Un encuentro de dos corazones | Leondre Devries

♫Capítulo 45♫

Mi mamá y Carlos no estaban cómodos con la presencia de Saúl en casa, ellos seguían molestos por lo que me hizo antes de irme de México. Yo estaba dispuesta a darle una oportunidad, había venido desde México y eso nadie lo había hecho por mí, además quería dejar de extrañar a Leondre y de pensar en él.

—Me siento muy apenado por lo que pasó la última vez, no sé en qué estaba pensando, por eso haré lo que sea para ganarme su confianza otra vez —dijo Saúl.

—Está bien, te creo, pero si vuelves a lastimar a mi hija no la vuelves a ver en tu vida —dijo mi mamá.

Leo estaba ladrando agresivamente y tuve que sacarlo al patio porque era muy incómodo para todos.

—Bueno, vamos a salir a pasear, ahora volvemos —dije rápidamente.

Carlos estaba demasiado enojado y me dio miedo que cumpliera lo que alguna vez dijo, que iba a golpearlo.

—¿Cómo supiste que vivía aquí? —pregunté frunciendo el ceño.

—Llevo buscándote hace días y logré dar aquí —contó—. ¿Quieres un helado? —preguntó con una sonrisa.

—Claro que sí, vamos.

Salimos de la casa y entramos al carro, lo encendí y conduje a la heladería más cercana. Minutos después llegamos y me estacioné, luego salimos y entramos al local.

—Yo los pido, ve a sentarte —dijo.

—Está bien.

Elegí una mesa y me senté en la silla a esperar a Saúl, no había tanta gente y no iba a tardar tanto.

«Eres tan hermosa, Emma, en verdad todas las personas que te lastimaron son unos idiotas al no ver lo tan maravillosa que eres y lo tanto que vales».

Sus palabras aparecieron en mi mente y me puse triste, su recuerdo no me dejaba en paz y no podía tranquilizarme. Leondre me había roto el corazón, había jugado conmigo y no sabía por qué, no tenía una razón para pensarlo. Solo quería que se fuera de mi mente por un largo tiempo y esperaba que esos helados me ayudaran.

—Aquí tienes tu helado —dijo Saúl.

Me lo dio y después se sentó.

—Creí que no daría contigo, estaba preocupado porque no sabía dónde buscarte —dijo.

—¿Cómo le hiciste? —pregunté con curiosidad.

—Tuve que ver muchos videos tuyos y tratar de coincidir con las calles donde habías pasado, luego reconocí la casa y aquí estoy.

—¿Cómo viniste?

—Tuve que trabajar duro para poder pagar un boleto de avión y el hospedaje.

—Me alegro mucho que me hayas encontrado y que hayas venido hasta acá por mí —sonreí.

—Lo hice porque te quiero recuperar y quiero estar contigo otra vez.

No sentía nada al escuchar eso, mi corazón no latía fuerte y no había ningún emoción en mí.

—Por cierto, tu casa es increíble —dijo con una sonrisa.

—Gracias.

—Rey ya está bien grande, no lo recordaba así —dijo.

—Leo —corregí.

—¿Le cambiaste el nombre?

Asentí.

Su rostro no reflejaba emoción pero a mí no me importó.

—Está bien, Leo.

Las horas pasaron y ya me encontraba en mi casa, Saúl se había ido y me sentí muy tranquila por eso, realmente no soportaba el hecho de tenerlo a mi lado, no era cómodo y bonito. Me metí en la habitación donde se encontraba el estudio y me acosté en el sillón, en ese momento Leondre apareció en mi mente y sonreí, tenía guardado buenos momentos con él y sabía que no los sacaría. Mis lágrimas comenzaron a salir y traté de limpiarlas todas, aunque eso fue inútil porque salían más. Agarré la guitarra y comencé a tocar acordes, mientras tanto en mi mente estaba Leondre y poco a poco fueron agarrando forma los acordes.

—«¿Podemos volver?» —canté.

Saqué todo lo que tenía guardado en mi corazón, todos los sentimientos que se quedaron estancados en lo más profundo de mí, todo el amor que no pude sacar; todo esto en una canción. Así terminé la canción, con lágrimas y quedándome dormida por los sentimientos encontrados.

El ruido de la guitarra chocando con el piso me despertó y me levanté rápidamente, me había quedado dormida en el estudio y estaba hecho un desastre, así que limpié y después me fui a mi habitación. Quería ir a correr con Leo, así que me puse mi ropa deportiva y luego bajé a la planta baja.

—¿No te duele el cuerpo? —preguntó mi mamá.

Me estiré y comencé a calentar.

—Un poco, el sillón no es tan incómodo pero no dormí en una buena posición —dije.

—Quise despertarte pero te veías cansada, así que mejor no te molesté.

—No te preocupes, mamá, lo disfruté mucho —sonreí.

—¿Escribiste algo nuevo?

—Sí.

—Se ve que fue algo fuerte, mira tu cara —dijo.

Reí.

—No te burles, mamá —sonreí.

—Come la fruta que te preparé y ya ve.

Comí rápidamente y después salí de la casa con Leo, me puse mis audífonos y comencé a correr con Leo. Llegamos al pozo y nos detuvimos a descansar, ese lugar me traía muchos recuerdos y el sentimiento volvió. Observé el pozo y me quedé sorprendida, estaba absolutamente roto y no sabía por qué, ya estaba construido y se había destruido por completo. Mis pensamientos fueron interrumpidos por el tono de llamada de mi celular y respondí al ver que era Ana.

—Hola, Ana —saludé.

—Hola, Emma, te llamo para recordarte que hay que ir al estudio hoy a grabar las nuevas canciones que tienes, recuerda que tenemos que tener listo el álbum antes de la gira —dijo.

—Claro que sí, ya he escrito algunas canciones, de hecho anoche escribí una y quisiera grabarla ya.

—Este mes grabamos un videoclip y tenemos que prepararnos, así que hay que ir al estudio a ver todos los detalles de grabación.

—Está bien, Ana, entonces nos vemos en la tarde en el estudio —dije.

—No llegues tarde, todo el equipo estará.

—Está bien, nos vemos ahí.

Puse música y volvimos a correr para llegar a la casa. Cuando llegamos Leo se fue directamente a sus croquetas y yo me fui a dar un baño, tenía que estar en la disquera cuanto antes y no podía tardar tanto.



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En el texto hay: viajes, musica, amor

Editado: 30.06.2020

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