Baekhyun
Más rápido y más duro, más duro, más rápido, la humedad de nuestra carne nos tenía resbalando y deslizándonos alrededor del otro, me tenía aferrándome a él con desesperación. El placer y el dolor se mezclaban en el momento. Me sentí suspendido, perdido en el movimiento de dar y recibir, perdido en la fuerza de sus impulsos, en la sensación de él dentro de mí, envuelto alrededor de mí. Mi corazón latió más rápido, corriendo en cadencia con mi pulso repentinamente ruidoso.
Se estaba haciendo más difícil respirar, más difícil decir dónde terminaba Chanyeol y dónde comenzaba yo. Se estaba haciendo cada vez más y más difícil utilizar cualquier capacidad.
—Oh, mierda, Chan —mi voz se perdió en los sonidos de nuestros cuerpos moviéndose uno contra otro en una furia peligrosa, perdido en el ritmo rápido de la carne golpeando carne.
Sus pequeños gruñidos eran sexys y parecían empujarme más cerca. La forma en que me sostenía de manera protectora, la forma en que se mantenía enfocado en mí a través de su propia necesidad, la forma en que sus músculos se flexionaban y rotaban a mi alrededor... Todo en Chan me hacia querer más de él, hacía que lo deseara más.
Hasta que no tenía más para dar.
Hasta que fui arrojado al abismo.
Grité, arqueándome por su fuerza, por su toque, por él, cuando el placer caliente quemó mis venas. Me estremecí por la magnitud de mi liberación, mi pene convulsionó al mismo tiempo de su jodido pene incesantemente. Ola tras ola de erotismo, de feliz liberación, rodó a través de mí. No podía ver… mi carne se erizó, muy sensible a cada roce de su cuerpo contra el mío, mi pulso ensordeció mis oídos, por lo que cada sonido parecía muy lejos, incluyendo su grito gutural.
Redujo lentamente sus fuertes movimientos. Su corazón latía rápidamente debajo de mí. Sus manos se cerraron alrededor de la cadera opuesta, con sus brazos todavía firmemente a través de mí, sosteniéndome en el lugar.
Los dos expulsamos un suspiro de satisfacción, cuando él se detuvo.
Mi cuerpo se sentía débil, cansado y desgastado, pero saciado. Completo y totalmente satisfecho.
Toda la tensión me dejó con mi orgasmo. Me relajé en su contra, ni un poquito preocupado por aplastarlo o dificultarle la respiración. Yo estaba dispuesto a quedarme aquí, bajo la luz brillante, totalmente expuesto a él.
Pero Chan tenía otras ideas.
Salió de debajo de mí, hacia el lado izquierdo, poniendo mi cabeza en la almohada cuando se curvó a mi alrededor. Se levantó en un codo, mirándome. Colocó una mano firme sobre mi pecho y luego la deslizó por encima de mi estómago y en círculos por mis caderas. Él la llevó suavemente hasta el punto más ancho de mí, se inclinó y luego se dobló y reclamó mis labios. Fue un simple beso, pero parecía contener un mundo de emoción.
Liberó mis labios, apretó la frente contra la mía.
Una respiración pesada. Dos. Tres. Cuatro.
—Yo —él me besó de nuevo, esta vez con más fuerza, como precisando coraje.
Este fuerte soldado me necesitaba. Y maldito si no quería estar allí para él.
Enmarqué su rostro con las manos, su barba pincho las palmas de mis manos cuando me alcé a mi mismo en su beso.
Una vez más, soltó mis labios y presionó su frente con la mía, pero esta vez lo sostenía.
Una respiración pesada. Dos. Tres. Cuatro.
—Te amo, Baekhyun —soltó en una exhalación rápida, pero no disminuyó el sentimiento.
Sentí la quemadura familiar de las lágrimas en mis ojos cuando mi pecho se apretó. Habíamos intercambiado setenta y siete correos electrónicos en cinco meses, y en algún lugar entre los setenta y siete, dejamos de intercambiar palabras y comenzamos a compartir pedazos de nosotros mismos. Y hace un momento yo le había dado la última pieza de mí.
El Sargento de Primera Clase Chanyeol Park tenía todo de mí, especialmente mi corazón.
Mis labios se curvaron en una sonrisa. Apenas podía contener a raya las lágrimas de felicidad.
—Yo también te amo.
Chan se echó hacia atrás, llevándome con él. Registró mi cara, buscando la verdad.
Pero yo ya había hablado.
Le tomó un minuto verlo por sí mismo, sin embargo.
Mi corazón pareció agrietarse en los bordes. La tristeza ponderó mi pecho mientras le miraba.
—No sé quién es, pero te puedo asegurar, no soy él.
Permaneció solemne, rígido y sin moverse durante demasiados segundos. Mi corazón estuvo colgando en mi pecho durante varios segundos antes de que él suspirara, permitiendo que sus labios se levantasen melancólicamente en los bordes a pesar del dolor inquietante que asomaba en sus profundidades.
—Lo sé.
Nunca esperé que mi soldado estuviera herido por algo que no fuera la guerra. Como hombre, yo era un ser abiertamente emocional, pero los hombres que me rodeaban a menudo no lo eran, lo que me hacia fácil olvidar que eran tan susceptibles a los dolores de corazón como yo.
Editado: 28.05.2022