Un Destino Soñado

*°2°*

El olor a té de menta despertó a Christine quien dormía profundamente.

-Buen día Milady ¿Cómo amaneció? - la doncella pregunto mientras buscaba y preparaba la ropa del día.

-Bien, aunque aún tengo un poco de sueño

Ahora que recordaba Daniel le había informado que la visitaría en la noche, pero nunca llegó, había esperado hasta que la vela se consumió casi por completo pero, no hubo indicio de que el quisiera visitarla ¿Tanto le había disgustado estar con ella en intimidad?

-Azul o verde Milady

-... El verde está bien - respondió por inercia, ya que su atención estaba en otro lado -¿El señor ya se despertó?

-El amo salió temprano hoy, al parecer tenía unos asuntos pendientes en una de las tierras cercanas, al menos eso fue lo que alcance a oír

-Entonces hoy desayunare sola - murmuró para si misma, había pensado que quizás él fuera de los hombres que compartiría en familia, pero al parecer su presencia sería ausente al igual que su padre.

-¿Se siente bien? - ¿porqué no estarlo? al menos no tendría que fingir compostura.

-Claro, hoy cambiaré algunas cosas de la mansión y estoy pensando por dónde empiezo - si, esa era su segunda opción, porque la primera era escribirles a sus amigas, estaban lejos pero eso no impedía que se acordará de ellas.

Como una dama malcriada había pedido que le subieran el desayuno hasta la habitación, porque el que desayunar sin compañía, en una habitación donde el comedor de doce puestos le recordaba lo solitaria que se encontraba, no era algo que quisiera hacer solo para no generar rumores.

Luego del desayuno había redactado tres cartas, dos para sus amigas y una para sus padres.

-Milady, me informan que desea disponer de algunos hombres ¿Es cierto? - pregunto el ayuda de camara.

-Si, necesito mover algunos muebles y reubicar algunos cuadros. - respondió Chris terminando de sellar las cartas.

-Enseguida le busco a los hombres - el ayuda de camara dudo en decirle las indicaciones de su amo.

-¿Qué sucede?

-Milady, el amo me ha ordenado que puede disponer de la casa, excepto el ala sur.

-¿Porqué? ¿Que hay allí?

- No tengo autorizado darle esa información Milady, lo siento.

-Bien, estaré conforme con remodelar las habitaciones principales.

Aunque por fuera se viera tranquila, por dentro su curiosidad estaba al límite, debía saber si o si, que había en esa ala, aunque sería otro día porque seguramente ahora estarían vigilando que no cruzará hasta allí.

El resto del día se la paso entre arreglo y arreglo, aunque para ser sincera solo logro vaciar la sala de té, ya que estaba saturado de tonos rosa, no odiaba el color, pero en exceso le parecía corriente, aunque cada quien con sus gustos.

Había ordenado retapizar los muebles a tonos verde claro y pintarlos en blanco, la habitación había sido limpiada por completo, ahora solo era un lienzo en blanco para que su artista hiciera una obra con ello.

Al finalizar el día y algo agotada, no espero a que llegara su esposo, nuevamente había ordenado que le subieran la cena, aprovechó para tomar un baño con flores de lavanda fresca que había logrado conseguir su doncella.

Pasada la noche, Christine esperó que su esposo la visitará, ya que en la anterior noche no lo había hecho, pero de nuevo se quedó esperando con la luz de la vela ardiendo hasta consumirse.

-Buen día Milady ¿Cómo amaneció?

Había pasado ya diez días desde su llegada, diez días donde solo había visto a su esposo en la noche de bodas y al día siguiente, desde ese día no lo había vuelto a ver por más de cinco minutos, no le incomodaba, pero tampoco le causaba gracia, ya que poco a poco la servidumbre empezaba a murmurar y sabía muy bien que problemas sociales le traería esos rumores. A estas alturas ya se habrían dado cuenta que no la frecuentaba en las noches y eso le daba dolores de cabeza, empezándo porque se había casado para dar a luz a sus descendientes, pero a este paso no iban a llegar nunca y ella sería repudiada por la sociedad.

-¿Sé siente bien Milady?

-Si, solo estaba pensando que aún me falta mucho para dejar la mansión como quiero.

Christine no dijo nada más, Carmín era una joven a la cual podía contar sus penas pero, era demasiado humillante tocar ese tema con alguien, así que era mejor olvidar todo y seguir con su rutina como hasta ese día.

Pasada la tarde y Christine ya agotada de tanto trabajo, se dispuso a tomar un poco de té de hierbas, además siguió leyendo su libro favorito, con esta era la quinta vez que lo leía y siempre lograba cautivarla como la primera vez. La sala de té había cobrado vida, ya no estaban esos tonos rosas que tanto la ostinaron, ahora era un cuarto blanco con flores labradas de verde y lavanda, además las columnas y algunos accesorios están bañados en un ligero tono dorado.

-Señora con su permiso - el ama de llaves se acercó a la sala de té algo sobresaltada.

-Propio ¿El señor llegó? - pregunto con una pizca de emoción, quizás ya estaba más desocupado y retomaría sus deberes de esposo.

-No señora, más bien el primo del señor, Lord Cass - a pesar de la decepción Christine se mantuvo serena.

-¿Lord Cass? no lo conozco, bueno en realidad no conozco a nadie de la familia materna de mi tío. - susurro Christine frotándose ligeramente la barbilla.

-Por eso estoy aquí - los ojos de la ama de llaves al verlo delataron el nerviosismo que le daba que él hubiese entrado sin antes darle permiso o quizás por algo más - Mucho gusto Milady, soy Tomás Cass, primo hermano de tu testarudo esposo.

Christine quedó estática y sorprendida por la confianza de este hombre, pero ante todo primaban sus modales y aunque le pareciera un hombre muy atrevido, era familiar de su esposo y debía brindarle respeto.

-Mucho gusto, soy Lady Christine - hizo una reverencia cómo se esperaba de una dama de su clase -¿Qué lo trae por estos lados Lord...Cass?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.