Un Encierro Inesperado

1 de enero de 2020

 

  • ¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno…!- gritaban los vecinos con las últimas uvas .

 

No se había escatimado en gastos en cuanto a la decoración de fin de año. Según se oía por el piso las arcas de la comunidad estaban bien repletas porque habían contado con un buen administrador en los dos últimos años. Para Alex la razón era otra. Aquella había sido una urbanización de pijos de siempre. Un edificio en el que no encajaban ni él, ni su familia. Con esos adosados carísimos que solía mirar desde su ventana cada tarde. 

 

Su madre se había empeñado en vivir allí un año atrás . Cuando le habían ofrecido el nuevo empleo en la ciudad. Para Alex había sido un fastidio tener que mudarse hasta allí pero su hermano , Gero, había visto una oportunidad de oro para terminar de prepararse las oposiciones en la ciudad. Ahora era policía nacional. El sueño de su vida. Incluso había conseguido plaza cerca de casa gracias a la nota que había sacado.

 

 Nadie se había molestado jamás en preguntarle que le parecían todos aquellos cambios en su vida. Nadie pedía nunca su opinión. 

 

  • ¿Qué miras hermano?- preguntó Gero mientras le tendía una copa de sidra- ¿No será a esa vecina a la que espías desde la ventana?
  • Yo no espío a nadie imbécil.
  • ¿Ah no?- preguntó Gero con sorna- ¿Y cómo le llamas a pasarte toda la tarde en la ventana?
  • Tomo el aire, ¿vale? Porque me siento aprisionado en este piso de noventa metros cuadrados. Es lo que pasa cuando tienes que dejar tu casa en el campo para venir aquí contra tu voluntad.

 

Su hermano lo miró de lado mientras arqueaba una de sus cejas en un gesto muy suyo que a Alex le desesperaba. Lo hacía siempre que iba a sermonearle . Desde que su padre murió, hacia ya unos años ,Gero había tomado el rol de cabeza de familia y se veía en el derecho, casi en la obligación, de echarle la chapa siempre que tenía ocasión.

 

  • ¿Todavía estás con eso hermano? Ha pasado un año. Además, vale que en el pueblo teníamos una casa de doscientas hectáreas pero tú, hermanito, no salías de tu habitación. Como haces ahora. Hemos tenido que arrastrarte aquí abajo.
  • Eso no es problema tuyo Gero.

 

Quería decir un par de cosas a su hermano y empezar el año totalmente desahogado. Pero no tuvo oportunidad. La señora Méndez , la anciana que vivía justo alado de ellos, lo cogió por banda para bailar con él.

 

  • Señora Méndez, no, por favor…
  • Un jovencito como tú debe menear el esqueleto Gero, y no estar ahí tan mustio. Qué es fin de año.
  • Soy Alex señora Méndez. Y es que a mi no me gusta bailar…
  • Tonterías. Sígueme el ritmo.

 

Gero los miraba divertido mientras su madre se acercaba con la familia Pola. El matrimonio que vivía en uno de los adosados de la urbanización. Concretamente el que se veía desde las ventanas de su casa.

 

  • Gero , cariño, ¿Te acuerdas de los señores Pola?
  • Si, claro- saludó su hijo teniéndoles la mano- Nos hemos visto en alguna reunión. 
  • Estás son nuestras hijas, Violeta y Celeste- las niñas ofrecieron una tímida sonrisa al muchacho manteniéndose al margen de la conversación.
  • A mi me falta un hijo, ¿dónde está tu hermano?
  • Lo tienes justo ahí-contestó a su madre cuando Alex pasaba por delante dando tumbos con la señora  Méndez. 
  • No lo molestes mujer, que para una vez que la señora Méndez consigue pareja…- bromeó el señor Pola- Oye Gero, tú que eres Policía, ¿habéis escuchado algo por comisaría referente a lo del virus ese de China?
  • La verdad es que en comisaría no se ha oido nada pero sí que lo he visto en las noticias. Es bastante inquietante.
  • Pero creía que era una neumonía, no han dicho nada de un virus.- Intervino la señora Pola.
  • Es cierto, no es nada oficial , pero por las redes se lee todo tipo de información. Hay un médico chino, no sé pronunciar su nombre, que dice que es más grave de lo que se está diciendo.
  • Pobre gente- se lastimó la madre de Gero- Y en plena navidad…
  • Esa gente no celebra la navidad, mamá, y yo también pienso que hay más de lo que dicen detrás de esas neumonías. He leído que han muerto personas. 

 

Alex consiguió escabullirse de su vecina, por fin, y casi se escondió detrás de su madre cuando la vio. No reparó en que tenían compañía hasta que la señora Méndez, que lo había seguido intentando recuperar a su pareja de baile, saludó a los señores Pola

 

  • ¿Por qué esas caras tan serias? Estamos de celebración – exclamó con las manos al aire.
  • Estábamos hablando de la enfermedad china, señora Méndez ¿lo ha visto usted en las noticias?
  • Uy hija, si, he visto algo. A mí me ha dicho mi hijo que fue por comerse un murciélago. ¡Si es que esos chinos solo comen guarrerías! Pero a nosotros eso ni nos va ni nos viene, que China está en la otra punta del mundo. ¿Por qué no brindamos?- preguntó la mujer haciéndose con unas copas de sidra sin dueño.

 

Ross alcanzó a sus padres para despedirse. Habían pasado diez minutos desde las uvas y se marchaba a su fiesta, tal y como había dicho que haría. Dedicó una mirada de indiferencia a su hermana pero ignoró al resto de los presentes. Aunque no se le escapó echar una miradita disimulada a Gero de arriba abajo. 

 

  • Eh , ¿cómo baila la señora Méndez? ¿Te ha restregado sus tetas por la cara?- bromeó Gero mientras simulaba restregarse el pecho.
  • ¡Eres un cerdo Gero!Qué asco das- se quejó Alex arrugando la nariz.- Oye, esos son los del dúplex, ¿verdad?
  • Si, los que tienen esas hijas con nombres de colores. Blanca, verde y amarillo o algo así.
  • Celeste.
  • ¿Qué?
  • Una de ellas se llama Celeste- contestó Alex mientras miraba la puerta por la que la chica había salido hacía a penas unos minutos.
  • ¿A la que espías por la ventana?
  • Si. ¡Digo no! Deja ya ese rollo.




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