Un Destino Soñado

*°12°*

Cada caricia, cada toque que él daba en su cuerpo le hacía sentir como si subiera hasta las estrellas. Era algo mágico, había sentido muchas emociones al compartir el lecho con su esposo pero esta vez sentía que dejaba algo al entregarse a él, quizás los sentimientos del día se habían calado profundamente en su ser.

Si, eso debía ser.

Quería hacer que su esposo sanará y olvidará...

Sin darse cuenta la pareja había caído en un sueño profundo, tan profundo que los rayos de luz que se filtraban solo hacía que aquel frío hombre abrazara más a su acompañante. Ella con una sensación de paz se acercó a quien le brindaba su pecho como señal de seguridad, al menos hasta que lo escucho susurrar entre sueños.

¡Eleonor! Cuánto te extrañaba.

Un frío corrientazo paso por todo el cuerpo de ella, su pulso se aceleró nuevamente, está vez con más intensidad, esas palabras no esperaba escucharlas nunca, entendía lo que él sentía, pero no aceptaba que pensara en ella mientras compartían un momento tan íntimo.

Con suavidad se corrió del lado de él y se bajó de la cama, sin dudar tomó sus cosas y salió de la habitación, sus pasos no daban para más, su corazón estrujado quería gritar, quería arrancarse ese maldita sensación de su pecho, pero no podía, era ya imposible dejar de sentir lo que ahora dolía y aunque llorara a cantaros no podía sacarse de su alma a ese hombre que la confundía con otra.

Era desgarrador ver a Christine tendida en la cama como una niña indefensa, una a la cual le habían quitado lo más preciado que tenía.

¡Porque! No debió enamorarse, se suponía que ella solo quería una vida tranquila, solo necesitaba querer a su esposo, no amarlo como sentía que lo estaba haciendo... No debió descubrir nunca sus verdaderos sentimientos hacia él.

Sus lágrimas salían cada vez con más fuerza, su alma se quebraba y no podía hacer ya nada, aquel hombre solo pensaba en esa mujer, seguramente lo hacía incluso cuando estaba con ella ¡No! El solo pensarlo dolía aún más, ya no aguantaba, se sentía humillada, herida...

—Mi señora ¿Se encuentra bien? — pregunto la doncella tocando la puerta que se encontraba con llave

—No... No estoy bien, siento que voy a morir... — susurro para si misma —Ve por agua helada Carmín, debo salir.

La doncella preocupada siguió las órdenes de su ama sin protestar.

Christine tomo aire y con el corazón roto, se levantó de la cama, debía ser fuerte, su esposo no sabía nada de sus sentimientos y no debía saberlo, así que debía seguir como si no pasará nada aunque por dentro pasará de todo.

Dos horas más tarde Daniel fue a abrazar a quien se suponía estaba junto a él cuando sintió el vacío y el frío del otro lado de su cama, apretó sus ojos con la yema de sus dedos y se tiró en cruz boca arriba, está vez su sueño había sido tan real que aún sentía los labios de ella recorrer su cuerpo, se incorporó para levantarse cuando un dolor agudo en su mano lo hicieron contraerse...

Christine ¡Maldición!

Lo había olvidado, sus pensamientos lo seguían traicionando una y otra vez, está vez de una manera muy cruda, imaginar que dormía en los brazos de Eleonor cuando en realidad había disfrutado con la compañía de su ahora esposa, se sentía ruin, un ser despreciable.

Con todas sus fuerzas dió un golpe con su mano sana a la mesa junto a su cama, estaba harto de esa situación, sentía que poco a poco sus pensamientos por Eleonor solo fluían cuando dormía, ya que ahora sus pensamientos se dirigían únicamente a Christine; al menos mientras estaba despierto, esa mujer se apoderaba cada día más de su mente, no podía permitirlo.

Halo la campana que llamaba a su ayuda de camara lo más fuerte que pudo, necesitaba salir y despejarse, se sentía agobiado, estaba en medio de dos caminos y no sabía que hacer, por primera vez en su adultez estaba entrando en un camino que al parecer no tenía salida.

—Señor, siento no haberlo despertado antes, pero debido a su condición no quise... ¡Su mano! Debería llamar al doctor de inmediato.

—No te preocupes, es algo leve... Cualquier cosa visitaré al doctor más tarde.

Algo recordaba sobre su esposa colocándole una venda, su mente aunque confusa le dejaba recordar ciertos momentos de la noche anterior.

Solo esperaba no haber hecho algo imprudente, porque no estaba en sus cinco sentidos.

—Mi señor, es mejor que el venga, puede...

—No, estoy bien, mejor búscame un traje limpio y haz que me preparen la tina, debo asearme.

—Como ordene Milord

El ayuda de camara de manera eficiente, ordenó traer agua fresca mientras el preparaba el traje de su amo, aunque concentrado en su tarea no dejaba de mirar a su señor quien no se veía como siempre y por más confianza que él le tenía, sabía que había cosas que era mejor no preguntar.

Daniel aunque confundido dejo sus sentimientos atrás y se dispuso a continuar con su día como si no pasará nada. Hizo la visitas que tenía programadas, escribió cartas desde la oficina que tenía en el pueblo, cenó con los marqueses de Bristol y excuso a su esposa por enfermedad, aunque ni siquiera se había tomado la molestia en comentarle a ella sobre la invitación.

Al contrario de él, Christine no estuvo del todo conforme con su día, se mantuvo cabizbaja todo el tiempo y aunque fue al club de lectura pensando que allí se sentiría mejor, fue todo lo contrario, el tema del día se trataba sobre desamores y cada que alguna daba su opinión a Christine se le clavaba una espina en su corazón.

—Milady ¿Le sucede algo? Es que la siento bastante distante el día de hoy.

—Me siento como la protagonista de una novela de amor y no me gusta.

—No entiendo Milady ¿Acaso eso no es el sueño de toda mujer?

—Supongo, aunque.... — Christine prefirió guardar silencio, había cosas que era mejor no ventilar y aunque su doncella era muy prudente, en cierto modo sentía vergüenza contarle sus desgracias.




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