Baekhyun
—Cásate conmigo.
Mi corazón despegó, corriendo desenfrenadamente.
—¿Qué? —las palabras fueron un susurro rasgado.
Necesitaba que me pellizcaran. Sin duda se trataba de un sueño. Tal vez estaba perdido en un mundo de ficción y Chanyeol realmente no era más que otro novio literario.
Se apartó por un momento. Cuando regresó, deslizó las gafas en mí.
Parpadeé mientras mis ojos se acostumbraban a mirar a través de los cristales. Sus facciones se volvieron nítidas y claras, igual que su deseo y la verdad que estaba en las profundidades de sus ojos.
Una sonrisa dividió su rostro. Sus ojos parecían brillar incluso mientras se oscurecían. Dios, es hermoso.
Él tomó cada detalle de mi cara, su sonrisa suavizándose mientras lo hacía, volviéndose pensativo. Se encontró con mi mirada, observándome.
—Di que quieres casarte conmigo, Baekkie.
Mi corazón parecía vibrar de emoción. Mi corazón parecía volar, saltar a la estratosfera de alegría, en conjunto con una profundidad de amor que nunca podría verbalizar adecuadamente. Mi carne se estremeció, se erizó con la conciencia, con la necesidad de abrazarlo y tocarlo, la necesidad de expresar mi amor por él, mi aceptación de él de una manera que nunca pude desde atrás de un ordenador.
Esto era lo que había tratado de imaginar, evocar, sentir, cada vez que leía sobre una heroína que finalmente conseguía a su héroe. Esto era lo que cada autor describía en las novelas, pero era mucho más intenso, mucho más poderoso que lo que transmiten las palabras, de lo que nunca te dicen que es.
Pero no tenia que imaginar más.
Todo comenzó con un correo electrónico y terminó en el amor.
Mis mejillas presionaron la parte inferior de mis gafas cuando le sonreí.
—Me casaré contigo, Chan. Incluso viviré aquí en Wonju contigo.
Se echó a reír, casi iluminando sus rasgos. Su belleza me encantó, me dejó embelesado.
—El Ejército decidirá dónde vamos a vivir por los próximos dos años, pero luego podemos ir a cualquier lugar que tu corazón desee, precioso. Mientras te tenga, no necesito nada más.
Yo sabía dónde quería estar. Lo supe en el momento en que entramos en esta casa. Lo sabía antes de que me lo pidiera, que este era el lugar donde estaba destinado a estar con él.
—Mi madre probablemente tendrá un colapso cuando se lo diga, ella puede, con el tiempo, querer seguirme pero quiero vivir aquí. Esto se siente como en casa. Y, mientras que te tenga este siempre será mi hogar.
Cayó junto a mí y me tomó en sus brazos. Acercándome a su calor cuando reclamó mis labios.
—Podemos acomodarla, si quieres.
Torcí la nariz.
—Amo a mi madre, pero no tanto.
Él corrió mi pelo hacia atrás.
—No quiero que renuncies a todo y a todos por mí.
—No es por ti. Es por nosotros —lo besé de nuevo. No podía conseguir suficiente de él, de sentirlo. Su toque me aseguró que esto era real, él era real y que no estaba perdido en un libro—. En el peor de los casos, tal vez podamos construir una casa de huéspedes para mi madre, si tus padres están de acuerdo con eso.
—Soy dueño de esta casa y de las dos hectáreas que lo rodean.
Puedes hacer lo que quieras, precioso.
Respiré profundo, perdiéndome fácilmente en él de nuevo. Podía observarlo por horas. Estaba construido magníficamente. Músculos rígidos marcados bajo una superficie suave rociada con la cantidad perfecta de vello. Estaría un poco triste cuando tuviera que afeitarse la cara otra vez. Me encantaba la sensación de su sombra de cinco horas, complementaba su imagen oscura y peligrosa, la parte que clamaba que era un soldado capaz.
La mayor parte de sus brazos, las venas y los músculos que se arrastraban a través de sus antebrazos, llevaban a sus manos callosas de sus muchos días pasados con un arma, entre otras cosas, y me hipnotizó. Ellas eran la parte más sexy de él, la parte de él que mejor simboliza su fuerza, su capacidad de proteger a este país... Y a mí.
Él pasó el dorso de un dedo a lo largo de mi mandíbula.
—¿Qué está corriendo a través de esa cabecita, precioso?
Contuve una sonrisa.
—Tú.
Se quedó en silencio durante mucho tiempo, la única indicación de que lo había sorprendido con la guardia baja con mi respuesta.
—¿Qué sobre mí?
Solté mi labio, permitiendo que se estirara en una sonrisa.
—En cómo de sexy eres.
Como un depredador acechando a su presa, se retiró antes de saltar de repente, cayendo sobre mí. Su mirada se estrechó como evaluando, decidiendo exactamente lo que quería hacer conmigo.
Mi cuerpo respondió de inmediato a su aura de mando, calentándose con el deseo.
Editado: 28.05.2022