Un edificio sobrenatural

Capítulo 44

 —Tú debes ser el sobrino de Eugenio. No se parecen en absoluto -le dice Armando observándolo con una mirada de desagrado.

 

 Odiaba a Eugenio, por su culpa su objetivo se había retrasado demasiado. Incluso después de muerto le fue difícil obtener la llave de Obsidiana. Esta vez por culpa de su sobrino.

 

  Gladys recogió la llave del suelo y su rostro se iluminó —Esta es, sin duda.

—¡Maravilloso! Tu tío hizo un excelente trabajo ocultándolo, pero en algún momento la iba a encontrar.

—Tú no deberías tenerla -Leonardo por impulso creó una esfera de fuego que arrojó a Armando. Éste creó unas esferas de agua y deshizo el fuego.

—Eres un novato. Tu fuego es muy débil. Todavía te falta mucho para poder siquiera enfrentarme -Armando poseía una voz prepotente. Estaba más que seguro que obtuvo la victoria en lo que para él era un simple juego de escondite.

 

  Leonardo, Patrick, Karina, Naim y Azur se prepararon para pelear, pero sus oponentes eran más que ellos y con más experiencias en peleas.

 Karina se transformó en licantropo y gruñó.

 

—¿Creen que me derrotarán? Rindánse y no les haré nada -les dice Armando con una sonrisa de burla.

—Eso nunca.

 

 Armando les dio la espalda y caminó tranquilamente. Colocó el cofre que sujetaba en sus manos en el suelo para hacer el ritual.

 

—NO PODEMOS PERMITIR QUE LO HAGA -grita Patrick desesperado. 

 

  Quedarse parados mientras Armando realizaba el ritual no era una opción, iban a luchar, aún con las pocas posibilidades de ganar. Si morían sería luchando.

 

 Patrick levantó grandes rocas y las arrojó. Los subordinados de Armando lo protegieron mientras éste hacía el ritual.  

 

  El gran problema es que Leonardo y Patrick estaban sin magia, al igual que Naim y Azur,  la habían agotado todo intentando reforzar el sello. Sus cuerpos también se encontraban agotados, estuvieron 7 horas haciendo el encantamiento, gracias al generador mágico de Edgar pudieron resistir tanto, pero la magia se regeneraba no el cuerpo. 

 

  Leonardo cayó de rodillas, no tenía fuerzas para nada y se desmayó.

—¡LEONARDO! -Karina se transformó en humana y fue ayudarlo.

 

 Los subordinados se quedaban viendo. No se movían ya que su trabajo era proteger a Armando. Quedarían allí como una barrera mientras su amo Armando terminaba el ritual.

 

—Está débil, se quedó sin magia -le informa Patrick quien continuaba atacando. Sus ataques llegó a lastimar a algunos y otros pudieron esquivarlos.

—Tú también estas débil -le responde Karina con preocupación. Las situación andaba de mal en peor. 《Esto no debería terminar así》

—No podemos hacer nada, que frustrante.

 

 Dos miembros del clan Asha se acercaron, un hombre y una mujer. Los demás no se movieron, continuaron en su lugar y ocultando lo que sucedía detrás.

 

—Deben dejar que el amo Armando cumpla su voluntad. Él les perdonará la vida si lo hacen -les dice uno de los subordinados del clan Asha. Era un hombre de unos 37 años, de cabello y ojos marrones.

—Él planea apoderarse del mundo -responde Karina furiosa con una mirada hostil.

—Es por eso que les conviene estar de su lado -contesta la otra. Esta era una chica de 26 años, de cabello verde claro y ojos negros.

—¡Él será un dictador!

—Él será el amo del mundo y nosotros debemos seguirlo. 

—Yo jamás seguiré a un tipo como él -Karina estaba eufórica. Dejó a Leonardo recostado en una esquina y se transformó para pelear contra esa chica molesta.

 

 En ese mismo momento Armando leía el encantamiento del pergamino. El cofre brillaba de un hermoso verde. El cofre creció mucho quedando de un tamaño normal. 

 

 Armando estaba emocionado, estaba tan cerca de tener el libro de Obsidiana.

 

  Él se acercó caminando con rapidez, no podía esperar más. Introdujo la llave, la giró y se escuchó el sonido de la cerradura abierta. Abrió el cofre con una enorme sonrisa de satisfacción y el corazón acelerado por la emoción. Allí adentro se encontraba un libro negro con grabados verde y amarillo brillante, parecía una joya hermosa.

 

—El libro, ¡el libro de Obsidiana! -Armando deleitaba su vista con el maravilloso libro. 

—¡NO! -gritó Karina que en ese momento luchaba con su oponente, una hechicera. Karina iba ganando la pelea, pero se detuvieron al escuchar las palabras de Armando. Él ya poseía el libro de Obsidiana.




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