Un Destino Soñado

*° 7 °*

El baile en compañía de aquel caballero resulto siendo muy tranquilo, delicado y estaba saliendo como debía ser. Algunas mujeres, sobretodo las que disfrutaban fisgonear en la vida ajena y de las que necesitaba por ahora atención, los miraban con recelo mientras ellos
bailaban justo en el centro del salón.

—Creo que logré bailar con la mujer más hermosa — susurro con un acento que sin duda haría mover el suelo de cualquier dama.

—Gracias señor Corbyn, pero creo que hay mujeres mas hermosas.

—Si, pero al parecer no vinieron — Christine contuvo la risa, actuó serena y miro mientras daba una delicada vuelta a su alrededor para encontrarse con la fría mirada de su esposo que la situó de nuevo en la realidad.

—¿Está usted de visita o vive aquí señor Corbyn? — No podía negar que el caballero era encantador e interesante.

—Estoy de visita, no dejaría mi país por nada en el mundo, aunque... Podría haber alguna excepción — su voz no oculto el tono coqueto con que se expresó.

—Siempre hay excepciones...

El toque sutil de la mano del francés sobre la suya fue algo cálida. Los siguientes pasos del laborioso vals fueron apacibles, tanto que hasta creyó bailar sobre nubes de algodón. Era atrayente el aroma que el hombre desprendía y por un momento sus sentidos se opacaron  a tal punto que lo único que recordó haber visto, fue el techo abovedado del gran salón.

—Lady Berry, me alegra que ya se encuentre bien — dijo el doctor Relish, un hombre de mediana edad que se ocupaba exclusivamente de atender a las mejores familias del condado y que hasta ahora veía. —¿Usted es? Y yo... ¿Qué pasó?

—Soy Walter Relish, el médico de la familia, al parecer sufrió un repentino desmayo — Christine abrió con sorpresa sus aún adormilados ojos — No se preocupe, no fue mayor cosa.

—Oh... —  sus recuerdos viajaron hasta el baile y si, efectivamente un desmayo había arruinado todo —Me alegra oírlo, ahora mismo seguiré con la velada, no me gustaría dañar la fiesta.

—Me temo que no podrá Milady, el hecho que no tenga que preocuparse por su colapso, no significa que pueda seguir con la noche — No, eso no, ella tenía que continuar con sus planes —Lo mejor es que descanse por esta noche, mañana podrá seguir con su vida normal.

¡Mañana! No, mañana no tendría oportunidad de volver a tener de cerca a un caballero con el que pueda empezar sacar la furia de su esposo.

—¡Pero si estoy bien! — dijo levantándose de golpe de la cama donde la habían ubicado —Hagamos de cuenta que eso no sucedió y listo, no pasará nada.

El doctor miro de reojo a Christine y siguió empacando sus artilugios médicos. Sin duda a Christine le faltaba algún tornillo.

—Claro que pasará querida — hablo con sorna Daniel, quién se encontraba al lado opuesto de la mirada de ella —No queremos que suceda de nuevo, así que nos iremos ya mismo.

¡Rayos!

Por la confusión no había mirado a su alrededor, ¿Por qué tenía que estar ahí? Que mal estuvo, todo su plan al abismo.

—Me retiro Lord Berry, no dude llamarme a cualquier hora si lo ve necesario.

Daniel acerco una bolsa con dinero al médico, quien la recibió de muy buena manera y dijo algo que ella no alcanzo a oír por más que intento.

—Iremos a excusarnos con los anfitriones — su tono voz mandante apareció nuevamente, ya no podía convencerlo de lo contrario, así que con una evidente sonrisa falsa asintió.

Como era de esperarse a Lady Ferguson no le agrado la idea que el conde se fuera, aunque sabía que ya tenía una elegante y hermosa esposa, sus instintos le hacían querer estar junto a él así fuese ahora un hombre lejano. Con lo sucedido, le guardo aún más recelo a la nueva condesa.

—Esperamos tenerlo más a menudo de visita Milord — Lord Ferguson ofreció su casa y como no, si los negocios con el conde siempre le habían producido muchas ganancias.

—Lo tendré en cuenta, con su permiso nos retiramos.

A regañadientes Christine salió de la fiesta, en toda la velada no había conseguido absolutamente nada, lo único que había logrado era desvanecerse en los brazos de un desconocido... A todas estas no lo había visto después de entrar al salón para excusarse.

—Espero te mantengas en cama todo el día — ordenó Daniel sin mirarla

—¿Qué? No, tengo cosas que hacer — lo que le faltaba, estar enclaustrada

—Es lo mejor, no es normal que te desmayes, se supones que eres una mujer saludable

—¡No se supone! lo soy, es un simple desmayo — soltó un berrinche como una niña —A cualquiera le puede suceder y no creo que por ello deban de quedarse en cama.

Daniel giro al verla y por primera vez desde que la conoció su seriedad fue puesta a prueba, quiso objetar, pero al verla con los brazos cruzados, sus labios estirados, su ceño fruncido y el cabello un poco revuelto, prefirió callar. Había pasado mucho tiempo desde que sus labios intentaron formar una leve sonrisa.

Esta mujer sin duda era caprichosa, seguramente le traería más dolores de cabeza de los que esperaba. Su manera de ser era fuerte y decidida, pero al mismo tiempo era una niña testaruda que estaba acostumbrada a hacer su voluntad, lastima que en estos momentos se encontrara con quién no le apetecía ceder a sus provocaciones.

Y eso fue lo que descubrió Christine al día siguiente cuando quiso salir de su habitación y la encontró bajo llave.

—¡Infeliz! ¡No soy tu esclava, sácame de aquí! — la furia de Christine llegó al punto de llorar

Se podría decir que toda la mañana había estado gritando sin conseguir nada, empezando porque estaba en un ala dónde era poco el tráfico de empleados, además estaba en el tercer piso de la majestuosa mansión.

—Lo siento mucho milady, el señor pidió tenerla bajo llave para que descanse, dijo que usted se había desmayado y necesita reposo.

—¡Reposo! A estas alturas quizás lo que necesite sea otro esposo.

—¡Señora por favor no diga esas cosas! — Carmín se escandalizó tanto con las palabras de su ama que empezó a persignarse varias veces —Se imagina donde la hubiese oído el señor, nos envía a horca a las dos.




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