Un Destino Soñado

*° 9 °*

—No has dicho nada.

—¿Qué debería decir acaso?

—Christine... Lo siento — susurro bajo como si no quisiera ser escuchado, pero la mujer aún en un extremo alcanzó a oír

—¿Qué dices? — pregunto con sarcasmo a lo que Daniel con una mirada confirmo lo que había escuchado ella —No alcance a oír, quizás hablaste mientras comías.

—Lo escuchaste y claro — dijo con autoridad, de inmediato el comedor se convirtio en una guerra de miradas, al menos hasta que por fin Daniel soltó lo que tenía que decir —Dije, LO SIENTO... Se que no es de un hombre tratar así a una mujer

—Menos aún si es su esposa ¿Verdad?

—¿Me vas a dejar hablar? — Christine asintió con su mano restándole importancia —Es por eso que he decidido bajar la guardia, un poco, al menos hasta que puedas darme el heredero.

—Que fácil se rinde Milord — contesto sacándose la espina que había acabado él de enterrar —De acuerdo, entonces hagamos un tratado de paz, ya que con lo que acaba de decir, el día que te dé tu heredero volverás a hacer el mismo ser que eres.

Algo que ella no quería aceptar, esperaba que no fuese cierto, pero lo importante era tratar, ya que hasta el momento ninguno de los dos cedía en nada que no fuese carnal.

—¿Qué te parece si salimos a dar un paseo hoy?

—Debo asistir a la costurera, mandaré a hacer el vestido para la fiesta que daremos para conocer a tu familia.

—¿Entonces cuándo puede la señora? — refuto entre dientes, esa mujer lo sacaba de sus casillas con solo verla.

—Si quiere acompañarme no me molestaría — la sonrisa de Christine lo irritaba aún más, pero no dejaría que ella le llevará la ventaja.

—De acuerdo, la acompañaré.

Christine estaba esperando que dijera que no para poder hablar con Lord Cass, pero al parecer hoy en la tarde tampoco podría.

Que desilusión.

El almuerzo fue silencioso después de eso, ella no tenía nada que preguntar, bueno en realidad si, pero eso él no lo contestaría, así que en definitiva era mejor callar. Por el otro lado, Daniel esperaba ansioso a qué su esposa cambiará un poco su actitud, esperaba que con su transformación a un esposo ejemplar esa mujer dejara de darle dolores de cabeza, cedería hasta el momento que ella quedara en embarazo y luego se alejaría lo más posible.

Había dicho que no iría al ejército real, pero eso sería lo primero que haría tan pronto naciera la criatura, de esa manera no le afectaría socialmente a ella.

—Milady ¿En serio se cambiara de ropa? — dijo Carmín al ver que su ama buscaba desesperada uno de los nuevos vestidos.

—Claro, saldré con mi esposo por primera vez, debo dar una muy buena impresión.

Carmín solo asintió y no dijo nada más, solo se limitó a vestir a su señora, quien se veía reluciente y hasta... Demasiado bella con ese vestido verde oliva.

El escote corazón estaba completamente ceñido al cuerpo, de manera que sus senos quedaban perfectamente redondeados, su cuello y pecho eran la atracción en ese momento, también gracias al hermoso collar de cristales que lucía, si no llamaba la atención el escote, lo haría el collar, pero sin duda sería admirada mucho y más porque sería delante de su esposo.

—Perfecto, nada vulgar, pero atractivo — se dijo Christine mientras se observaba en el gran espejo de su habitación —Dile al señor que estoy lista.

Al bajar las escaleras Christine pudo ver el deseo en los ojos de su esposo, con solo pocas noches había podido descifrar ese brillo en su mirada, un fuego ardiente que la consumía con solo ser observada por él. No lo podía negar, estaba siendo manipulada por ese deseo carnal el cual estaba profundamente prohibido en la sociedad, ese placer insaciable que solo él podía calmar pero al mismo tiempo desear más.

Tiempo, no sabía cómo terminaría lo que ahora se estaba creando, se sentía ansiosa por descubrir los sentimientos de su esposo, pero al mismo tiempo le aterraba la idea de ser desechada tan pronto quedará en cinta. No quería ser como sus padres, tampoco ser parte del cotilleo de la alta alcurnia, solo quería tener un matrimonio real.

—Muy elegante solo para ir a la modista — su ironía no podía faltar aunque se muriese de ganas por tenerla en ese momento.

—Querido, no sabemos a quien nos podamos encontrar, así que es mejor estar siempre a la altura del título.

Las palabras cortantes y secas de su esposa lo hacían confundir aún más, era como si fuesen dos, una que se comportaba de una manera pasional, mostrando debilidad e incluso dócil pero que solo aparecía cuando la tenía entre sus brazos y otra, que solo le importaba el elitismo, los títulos y mostrar su poder económico, deseaba a una y le fastidiaba la otra.

—Vamos tarde, te quedarás ahí de pie lo que resta del día o me acompañaras.

Unos meses, solo debía soportarla unos meses.

—Carmín, vete con Oswaldo, necesito hablar con la señora.

Carmín abrió sus ojos sorprendida pero intento disimular un poco, pensó que quizás su amo se había enterado sobre la falta carta... ¿En qué lío se había metido? Dónde él se enterara seguramente irían a la horca las dos.

Con voz nerviosa y temblorosa acepto irse adelante con el cochero, pensando en la suerte de su ama.

—¿Y Carmín? Ella debe acompañarme.

—Te acompañará, pero se irá con Oswaldo — dijo mientras cerraba la cortina del carruaje.

—¿Qué planeas querido? — con una mirada fría contesto Lord Berry a su esposa.

—Lo haces a propósito ¿Verdad?

—No entiendo de que me hablas, no he hecho nada — en teoría si, pero eso él no lo sabía.

—¿Porqué te cambiaste? — no era un hombre de rodeos —Acaso...

—¿Acaso una mujer no puede verse bien? Le recuerdo Milord, perdón, querido, te casaste con una noble, no con cualquier mujerzuela sacada de algún dudoso y vasto lugar que solo se conforma con vestir cualquier trapo nuevo.

Con furia Daniel la tomo de los hombros, esperaba que ella se retractara de sus palabras, o al menos titubeara, pero verla con sus labios entreabiertos y respiración corta derrumbó toda furia que sentía.




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