Un Destino Soñado

*° 8 °*

La mañana comenzó como de costumbre en la mansión.

Daniel se había marchado temprano, debía revisar unos documentos de suma importancia para él, algo que tomaría toda la mañana, algo que no le daría tiempo siquiera de pensar en su difunta esposa y mucho menos en la actual.

Christine desayunó en su habitación como todos los dias, con la diferencia que su ánimo era mucho mejor que los días anteriores y como no, si su esposo había caído ante ella.

Fuese por buscar un hijo o sólo por qué se sintio retado, a ella no le importaba en absoluto, en estos momentos solo deseaba su cuerpo, esa sensación de plenitud que alcanzaba cuando él se apoderaba de ella, más adelante buscaría la manera de que su matrimonio no terminara o al menos no terminara en desastre.

Ahora solo disfrutaría cada momento y elevaría mil plegarias para no salir de encargo mientras conseguía su objetivo.

Aún tenía arreglos pendientes en la mansión y uno un tanto secreto, pero debido a su nada agradable encierro, se había atrasado, así que debía solucionar lo de el día anterior y el presente en horas de la mañana, debía jugar contra el tiempo, ya que al medio día saldría a ver a Lord Cass, necesitaba saber sobre el anterior matrimonio, algo que le traía pensativa desde su llegada, pero que había preferido no prestar atención hasta que escuchó a Lady Sarah.

Pero como una cosa se piensa y otra sucede, su esposo había decidido después de varios días si hacer presencia a la hora del almuerzo, llegar de improviso dañando los planes de la joven esposa.

—¿Qué haces acá? — resoplo Christine viendo que sus planes de almorzar con Lord Cass se habían ido al traste.

—No pensé que tuviese que pedir permiso para almorzar en mi propia casa — respondió Daniel evidentemente molesto por la pregunta.

—De verdad eres irritante, solo lo decía porque no es usual que vengas a estas horas o... Deseas pasar más tiempo con tu esposa.

—Acaso no fue eso lo que pediste.

—Si, pero no te molestes en aparentar en la casa que somos la pareja ideal.

—Eres inentendible... — Daniel siguió murmurando para el solo, esa mujer lo descontrolaba de muchas maneras y eso le molestaba, estaba acostumbrado a mantener el control de las situaciones pero con ella era imposible, sobretodo porque no tenía ni idea que rayos pasaba por su cabeza.

Por más que la observará no podía comprender sus actitudes, su acciones. Por mas entrenamiento militar que tuviese, ella parecía inmune a cualquier táctica analítica.

—Que me avisen tan pronto esté todo preparado, estaré en el estudio —ordenó a Carmín quien se encontraba detrás de su señora

—Como ordene Milord

Christine miraba con altivez a su esposo quien había preferido ignorarla.

—Milady... ¿Ahora que hará? La reunión con...

Christine se relajo tan pronto su esposo se alejo del pasillo. Ahora podía mostrar su preocupación y nerviosismo, por fortuna sus deberes en la mañana se habían alargado un poco más, porque si no, no la había encontrado en casa y sin ninguna excusa de su ausencia. Ella sabía que aunque llevara las de ganar, debía total respeto a su esposo y aunque sonara muy mal, esas eran las costumbres y normas de la época y cualquier intento de pasarlas por alto, podía tener serias consecuencias.

—Ve a las cocinas y haz que se retrasen un poco en servir, mientras tanto yo escribiré otra misiva.

—¿Milady no será arriesgado?

—No, espero, te dejare la nota bajo las almohadas, mientras yo almuerzo tu llevarás el mensaje.

—Mi señora me llevará cerca de dos horas ir y volver, él señor se dará cuenta que no estoy.

—Dejame eso a mí, ahora vé que perdemos tiempo.

La doncella se apresuró nerviosa, incluso más que su ama, sus rápidos pasos se dirigieron hasta las cocinas al punto de derramar la reserva de vino que estaba preparada para el almuerzo.

—¡Niña por favor! Mira los estragos que haces — el ama de llaves grito enojada, ahora debía ir a buscar más vino y eso atrasaría la preparación de la mesa para el almuerzo —¡Te he dicho más de una vez que entres con cuidado! Justo hoy que el señor llegó a almorzar.

—Mil disculpas no era mi intención, lo siento de verdad — la doncella aunque contenta con su desastre se disculpaba haciendo reverencias al ama de llaves para evitar ser castigada —La señora se sentía muy mal así que vine corriendo por agua.

El ama de llaves giro a ver la doncella con intriga, pero pese a su retraso y al disgusto no le quedó de otra más ordenar que le alcanzarán un poco de agua y té, seguido de esto colocó todo el personal al corte, debía alistar lo más pronto posible el comedor principal.

—Milady, creo que solo los logré atrasar un cuarto de hora o quizás menos, ellos hacen lo inalcanzable cuando el señor está en la mansión.

Christine asintió sin prestar mucha atención, estaba más concentrada en hacer una nota corta pero concisa a Lord Cass que en prestarle atención a su doncella. Además, debía dejarle en claro que sería ella quien lo enviaría a buscar tan pronto tuviese oportunidad, ya que no podía arriesgarse nuevamente colocando una cita sin saber si asistiría o en su defecto, la descubriría su esposo hablando con el supuesto enemigo.

La joven doncella al ver a su ama concentrada y apresurada prefirió hacer guardia por si entraba algún sirviente. Enviar una carta a un hombre podía significar infidelidad y eso terminaría en repudio hacia la mujer, los sirvientes por ser del servicio personal de Lord Berry debían a este fidelidad, por eso cualquier sospecha hacia la esposa sería informado inmediatamente a él. Carmín sabía que su ama no hacía nada malo, pero era mejor prevenir, ya que no sabía cómo podía actuar el señor en un momento de enojo.

—¡Listo! — grito la mujer al terminar de doblar su misiva, la pensaba dejar bajo la almohada pero el tiempo era su enemigo.

—¿Listo qué? — las palabras no salieron de la boca de Christine, no había oído a su esposo entrar, mucho menos Carmín quien vigilaba la puerta principal olvidandose de la nupcial.




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