Un edificio sobrenatural

Capítulo 16

   Patrick se terminó otro cigarro y desapareció la colilla entre sus dedos igual que las otras tres que había hecho antes.

 

—Fumas demasiado -se queja Leonardo tapándose la nariz con la mano.

—Es un horrible vicio que tengo.

—¿Si es horrible por qué lo sigues haciendo?

—Porque es un vicio. No puedo dejarlo -responde Patrick con calma.

—Hay quienes han podido dejar sus vicios.

—No es tan fácil así. Lo he intentado dejar, pero regreso con él. Y no viniste a hablar sobre mi vicio ¿Qué sentiste al leer el último libro? ¿Te identificaste al leer algo?

—Me pareció interesante, pero no me identifiqué para nada, ni siquiera con la parte de los brujos -contesta Leonardo desanimado.

—Todavía tu mente no acepta que eres uno.

—He sido una personl normal toda mi vida.

—Ahora debes pensar en la magia como algo normal, es algo más natural de lo que piensas -le dice Patrick.

—Una pregunta dicen que los brujos pueden ser inmortales.

—Eso es falso. Podemos extender nuestra vida, pero no ser inmortales.

—A las brujas normalmente las ponen en las películas como mujeres viejas, feas y llenas de verrugas -comenta Leonardo recordando lo que veía en la televisión.

—No sé de donde sacan eso. Siempre los ponen como seres malos y horribles. Nosotros los brujos seguimos siendo humanos. La única diferencia es que nacemos con magia. Aunque los que usan magia negra si llegan a deformársele el cuerpo. Ya basta de charla. Cierra los ojos y concentrate en buscar tu magia interior.

 

  Leonardo cerró los ojos por un buen rato. Intentó relajarse respirando profundo para sentir la magia en su interior.

 

—¡NO TE DUERMAS! -le gritó Patrick alterado.

—Lo siento, es que no siento nada.

—Ya hemos intentado con varias cosas y nada.

 

  Llevaban 5 días. Patrick le había dado clases de historia, las técnicas de algunos conjuros, entre otras cosas y Leonardo nada que despertaba su magia.  

 

  Era muy extraño que después de tanta práctica no consiguieran nada, es como si algo le impedía sacar su poder.

 


                                     ********

—Por fin lo tengo en mi poder -dice un hombre de 33 años, cabello gris o ojos lilas. Sostenía una llave dorada con runas grabadas- Lo único que me faltaba para completar el ritual y obtener lo que deseo.

—Amo Armando, ha llegado ya -le informa Javier, quien aparece de una niebla, su subordinado de mayor confianza. Un mutante con el poder de la sublimación. Podía transformarse en niebla.

—Que pase -ordena Armando. Deja la llave en una caja y se sienta.

 

  Entra una mujer de unos 39 años, con el cabello negro corto y unos pequeños ojos  marrones.

 

—Gladys. Me alegra que hayas llegado.

—Es un viaje largo para llegar hasta aquí, amo Armando  -le contesta Gladys con mucho respeto.

—¿El viaje fue de su agrado?

—Fue un viaje muy placentero. Me ha llamado porque lo ha conseguido.

—No puedo contener la felicidad -responde Armando con una gran emoción.

—Quiero verlo.

—¡Enseñáselo! -le ordena Armando a Javier.

 

 Javier saca la llave de la caja.

—La llave del baúl del libro de osidiana -dice ella con admiración.

 

  Gladys lo toma en sus manos.

—Es falso.

—¿Cómo que falso? Yo mismo se lo arrebaté a Eugenio quien estaba a punto de morir -dice Armando exaltado.

—Te engañó. Esta sólo es una copia,  muy bien hecha.

—¿EN DÓNDE? ¿EN DÓNDE ESTÁ LA LLAVE? SIN ELLA NO PUEDO COMPLETAR EL RITUAL.

—Eugenio si lo tenía. Puedo verlo mientras le entregaban la llave original y la réplica a la persona que lo forjó, quería ocultar la real -responde Gladys que veía esas imágenes en su mente. Ella era una mutante, con el poder de psicometría, al tocar los objetos podía ver donde habían estado.

—Él está muerto. Ya no tengo ninguna pista en donde pueda estar.

—Debe haber alguien a quien se lo haya dejado.

—ESTABA TAN CERCA. LA LLAVE ES LO ÚNICO QUE NECESITABA PARA INVOCAR EL LIBRO DE OSIDIANA -grita Armando eufórico.

—Debemos buscarlo.

—¡COMO TE ODIO, EUGENIO! Siempre te has metido en mi camino. Ni siquiera después de muerto dejas de molestarme.

—Relajate amo. Sé que lo conseguiremos. La única pista que tenemos es quien forjó esta copia -le comenta Gladys con tranquilidad. Ella no era mujer de perder la cordura.




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