Gero llevaba varias días nervioso. Se escuchaban demasiadas cosas en las calles, aún más en las redes sociales, y no le hubiera dado ninguna credibilidad si no fuera la actitud, un tanto sospechosa, que podía verse en sus superiores por la comisaría. Nadie les había informado de nada. Ni para bien ni para mal. Todo lo que el su inspector había dicho es que estuvieran tranquilos y actuaran con normalidad.
Como si fuera tan fácil.
Para Gero, que era extremadamente protector con su familia, actuar con normalidad cuando una amenaza podría estar cerniéndose sobre ellos era demasiado pedir. Los nervios le podían cada vez que veía la indiferencia con la que actuaban sus superiores. Estaba preocupado. Desconfiaba. Y así se lo había hecho saber a su compañero. Pero este, como todos los demás, tenían el cerebro absorbido.
A Gero le molestó tremendamente el comentario de su compañero. Igual que le molestaba que siguiera utilizándolo, constantemente, siempre que quería justificar que se equivocaba en sus deducciones.
El primer año de Gero en el cuerpo tuvo que soportar que todos le trataran como el pueblerino , novato, que no sabía nada de la ciudad y su funcionamiento. Pero ahora, dos años después, ya había demostrado de sobra de lo que era capaz. Y no era un pueblerino precisamente.
El estómago de Gero seguía cerrado a la hora de comer y eso, para su madre, solo podía significar una cosa. A su hijo le preocupaba algo . Y debía ser gordo cuando no había probado un bocado de lasaña . Su plato favorito.
Nadie contestó al comentario del chico que intuía como su madre se debatía entre seguir insistiéndole a Gero o dejarlo estar. Ambos conocían de sobra el carácter de su hermano mayor. Tan impredecible. Tan irascible. Desde que su padre había muerto había cambiado su carácter por completo. Volviéndose más agrio, más arisco. Seguía teniendo sus puntos de humor. Sobre todo si con ello molestaba a su hermano pequeño. Pero nunca sabías cuando iba a dejar de sonreír para para pasarse al lado oscuro.
Justo en ese momento, como si no hubiera sido casualidad, el televisor comenzó a retransmitir una noticia que captó la atención de toda la familia.
Una reportera de las noticias retransmitía desde la puerta de un hotel en el que se afirma que un turista italiano ha dado positivo en coronavirus. Las consecuencias han sido aislar a todo el hotel y mantenerlo en cuarentena durante un tiempo indefinido.
Gero se ofuscaba cada vez que intentaba hablar con su madre de algo serio. Aquella mujer era una santa pero vivía en los mundos de Yupi. Siempre veía todo de color de rosas mientras que su hijo era más de extremos. O blanco o negro. ¿Y Alex? A ese muchacho todo se lo traía al pairo y lo único que sabía hacer era lanzar tiritos cada vez que tenía la oportunidad para echarle en cara que se hubieran mudado.
Luego se quejaban de su mal carácter. Algo totalmente normal teniendo en cuenta la presión y al responsabilidad que debía llevar cada día sobre sus hombros . Tanto con su familia como en el trabajo.
Alex había estado pensando en si compartir con su familia las últimas noticias que barajaba sería buena idea. Revelar sus fuentes no habría sido una opción y sin embargo seguramente fuera lo primero que su hermano preguntara.
Se encontraba en pleno debate mental cuando su hermano se le quedó mirando con mucho detenimiento. Siempre le había conocido muy bien . Alex era un libro abierto aunque se empeñara en comunicarse lo mínimo.