Un Destino Soñado

*°14°*

La conversación de los caballeros fue mas laboral que personal, Richard, el hombre de las cuentas, cómo le decía Daniel, explicaba detalladamente sobre los balances en las fábricas, adicional explicaba los ingresos que recibiría ahora por pertenecer a la cámara de Lores. Ya que contaba con el título pero no había asistido a ningún parlamento hasta ahora.

—Gracias Richard, me has sido muy útil en todos estos años.

—De nada señor, para mí es un honor servirle a usted y su familia.

—¿Familia?

—Bueno señor... Lo digo porque ahora que se casó nuevamente, tendrás herederos, además al casarse, Lady Berry se convierte es su familia.

Daniel calló, no había pensado que la mujer que caminaba del brazo de Adriana ahora se volvía su familia, tanto despreció a su familia por ser nobles reprochables y ahora estaba casado con una de ellos.

Una mujer interesada, ambiciosa y vanidosa.

Volvía otra vez a tener en casa lo que anteriormente había sacado y despreciado.

—¡Milord, Richard! Ya trajeron la merienda! — grito la señora Stevens acercándose a ellos.

—Gracias querida, justo acabábamos nuestra charla

—Que bueno, Lady Berry está esperando en el kiosco.

La señora Stevens tomo del brazo a su esposo y lo arrastró con ella, sabía que si le daba chance se quedaría allí toda la tarde hablando de números.

El aire fresco en esa villa era fabuloso, la mansión también era a las afueras del pueblo, pero no se sentía así de suave, el ambiente era menos denso e incluso se sentía una calidez familiar, algo que hacía mucho no sentía.

Luego de la merienda estuvieron paseando por los alrededores en caballo, aunque la propiedad no tenía un terreno extenso pudieron pasar un rato agradable, sobretodo porque la señora Stevens era una gran anfitriona y siempre tenía tema para todo. Tanto así que el almuerzo fue mas tarde de lo previsto.

—Siento mucho haberlos entretenido más de lo necesario — expresó la mujer mirando el opaco cielo.

—No se preocupe señora Stevens, pasamos un buen momento

—Sera mejor irnos ya, el clima no dará su brazo a torcer — dijo Daniel algo preocupado, ya que la vía no se encontraba en buen estado.

—¿Porqué no se quedan Milord? Creería que es mejor, así se podrán ir con más calma mañana.

—Muchas gracias por la invitación, pero tengo un asunto de vital importancia que atender temprano, además aún no está oscuro, creo que alcanzaremos a pasar la lluvia

—Como usted diga Milord, que tengan muy buen viaje y gracias por haber venido — dijo el señor Stevens.

La despedida fue corta, a Daniel le afanaba pasar el condado antes que llegara la lluvia, no soportaba quedarse en otro lugar que no fuera su casa.

A más de media hora de camino, empezaron a caer algunas gotas que poco a poco se fueron convirtiendo en un grupo más grande, el lacayo no podía controlar el caballo que se estremecía por los truenos.

—¡Carl, para en la próxima posada! — grito algo molesto Daniel, aunque espero que la torrencial tormenta menguara, su espera fue en vano, además no podía arriesgar su coche, su caballo y su lacayo.

—Lo siento señor, solo me queda una habitación disponible — explicaba el dueño de la posada donde habían parado.

—Si no hay más entonces tomaré esa —reprocho Daniel mientras maldecia el clima.

—Lo acompañaré — expresó el encargado

Daniel siguió solo al señor, ya que Christine había hecho una parada en el pequeño restaurante que había a un costado para beber un poco de chocolate.

Al terminar Christine su bebida, Daniel ya la esperaba en la puerta para mostrarle el camino a la habitación.

—Saldremos antes del amanecer — informo a Christine mientras caminaba delante de ella —Dormiremos juntos esta noche.

—¿Qué? — dijo sorprendida y no porque no fuera común que las parejas durmieran en cuartos separados, si no porque sabía que su esposo no la toleraba aún

—No había más habitaciones disponibles — expresó antes que siguiera hablando —Entra y cámbiate, volveré en un rato.

—¿A dónde vas?

—Ire a beber algo ¿Puedo?

Christine no dijo nada, solo se giró y camino hasta el biombo.

Al llegar Daniel, Christine se encontraba acostada boca arriba, sus ojos aún abiertos miraban hacia el techo como si viera algo más que simple madera vieja.

—¿Pensé que estabas dormida?

—¿Por eso decidiste regresar? No te preocupes por mi, descansa.

Daniel la miro confundido pero no dijo nada, simplemente suspiro para si mientras se quitaba su ropa. Afuera la lluvia aún continuaba, cada vez era más fuerte, sin duda era como si se hubiese abierto el cielo.

La conversación de los caballeros fue mas laboral que personal, Richard, el hombre de las cuentas, cómo le decía Daniel, explicaba detalladamente sobre los balances en las fábricas, adicional explicaba los ingresos que recibiría ahora por pertenecer a la cámara de Lores. Ya que contaba con el título pero no había asistido a ningún parlamento hasta ahora.

—Gracias Richard, me has sido muy útil en todos estos años.

—De nada señor, para mí es un honor servirle a usted y su familia.

—¿Familia?

—Bueno señor... Lo digo porque ahora que se casó nuevamente, tendrás herederos, además al casarse, Lady Berry se convierte es su familia.

Daniel calló, no había pensado que la mujer que caminaba del brazo de Adriana ahora se volvía su familia, tanto despreció a su familia por ser nobles reprochables y ahora estaba casado con una de ellos.

Una mujer interesada, ambiciosa y vanidosa.

Volvía otra vez a tener en casa lo que anteriormente había sacado y despreciado.

—¡Milord, Richard! Ya trajeron la merienda! — grito la señora Stevens acercándose a ellos.

—Gracias querida, justo acabábamos nuestra charla

—Que bueno, Lady Berry está esperando en el kiosco.

La señora Stevens tomo del brazo a su esposo y lo arrastró con ella, sabía que si le daba chance se quedaría allí toda la tarde hablando de números.




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