Capítulo 7
En su profundo sueño, Peggy siente que está en un lugar lejano y desconocido. No puede ser que esté muerta. Ella se siente más viva que nunca. Despierta en medio de un montón de paja. Levantando la cabeza se encuentra en una especie de cabaña. Una chimenea está encendida manteniendo abrigado todo el lugar. Se remueve un poco, buscando a alguien pero parece que está sola.
De repente a su nariz llega olor a comida. Es fuerte y fragante, provocando que su estómago proteste de hambre. Voces desconocidas provienen de muy cerca. Sella levanta despacio buscando el origen de esas voces.
- ¿Estás seguro que le gustará esa sopa? -pregunta una voz muy cerca. Ella se asoma despacio.
- ¿Soy o no soy un buen cocinero? -pregunta otra voz. Se asoma lentamente para buscar de dónde vienen esas voces.
- ¡Guarden silencio, ella todavía duerme! -dice otra voz algo más conocida, pero no logra identificarla bien.
- ¿Quiénes son ustedes? -pregunta Peggy al divisar tres seres completamente desconocidos para ella.
Se queda algo atónita mirando a tres personajes que sólo viendo en televisión o en algún cuento que leía con su padre. Seres completamente de verde, con graciosos sombreros y puntiagudos zapatos. Sus cabellos de diferentes colores. Uno negro como noche, otro rojo como el fuego y un tercero... rubio como el oro. Sus orejas en punta también llaman la atención de Peggy.
Sigue helada mirando a tres duendes que siempre pensó serían personajes pequeños. Ahora está comprobando que los tres son más altos que ella, y a pesar de tener esas puntiagudas orejas, resaltan rostros... hermosos. En la televisión y libros, no muestran a los duendes así de bellos. ¿Serán seres buenos o malos?. Hay una sola manera de averiguarlo. Temblorosa aparece ante ellos.
- ¿Quiénes son ustedes? -pregunta otra vez mirando a cada uno.
- ¡Peggy, no... no te asustes! -dice el duende rubio avanzando, pero ella retrocede.
- ¡Te dije que se asustaría! -dice el duende que revuelve algo en una olla grande al fuego.
- ¡Pues te aviso que ella no debería estar aquí! -responde el otro con su ceño fruncido.
- ¡Peggy, di algo por favor! -dice el duende rubio.
Más grande es su sorpresa al escuchar bien esa voz, eso la espanta retrocediendo tanto que pierde el equilibrio cayendo sobre su trasero. El dolor en su cuerpo avisa que no es un sueño. Es tan real como los seres que se acercan a ella.
- Peggy... ¿Te lastimaste? -pregunta el duende rubio que ahora que lo ve mejor parece ser Martín.
- ¿Martín... eres Martín, el cliente solitario y extraño, eres tú? -pregunta ella sin poder moverse.
- ¡¡Eso debió doler!! -dice uno de los duendes queriendo ayudarla pero ella retrocede asustada.
- ¡Peggy, no... no te asustes! -dice el duende Martín- ¡Salgan de aquí! -pide a sus amigos.
- ¿Quieres quedarte solo con ella? -pregunta uno de los duendes- ¡Si se entera Santa...
- ¡Crispín, basta... necesito que se vayan los dos, por favor! -pide el duende Martín sin dejar de mirar a Peggy. Ella a su vez va retrocediendo sin entender nada.
Una vez solos, Peggy busca ocultarse tras una mesa y las sillas. No es un buen escondite, pero ya no está reaccionando bien. El miedo está en ella. Crece más cuando ve a ese duende acercarse a ella. Se cubre la cara con sus manos, gimiendo ante la idea que le pueda hacer algo.
- ¡No tengas miedo de mí, Peggy! -dice Martín.
- ¡No, esto no puede ser cierto, es un sueño... estoy en un sueño! -repite Peggy para buscar alguna explicación lógica.
- No es sueño, necesito contarte todo –dice Martín.
- ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién eres en verdad? ¿Dónde estamos? ¿Dónde está Raúl? -pregunta ella sin parar y sin dejar de ocultar su rostro.
- Siéntate conmigo mientras te tomas una sopa caliente, el duende Liyón la preparó para ti –dice Martín.
- ¡No quiero! -responde Peggy, cruzándose de brazos. Esa imagen a él le trajeron muchos recuerdos de Peggy a corta edad.
- ¡No seas una niña! -exclama él.
- ¡Dije que no quiero! -insiste Peggy molesta.
- ¡Así te comportabas antes con tu madre! -dice Martín llamando su atención. Levanta su rostro para mirarlo extrañada de sus palabras.
- ¿Cómo sabes eso? -pregunta Peggy.
- ¡Ven aquí! -pide Martín señalando una silla a su lado- ...y te lo contaré -dice finalmente.
- ¿Responderás con la verdad? -pregunta ella levantándose algo adolorida.
- ¡Todo lo que preguntes, lo responderé con la verdad! -dice Martín al verlo moverse para tomar un cojín, acomodándolo en la silla de ella.
- ¡Gracias! -dice ella buscando sentarse suavemente.
- ¡Necesito que abras tu mente con lo que te contaré! -pide Martín acomodándose mejor.