Una enfermera de urgencias había ido a buscar al doctor en cuanto revisó al nuevo paciente que había traído una ambulancia. El hombre, un varón de cincuenta y dos años de edad sin ninguna enfermedad aparente presentaba un cuadro de insuficiencia respiratoria acompañada de tos seca y fiebre. La mujer sintió un escalofrío que recubrió su espalda en ascenso hacia su nuca. Le tembló un poco la mano con la que había terminado de tomar la temperatura del individuo.
No quiso alertar a nadie del equipo sin hablar primero con el doctor Pola. Era el jefe de urgencias y nadie mejor que él para ratificar la peor de las suposiciones.
María tendió la carpeta con el informe al Doctor mientras caminaban hacía el bóxer en el que se encontraba el enfermo. El Doctor Pola necesitó echar tan solo una mirada superficial al informe para apretar el paso sin añadir ni una sola palabra más.
El doctor Pola lamentaba la hora que era pero la llamada a su superior era fundamental. El encargado de la dirección médica contestó al tercer tono. Siempre dormía con el teléfono de guardia sobre la mesita de noche pero no era usual que le llamaran a las tres de la mañana. Lo que el Doctor Pola le había comentado en la llamada le hizo levantarse de un salto y vestirse como nunca antes lo había hecho. Tardó en llegar al hospital veinte minutos desde la llamada. Suerte que las calles estuvieran desiertas.
Lo primero que había hecho era citar al Doctor en su despacho para que le aclarar todo este infortunio que se estaba viviendo. En el fondo de sus entrañas deseaba que fuera un mal entendido pero , conociendo al Doctor Pola, sabía que eso era poco probable.
Ambos se miraron en silencio sabiendo lo que cada uno estaba pensando. Que ninguno de los dos lo dijera en voz alta no lo haría menos real. Pero costaba igual.
Que el director autorizase a realizar el test era admitir lo que ya se venía temiendo y el Doctor Pola lo sabía bien. Su superior era un hombre bastante chapada a la antigua que evitaba por todos los medios las situaciones que pudieran crear alarma social , incluso entre los sanitarios de su hospital, por lo que tomar esa decisión no habría sido sencillo para él.
Por suerte contaban con un laboratorio epidemiológico en el centro hospitalario y eso haría mucho mas sencillo el proceso . Y también discreto. Al fin y al cabo no era necesario levantar ninguna alarma sin tener un resultado claro.
Ahora solo tocaba esperar.