Desperté y sonreí porque ese día vería a Leondre, no podía con la emoción y con los nervios, ya quería que fuera la hora indicada para verlo.
Me levanté de la cama y salí de mi habitación, mi perrito me siguió y bajamos.
—Buenos días, Emma —saludó Alexis.
Me senté en la silla del comedor y mi perrito se acostó cerca de mis pies.
—Hola —saludé con una sonrisa.
—Oye, debo irme a mi departamento en un rato, al parecer mis papás van a venir a Londres y tengo que ir a acomodar todo porque está hecho un desastre —dijo.
—No hay problema, Alexis, pero desayuna con nosotros —dije.
Desayunamos y mi mamá nos sorprendió con una rosa de chocolate, era nuestra favorita y ella la había conseguido para consentirnos.
En todo el desayuno estuve pensando en Leondre, en la salida que tendríamos, estaba un poco nerviosa por lo que pasaría, era muy importante para mí conocerlo más porque eso marcaría más nuestra relación y lo mejor era que eso apenas estaba comenzando.
Terminamos de desayunar y Alexis decidió ya irse, yo iba a dejarlo en el edificio para que no llegara tarde y no perdiera más tiempo.
—Ahora regreso, mamá, voy a llevar a Alexis a su departamento —dijo.
Salimos y después entramos al carro.
—Oye, la pasé muy bien anoche —dijo Alexis.
Sonreí.
—Yo igual —dije.
Comencé a manejar y aprovechamos el camino para hablar del concierto, Alexis quería ir al próximo concierto conmigo y eso me pareció fantástico porque lo usaría como pretexto para poder ver a Leondre.
—Fue un gusto que vinieras conmigo al concierto —dijo Alexis mientras se bajaba del carro.
—Nos vemos luego, Alexis, te quiero —me despedí.
Me quedé hasta que entrara al edificio y después quité el freno de mano para poder manejar, pero en ese momento mi celular comenzó a sonar y contesté rápidamente al ver que era Leondre.
—Hola, Emma, ¿cómo estás? —preguntó Leondre.
—Muy bien, justo ahora estaba dejando a mi mejor amigo en su departamento —dije—. Se me acaba de ocurrir una gran idea.
—¿Cuál?
—¿Y si mejor vamos a un parque y hacemos un picnic? Yo puedo llevar comida —opiné.
—Me parece buena idea, hagamos algo nuevo, yo puedo llevar refrescos y un poco de comida igual —opinó.
—Está bien, por ahora te dejo porque estoy manejando —dije.
—Está bien, niña bonita —rio.
Reí.
—Voy por ti a las tres de la tarde en el lugar donde casi muero, así que nos vemos —me despedí.
Rio.
Comencé a manejar y me dirigí al supermercado, iba a comprar la rosca que justamente mi mamá compró para el desayuno, quería que hubiera algo dulce en el picnic que haría con Leondre. Igual compraría algo para hacer comida mexicana, por lo menos algo parecido porque no tenían exactamente lo que buscaba. Quería hacer unas garnachas (comida típica de Chiapas) y preparar unos tacos de carne molida con verduras, era mi comida favorita cuando estaba en la ciudad de México y extrañaba un poco eso.
Compré todo y a última hora compré fruta para picarla, no podía haber un picnic sin fruta.
Minutos después llegué a mi casa y mi perrito se acercó a mí rápidamente.
—¿Qué es todo esto, Emma? —preguntó mi mamá.
—Haré un picnic con Leondre —sonreí.
—Qué gran idea, en mis tiempos hacían demasiados picnics, qué mal que ya existen otras cosas —dijo mi mamá.
Reí.
—Luego te cuento toda la historia, hay algo que no sabes y muero por contarte, por ahora necesito preparar todo esto —dije.
—Está bien, ve.
Mi mamá me ayudó a preparar todo mientras yo elegía la ropa que iba a ponerme, mi mamá me insistió que hiciera eso y ella haría la comida.
Hacía un poco de calor en Londres ese día, así que agarré un short negro, una blusa de manga larga blanca con un estampado, mi abrigo y mis botines. Eso me pondría ese día.
Ayudé a mi mamá a picar la fruta y llegó la hora de prepararme. Me di un baño y saliendo me sequé, después me puse la ropa y finalmente me peiné. Me puse un poco de perfume y agarré mi bolsa.
—¡Emma, la comida ya está lista! —exclamó mi mamá.
Bajé corriendo y la comida ya estaba en la canasta, así que agarré todo y lo metí en el carro.
—Ten cuidado con la rosca, se puede aplastar —dijo mi mamá.
La dejé en el asiento de atrás junto con mi abrigo y la canasta.
—Te deseo toda la suerte del mundo —dijo.