Un Destino Soñado

*° 6 °*

Los faroles iluminaban la entrada de la mansión a pesar de la brisa que hacía mover el fuego de un lado para otro como si bailarán al ritmo del silbido del viento.

Algunos invitados iban entrando afanosos para evitar la brisa fría que se colaba por sus prendas haciendo que perdieran el poco calor que tenían, otros se amontonaban para hablar mientras esperaban tranquilamente su turno para ingresar. Una vez dentro del lugar, eran recibidos por varios sirvientes que guardaban sus capas y abrigos, luego eran dirigidos hasta un gran salón donde eran acogidos por grandes cortinas color azul cielo y magistrales candelabros de cristal y plata.

Todos tenían quizás las mejores prendas de la temporada, las mujeres casadas lucian prendas más sofisticadas y con colores llamativos, en cambio las debutantes hacian gala de su belleza exhibendo sus vestidos en tonos pastel, entre esas Lady Ferguson, quien se había llevado una gran sorpresa al verse frente a frente con la esposa de su invitado principal.

—Querido, creo que a esa joven no le agrado mi presencia

Las palabras sutiles y decoradas de Chris, alejaban por mucho la verdadera intención de burla de sus palabras.

—No es tu presencia, es tu ves...

—¡Santo cielo! Lady Sarah — sus palabras nuevamente eran cortadas por su esposa, que parecía estar evitandolo a propósito —No pensé en encontrarla aquí.

Definitivamente ella era la última persona que quería tener cerca.

La joven de acento escosés se giró tan pronto la voz de Christine llegó a sus oidos, Lady Sarah era una conocida de su infancia, junto con Isabelle habían compartido algunos no gratos momentos, ya que la chica podía ser en demasía ofensiva cuando se lo proponía, en su adolescencia fue llevada a la escuela de señoritas y regresaba únicamente para la temporada, por fortuna, pero en está ocasión no la había visto ni una sola vez, aunque por su apariencia entendía el porque.

—¡Lady Christine! Que alegría — la joven devolvió el saludo de la misma forma eufórica, aunque algo pretenciosa —¿Qué haces acá? ¿Pensé que saldrías del país?

¡Verdad que no estaba sola!

Si, Lady Sarah le presento a Daniel, conde de Berry y mi esposo — la joven entrecerró los ojos tratando de acordarse de dónde lo había visto pero no se acordó, aunque le irritaba que ella tuviera mejor posición.

—Mucho gusto Milord, Lady Sarah, marquesa de Winchester — el saludo por parte de Daniel fue fugaz, lo último que quería era estar entre dos mujeres las cuales se notaba a leguas que tenía mucha tela para cortar.

—El gusto fue mío, ahora con su permiso las dejo para que puedan hablar a gusto

—Gracias cariño, no olvides que el primer baile es para mí — un abanico bien utilizado podía servir perfectamente para dos cosas, para conquistar o para enojar, en su caso era la segunda.

—Como lo olvidaría — si así quisiera ella se lo recordaría.

Christine no le quitó la mirada a su esposo hasta que despareció entre la multitud, que se aglomeraba cerca a la mesa de los bocadillos.

El aura imponente que transmitía le hacía apetecerlo, sí, no había sido criada para esos mundanos placeres, pero al verse negada a ello, se sentía con ganas de llevar todo hasta el límite.

—¿Desde cuándo estás acá? — Lady Sarah pregunto haciendo que Chris olvidará por un momento esos pecaminosos pensamientos.

—No tengo más de un mes, recién contraje nupcias.

—¿Qué? Y ¿Tú luna de miel?

Miserable Daniel, pagarás por ésto

—Sucedió un grave inconveniente y debimos aplazarlo, Daniel está muy apenado por ello — Christine tomo el brazo de la joven y camino con ella hasta unas sillas vacías —Tanto así que me prometió viajar al otro continente.

Una mentira no haría mal a su imágen, además nadie debía saber si verdadera situación, al menos no ella.

—Que bochornoso debe ser, toda una condesa y privarte de ello. — sus palabras eran ofensivas, pero no para Christine.

—No creas, no es tan malo cuando tu amado esposo pone el mundo a tus pies por ello — sus ojos recorrieron el salón hasta que lo vio dialogando con otros caballeros —Además es tan dulce, protector y sobretodo complaciente

Sus palabras no estaban nada cerca de la verdad, aunque si se ponía a pensar, quería que Daniel fuese al menos la mínima parte de lo que ella decía, no sabía que sentimiento colocarle a lo que él le transmitía, pero claramente no era amor, había leído muchas novelas para saber lo que debía sentir y hasta ahora no sentía nada de ello, pero sabia que había algo que le atraía de él, talvez su rechazo a ella y por eso quería demostrarse a ella más que a él, que podía atrapar el corazón de un hombre apático como lo era él.

—¡Ya recordé! — Christine volvió la mirada a Sarah, quien gozaba de sus recuerdos —Lo tenía presente pero no me acordaba, el conde es amigo de mi esposo, él me conto que había estado casado

—Si... Hace dos años

—Pobre, enviudar es terrible y más cuando ella estaba en estado

—¿Qué? — su boca no podía articular otra frase, no coordinaba lo que pensaba de lo que trataba de hablar, pero no era para menos, enterarse de como había fallecido la antigua condesa le producía mil cosas.

—¿No sabías? Lo siento, pensé que, bueno como dijiste que él...

—Si, pero no había querido indagar mucho sobre su vida pasada, al fin y al cabo es solo de él. — No era lo que quería decir, pero era lo más indicado.

A un mes de casados y él sabía más de ella, que ella de él, aunque era un decir ya que ella no sabía absolutamente nada de Daniel, ni de su vida, ni de sus gustos, disgustos o su forma de pensar y actuar, parecía que todos sabían de como era él menos ella, que se suponía era su esposa.

—Si, es lo mejor, aunque no se mayor cosa de él, ya sabés, los rumores pasean mucho en cada evento y una que otra cosa aumenta o disminuye.

—Por lo general eso sucede, él me dirá en su momento lo que sucedió con ella... Aunque seamos unidos entiendo que guarde algunas cosas solo para él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.