La habitación parecía una cueva lógreba, incluso se podía sentir un helaje indescriptible, algo que normalmente en las grandes casas y mansiones que acostumbraban a vivir no se podía percibir.
Christine no dejaba de dar vueltas en la cama y pese al frío, ella sudaba como si calor hiciera, esto hizo que Daniel se levantara, en un impulso por despertarla sintió sus brazos arder, rápido tocó su frente y se dió cuenta de su estado febril, no sabía sino lo básico para atender a alguien, aún llovía y con solo mirar el lugar se sabía que no habría nadie quien los pudiera ayudar de inmediato, bajo rápido y pidió una palangana con agua, cuando entró, Christine balbuceaba cortas frases que no se podían entender.
Daniel tomo varios trozos de tela y los remojo en el agua, trato de calmarla pero no lo consiguió, así que solo se limito a colocarle la tela húmeda, habían pasado varios minutos y su esposa estaba cada vez peor, a tal punto, que ya empezaba a delirar.
Daniel bajo corriendo y pidió una tina de manera urgente, de inmediato dos hombres habían colocado una tina pequeña con agua tibia en la habitación de la pareja. Daniel quitó rápidamente la ropa de su esposa dejándola desnuda, ella no tenía más ropa así que no podía mojar la que tenía. Tomo a su mujer en los brazos y la llevo a la tina, a este punto Christine hablaba incoherencias.
Estaba preocupado, en una oportunidad un compañero había fallecido por la misma causa, aunque no sentía nada por su esposa, eso no significaba qué la dejaría morir a la primera oportunidad, no quería ser nuevamente el pobre viudo.
Mientras le echaba agua con un cuenco en las partes que el agua de la tina no alcanzaba, pudo ver cuan vulnerable se veía ella.
—Quema — susurro ella con los ojos entreabiertos
—¿Qué?
—Todo, siento que me quemó.
—En un momento bajara ¿Te duele algo? —Christine no dijo nada, Daniel tomo un vaso con agua y le dió, ella lo tomo casi sin respirar, así que volvió a darle y ella lo tomo con la misma desesperación.
—¿Porque está la vela encendida si es de día? — dijo ella confundida
—Es de noche aún
—No, mira como brilla el sol
—Christine... Tienes razón, apagare la vela — Daniel se llevó la vela tras el biombo, los delirios seguían igual que su alta fiebre —¿Ya?
—Si, iré a comprar un vestido, el que tengo puesto no me gusta
Daniel no dijo nada y volvió a tomar el cuenco para seguir nuevamente con su labor, Christine parecía no notar lo que el hacía, ella solo se limitaba a hablar y otras a balbucear.
Luego de varios minutos en ese proceso, Christine se levantó y salió de la tina, por más que su esposo trato de que ella volviera a entrar fue imposible, incluso quiso salir así a los pasillos, su tolerancia y paciencia estaban al borde, sabía que no era culpa de ella pero el cansancio ya se estaba apoderando de él.
—Vamos a la cama Christine — dijo sin vacilar
Para ese momento ella ya se había calmado un poco y accedió, Daniel trato de colocarle el vestido pero ella se negó, así que la acostó y la cubrió con las gruesas sabana, la fiebre ya estaba bajando y con ella el sueño se apoderó de la mujer, la opaca luz hacia la visibilidad tenue, eso hacía que ella se viera de una forma muy angelical, Daniel por impulso acaricio la mejilla de la mujer, está sonrió y balbuceo nuevamente.
—Quiereme así sea un poco — dijo la mujer
—Aún estás delirando
La cubrió aún más, estaba haciendo frío, aunque la lluvia habia cesado. El se acostó junto a ella sin apagar la vela, sus ojos ya se estaban cerrando cuando sintió los brazos de ella sobre su torso, iba a quitarla cuando el rose de sus labios con los de él lo detuvieron.
¡SANTO CIELO!
Está mujer era adictiva, sus labios siguieron el juego y sus manos recorrieron su cuerpo bajo las sábanas, tocaron todo a su paso, ella solo gemia y eso hacía que el se excitara aún más. Quiso parar pero fue imposible, ella se había apoderado del el, sus manos quitaron la poca ropa que el tenía puesta, ella se estaba volviendo experta en jugar con su cuerpo y con su estabilidad mental, se estaba apoderando poco a poco de todo, aunque enferma la luguria estaba viva en ella.
—¿Segura?
—Quema, mi cuerpo está ardiendo.
¡Rayos!
Que debería hacer quizás aún deliraba, lo más seguro era eso, pero ya no podía detenerse, ella lo había enviado a un abismo, no le gustaba, se estaba volviendo adicto a ella, a su cuerpo.
¡Al diablo!
Su boca saboreo a Christine cómo nunca antes, ella siempre estaba dispuesta pero está vez... Era indescriptible esa sensación.
La tomo en sus brazos y se hundió en ella una y otra vez, se sentía cálida por la fiebre, trato de arrepentirse nuevamente pero ella lo impidió, con gusto continuo Daniel apoderándose de ella, era embriagador sentirla de esa manera, en la intimidad era una mujer diferente, era abierta, sin limitaciones, sin alcurnia, algo que no era en público.
Tan diferente
Tan complaciente
Perfecta
Los dos durmieron plácidamente bajo un enloquecedor orgasmo, hasta que un grito saco de su sueño a Daniel.