Un Error a la Medida

Capítulo 10. Cada uno a su esquina

════ ≫ Lucas ≪ ════

La brisa nocturna refresca mi rostro apenas salgo de mi edificio. Suelto un suspiro e inhalo una honda bocanada de aire que no sabía cuánto necesitaba, antes de abordar uno de los taxis que hay al cruzar la calle.

Sin pensarlo dos veces, digo la dirección de la única persona con la que puedo ser completamente sincero sin temor a ser juzgado, y, aunque sé que me llevaré un buen regaño de su parte, a final de cuentas me sentiré más tranquilo después de hablar con ella.

Diez minutos más tarde, el taxi me deja frente al lujoso edificio que se encuentra en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. La recepcionista me conoce, por lo que solo asiento en su dirección a manera de saludo y entro al elevador que me lleva al penúltimo piso, solo uno antes del extravagante pent-house.

Toco el timbre y espero impacientemente hasta que la chica abre la puerta y soy asaltado por unas manitas que se enroscan en mi cuello sin previo aviso.

—¡Tío Luc! —La vocecita de Mateo me hace sonreír genuinamente por primera vez en lo que va del día, y me adentro al departamento bajo la atenta mirada de Dulce, mi hermana.

—¡Campeón!

—¿Se puede saber en dónde tienes la cabeza, tonto?

«Olvida lo de no ser juzgado», me digo, e ignoro su pregunta hasta llegar a la sala de estar. Dejo a Mateo en la alfombra e inmediatamente soy reemplazado por los dibujos animados en el televisor.

—Supongo que ya te enteraste.

—¿De qué? ¿De que embarazaste a una pobre chica, de que te negaste a hacerte responsable, o de que la humillaste diciendo que no eras el padre de su bebé? ¡Oh, espera! Tal vez te refieras a la parte en la que la trajiste a vivir contigo bajo las amenazas de mi madre.

—Y pensé que ya había salido del pueblo —bufo, rodando los ojos—. Mamá no perdió tiempo poniéndote al corriente.

—Te preguntaré una cosa —advierte y de inmediato me preparo mentalmente para una de sus preguntas filosas, que seguramente me hará enojar—: ¿Acaso no conoces estas cosas de látex que venden en todas las farmacias? Los hay de diferentes tamaños, colores y sabores y dicen que son buenos para prevenir embarazos y enfermedades venéreas. Condones, creo que se llaman.

—Es curioso, porque yo podría hacerte la misma pregunta —le regreso, haciendo una señal hacia Mateo, quien ignora por completo la conversación—. Si tan solo hubieras usado una de «esas cosas», sé de alguien que no estaría hoy en esta habitación.

—¡Desgraciado! —grita, lanzándose como un koala sobre mí. Sus puños aterrizan en mi cabeza, en mi pecho y una que otra bofetada acierta en mi mejilla.

—¡Basta! —Trato de bloquear sus manotadas, pero la muy loca es demasiado rápida y, desde luego, jamás podría hacerle daño—. ¡Dulce, basta!

—¿Mami? —murmura Mateo.

—Está todo bien, cariño —responde mi hermana, bajando la intensidad de sus golpes—. El tío solo tiene una araña en la ropa y le estoy ayudando a espantarla.

—Listo, ya se fue —digo, siguiéndole la corriente y la empujo al sillón más cercano—. Ya, no me molestes más. Sé que la regué, créeme, no es necesario que me lo repitas.

—Es que… no puedo creer que después de lo que me hizo ese imbécil…

—Esa boca —la reprendo.

—Después de… ya sabes. ¿Cómo fuiste a cometer la misma burrada, Luc? ¿Acaso no fuiste testigo de todo lo que viví?

—Lo sé. Por eso mismo acepté traerla conmigo.

—Bueno… no solo es traerla contigo. Se trata de que le brindes tu apoyo de verdad. De que la hagas sentir segura a tu lado, no de que la abandones la primera noche que pasa en un lugar extraño —objeta—. ¿Qué estás haciendo aquí y no con ella?

—Necesitaba respirar lejos de Ayleen —admito—. Todo esto ha sido una pesadilla.

Tomo asiento a su lado y coloco mis codos sobre mis rodillas, bajando mi cabeza. Dulce suspira al notar mi derrota y no tarda en sobar mi espalda en un gesto de consuelo que me relaja solo un poco.

—Ya, lo sé, te entiendo —murmura más tranquila—. Sabes, me gustaría mucho conocerla. Dice mamá que es muy tierna y hermosa.

Empuja mi hombro de manera sugerente, haciéndome gruñir una maldición.

—No. No hagas esto.

—¿Hacer qué?

—No quiero que te involucres y conviertas esto en tu proyecto personal. No trates de hacer que me fije en ella de ese modo…

—Vamos a recapitular… —Cruza sus brazos frente a su pecho y enarca una de sus cejas antes de proseguir—. Según sé, una vez te fijaste en ella de «ese modo», o no estarías en esta situación. Y, conociéndote, debe ser una chica muy especial para que tú, “el gran Casanova”, te hayas olvidado de usar protección. ¡Anda! Solo quiero conocerla y brindarle mi apoyo, ya que de seguro tú has sido todo un idiota con ella, ¿o me equivoco?

Guardo silencio, lo que a su vez responde a su pregunta, pues no voy a negar que no he sido la persona más agradable, ni el hombre más caballeroso con Ayleen.

Me lo pienso un largo rato, sopesando la idea de involucrar a Ayleen en mi rutina, presentarle a mi familia y amigos, y termino tomando una decisión:



#22 en Novela romántica
#15 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 20.11.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.