que estés bien. La verdad es que no quería molestarte, pero siento que últimamente estoy tan perdida en mis pensamientos. Mi padre no deja de decirme que lo que quiero no tiene futuro, y no sé a quién acudir para hablar de esto. No busco respuestas, solo un poco de comprensión. Si tienes tiempo, me gustaría escuchar alguna de tus experiencias. No te preocupes si no puedes responder enseguida, solo necesitaba decirlo."

Antes de pensar más, presioné "enviar". Mi estómago se revolvió un poco. ¿Era un error? No lo sabía. Solo sentí que necesitaba hablar con alguien que no me conociera del todo, alguien que no tuviera un juicio preconcebido sobre lo que debería hacer con mi vida. A lo mejor, con Nereo, al menos podría dejar salir lo que sentía sin preocuparme por ser rechazada.

Me tumbé de nuevo en la cama, mirando al techo, esperando algo. No sabía qué exactamente, pero había algo en ese gesto, en haber compartido mis pensamientos con él, que me hacía sentir un poco más ligera, como si, por primera vez en todo el día, pudiera respirar un poco más fácil.

Pasaron varias horas antes de que el teléfono vibrara con una notificación. Al principio, ni siquiera me di cuenta, atrapada en mis propios pensamientos, dando vueltas y más vueltas a la conversación con mi padre. Finalmente, mi mirada se desvió hacia la pantalla del móvil, que le había dejado sobre la mesa junto a la cama. Era un mensaje de Nereo.



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En el texto hay: misticismo, aventura magia y amor

Editado: 12.05.2025

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